divendres, 21 d’agost del 2015

El sexo heterosexual empieza a ser un asco, Utópica Anónima

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Mis amigas se rieron mucho cuando les conté que después de meses de sequía y algún que otro polvo nada memorable había por fin encontrado a un hombre que me equilibraba los chakras. Claro, era una forma muy simplificada de explicar cosas más complejas, y al leer hace un par de días un texto fundamental de Milagros Rivera, El Cuerpo Indispensable, sentí la necesidad de poner en claro a qué me refería.

El párrafo al que aludo es el siguiente:
Toda la vida me ha acompañado una sorpresa: oír decir, atribuirle a una mujer, que solamente se la amaba por su cuerpo. Como si esto fuera insatisfactorio, como si no significara apenas nada.
Como si el cuerpo fuera poca cosa, cuando es tanto, en sí mismo como sustancia, o como significante para muchos significados, o como vehículo de comunicación, de puesta en relación, de expresión de mensajes. Tiene mucho que decir el cuerpo, y sin embargo el cuerpo de las mujeres ha sido utilizado por el patriarcado para sus fines, y con ello mutilado real o metafóricamente, privado de sentido propio, de placer propio.

En el documental corto “El cuerpo de las mujeres” se alude a este uso que se hace en los medios del cuerpo femenino, un uso patriarcal, falocéntrico y capitalista del cuerpo de la mujer como reproductor de una cultura que marca unos estándares de belleza que nos transforman quirúrgicamente, mutilando nuestro rostro verdadero, el rostro de mujer que expresa su individualidad, convirtiéndolo en máscara sin personalidad. Y los cuerpos, recauchutados tras el bisturí, son cuerpos irreales que solo aluden al supuesto deseo masculino, deseo a su vez mediatizado por la pornografía, una industria al fin y al cabo y que sin embargo, industria y todo, coloniza lo cotidiano a base de moldear el deseo de los hombres alejándolo del sentir interno, en una maniobra aculturizadora basada en claves artificiales, misóginas y violentas.

Postporno: un altre porno (activista i feminista) és possible; Marta Molas

Molts dels espais barcelonins on s’havia desenvolupat aquesta tendència han desaparegut. Però algunes de les seves defensores, i nous grups, continuen treballant-la 
 
Una performance de Post Op i Quimera Rosa, al Museu Reina Sofia de Madrid
FOTO: Antonio Arcaro
Annie Sprinkle agafa un espècul ginecològic i mostra el seu coll uterí al públic en primer pla. “Mireu, això és pur sexe”, els crida. Amb aquesta performance i el seu llibre Postporno Modernist, el vocable postporno va esdevenir famós. Sprinkle l’havia manllevat del també artista Wink van Kempen, que als anys 80 usà la paraula per denominar un conjunt de fotografies de contingut explícit, però sense objectiu masturbatori, sinó paròdic i crític. També actriu porno, Sprinkle inicia el que ara es coneix com a postporno: manifestacions artístiques relacionades amb la sexualitat que aspirin a altres imaginaris més enllà del porno tradicional.

Barcelona va ser, durant molts anys, capital del postporno. Lucía Egaña, a qui la majoria d’implicades consideren la teòrica del grup, ho explica com “un fet contextual”. “Crec que va ser una suma de coses: per un costat, persones que volien experimentar amb expressions artístiques que estiguessin vinculades a l’activisme polític; per l’altre, la presència i el treball de Paul B. Preciado van ser força rellevants per facilitar trobades en espais institucionals, que es van alternar amb activitats a espais autogestionats i domèstics”, argumenta.