Toda mujer, se le asegura al hombre, en el fondo desea lo que se le hace, en la misma forma en que el hombre desea aquello que se les hace a ellas.
Si uno abre alguna novela de la erótica victoriana no es raro que se encuentre con escenas como esta: “En ese momento la dama abrió sus ojos y la primera cosa que llamó su atención fue la tremenda maquina preparada para penetrarla. Una vigorosa batalla se inicia, el resultado de la cual nunca estuvo en duda. Al momento en que ella encorva su cintura tratando de evitar el ataque, Brandon dio un poderoso empuje hacia adelante y como la cabeza de su instrumento estaba ya dentro de sus labios, la doble fuerza envió dos tercios de su inmensa columna dentro de su vulva. Ella supo entonces que él había ganado el juego y como buena mujer estalló en un tormento de lágrimas. Una vez completada la violación, Brandon se excusa, culpando su conducta en la extraordinaria belleza que ella poseía. La dama al escuchar esto, se siente halagada y lo disculpa, reconociendo que ella también había gozado de la experiencia.” (Raped on the railway, citado por Peter Webb en Victorian Erotica)
¿Ha cambiado algo de aquellos años a hoy día? De todos los discursos, el pornográfico, podríamos decir, es el más obvio en la manipulación de los deseos y la construcción de la conducta social del hombre y la mujer.
La interpretación estándar del machismo social ha girado en torno a la idea de que, a nivel sexual, ser “femenina” o ser “masculino” depende de qué se hace y a quién se le hace. En las determinaciones del código pornográfico lo que constantemente se ve es que la construcción masculina requiere dominación y habilidad agresiva para penetrar. La construcción “femenina”, en cambio, requiere sumisión y disponibilidad de sitios para la penetración. La estructura representativa pornográfica, por tanto, se centra en la objetivación sistemática de la mujer en interés de la subjetividad del hombre. Él es un sujeto puro que no entra en un compromiso de intercambio o comunicación con la persona objetivada que, por definición, no puede tomar el papel de sujeto.
diumenge, 28 de novembre del 2010
dissabte, 27 de novembre del 2010
La resistencia afectiva en el Turbocapitalismo, María Toledano
“Sin duda la emoción es un elemento psicológico, pero es en mayor medida un elemento cultural y social: por medio de la emoción representamos las definiciones culturales de personalidad tal como se las expresa en relaciones concretas e inmediatas, pero siempre definidas en términos culturales y sociales.” Eva Illouz, Intimidades congeladas, Katz, 2007
Lo llaman amor -una alegría acompañada por la idea de una causa exterior, palabras del brillante Spinoza- cuando quieren decir capitalismo. La desazón, organizada desde los confines del poder, se apodera de los cuerpos y del pensamiento de los ciudadanos. Una especie de nueva apatía existencial -ajena a aquella (francesa, negra, literaria y de cuello vuelto) que siguió a la II gran guerra- recorre los centros comerciales y los estados de ánimo de la gente: bucles melancólicos, puertas giratorias sin salida. Las emociones, es decir, la potencialidad sensitiva del ser psicológico y social, han sido destrozadas, convertidas en instancias de consumo, dejando paso a frágiles infelicidades con efectos secundarios que atraviesan los páramos de la vida cotidiana. Sobre la sucia cinta transportadora que nos conduce por caminos sin esperanza, reina la indecisión, antesala de todos los fracasos. El aumento exponencial de los psicofármacos es un hecho. Eva Illouz –tres magníficos libros publicados por Katz- lo describe con cualitativa y bella exactitud. La era de la precariedad, mundo líquido, con sus manchas de aceite en la carretera de la autoayuda, se ha adueñado, por dejación y pereza, de nosotros.
dilluns, 22 de novembre del 2010
éramos la casa del fuego...
te miro
te agarro
paso mis manos sobre tu espalda
me devuelvo a tu rostro
y con mi dedo índice trazo caminos
toco tu frente
bajo por tu nariz y encuentro tus labios
están rojos
y los muerdes
y como si una ola de mar me golpeara
siento flores que nacen de mi vientre
y miles de luciérnagas se abren paso en mis pechos
tus manos aladas como colibríes
extraen el nectar
entran profundamente
y el alboroto de una bandada de aires y fuegos salen de mi garganta
te miro
tú
nuestros cuerpos
son un mar de sudor
y una luz cobriza abraza tus ojos
me veo en ti
a través del espejo
y a ritmo recibimos un nuevo viento...
