El hombre, siempre fue visto como fuente de virilidad y poder, en la mayoría de los casos elementos directamente proporcionales. Ellos, todologos y hábiles conocedores, suelen gritar a vivas voces que tienen más necesidad de sexo que nosotras. Como si por el simple hecho de ser XY llevasen un surtidor extra.
Esta creencia tiene varias justificaciones. El cumplimiento del rol (masculino y femenino), por la nombrada Deseabilidad Social, explicaría que algunos hombres no admitirían nunca tener un bajo deseo. No sea que dejen de ser vistos como machos alfa dominantes. La mujer, en cambio, ante cualquier demostración de sex appeal es, tildada con infinidad de adjetivos, y señalada con ese dedo acusador cargado de moral hipócrita. Resulta ser, y que opte por cerrar los ojos el que no quiera ver, que las mujeres tenemos relaciones sexuales, nos entregamos a lo carnal, somos fuente de placer para los demás y para nosotras mismas. Osamos cargar con pensamientos impuros y llevar nuestros cuerpos a su encuentro.