El hombre, siempre fue visto como fuente de virilidad y poder, en la mayoría de los casos elementos directamente proporcionales. Ellos, todologos y hábiles conocedores, suelen gritar a vivas voces que tienen más necesidad de sexo que nosotras. Como si por el simple hecho de ser XY llevasen un surtidor extra.
Esta creencia tiene varias justificaciones. El cumplimiento del rol (masculino y femenino), por la nombrada Deseabilidad Social, explicaría que algunos hombres no admitirían nunca tener un bajo deseo. No sea que dejen de ser vistos como machos alfa dominantes. La mujer, en cambio, ante cualquier demostración de sex appeal es, tildada con infinidad de adjetivos, y señalada con ese dedo acusador cargado de moral hipócrita. Resulta ser, y que opte por cerrar los ojos el que no quiera ver, que las mujeres tenemos relaciones sexuales, nos entregamos a lo carnal, somos fuente de placer para los demás y para nosotras mismas. Osamos cargar con pensamientos impuros y llevar nuestros cuerpos a su encuentro.
La testosterona es la hormona del deseo sexual, tanto para nosotras como para ellos. Si bien es cierta la relación entre el nivel de testosterona en sangre y el deseo sexual, también lo es que esto no significa que el hombre tenga que tener, debido a la mayor cantidad de testosterona que posee, un mayor deseo sexual. Esta hormona tiene influencia en el deseo sexual, pero no de una manera exponencial (a más testosterona, más deseo). En realidad legados a la cantidad normal en hombres y en mujeres (distintas por supuesto), más hormona sexual masculina no provoca más deseo. Lo lamento chicos. Las mujeres somos educadas con mensajes represivos y anti-sexuales mientras a los hombres se los cría para hacer y alardear sobre sus actos. Un claro ejemplo es el de la masturbación, que en varones es vista como parte natural del proceso de desarrollo y es premiado por ello. Mientras en mujeres es casi en todas las edades un tabú. Sin ir más lejos, ¿Cuántas de nosotras admitimos masturbarnos? La que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ahora bien, mujeres, es momento de liberarnos de esas cargas, de cambiar los procesos educativos, de forjar nuevas bases. Hoy elegimos ser madres, casadas, solteras, viudas, divorciadas, o bien felices amantes -en todos los casos autosustentadas. Llegó el momento de confesarnos orgullosas pecaminosas, de desbordada calentura y confusos sentimientos. Brindemos por el elixir del orgasmo y la ironía de la dominación.
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