éramos la casa del fuego...
te agarro
paso mis manos sobre tu espalda
me devuelvo a tu rostro
y con mi dedo índice trazo caminos
toco tu frente
bajo por tu nariz y encuentro tus labios
están rojos
y los muerdes
y como si una ola de mar me golpeara
siento flores que nacen de mi vientre
y miles de luciérnagas se abren paso en mis pechos
tus manos aladas como colibríes
extraen el nectar
entran profundamente
y el alboroto de una bandada de aires y fuegos salen de mi garganta
te miro
tú
nuestros cuerpos
son un mar de sudor
y una luz cobriza abraza tus ojos
me veo en ti
a través del espejo
y a ritmo recibimos un nuevo viento...
éramos la casa del fuego...
dijous, 11 de novembre del 2010
Soneto para un sencillo amor, Jorge Montoya Toro
Me gustas porque sí. Sencillamente
mi corazón te quiere. No hallaría
la palabra de íntima alegría
que te expresara lo que mi alma siente.
Y yo te quiero así. Tan simplemente
como el agua al paisaje, como el día
a la rosa que alza su ufana
frente a la primavera floreciente.
Te amo con sencilla transparencia,
con un amor apenas insinuado
que se vuelve silencio en tu presencia.
Con un tan dulce corazón herido
que si no te dijera que te he amado
lo sabrías oyendo su latido.
divendres, 5 de novembre del 2010
Me dijeron, Patricia Karina Vergara Sánchez
El otro día me dijeron
que frene la lengua,
que modere los actos,
que critique, que señale,
que me inconforme.
Pero, en voz baja.
Y entre nosotras.
Que los compañeros de lucha,
cualquier lucha,
se pueden sentir afectados.
Que espere, que el movimiento social,
cualquier movimiento social,
tiene planes para las mujeres,
pero, que espere,
todavía no es el tiempo, ni la hora.
El otro día me dijeron
que sea más responsable
al decir antipatriarcado,
al denunciar al que acosa,
al señalar al que desprecia.
Que cuide a los compañeros,
que sea amorosa,
que les haga sentir bienvenidos,
que mis reclamos no vayan a ofenderlos.
Me lo dijo una, que se dice compañera,
y le he preguntado.
Pero, no ha ido a ver al indio,
para decirle que denuncie bajito
al caxlan que lo desprecia.
Y no ha ido a ver al obrero,
para decirle que espere,
que sea más amable
en sus reclamos con el patrón.
Y no ha ido a ver al campesino,
para decirle que defienda su tierra
con amabilidad y sonrisa.
Pero a mí, sí ha venido a hablarme
para decirme que no vea,
que si veo no señale,
que no lo tome como ofensa.
Que comprenda.
Me dijeron.
Que finja, que no me dé cuenta
de que éste mira mis senos,
de que éste me estorba la palabra,
de que éste me llama a la elegancia femenina,
de que éstos no son de los míos.
De que dicen lesbiana, pero en voz baja.
Que por las buenas son mejor las cosas.
Que no demuestre el abuso.
Que no llame machista.
Que no use la palabra misoginia
para el que me niega.
Que acompañe al movimiento
y, por las buenas, ya irá tocando la nuestra.
Me dijeron,
y estoy pensando que no es justo.
Para murmurar el descontento,
para perpetuar los roles,
mejor me habría quedado en casa a lavar los platos.
Que nada más no puedo.
Ni he de callarme.
Ni cerrar lo ojos, ni fingir.
Ni moderar la lengua ni los actos.
Que no dejaré de criticar, ni de señalar, ni de inconformarme.
Ya hemos dado mucho.
Ya dieron bastante mis madres y abuelas.
Hemos sido tantas:
Las presas políticas,
las agredidas,
las trabajadoras,
las que sostienen la casa mientras la huelga,
las que siembran la tierra,
las sindicalistas,
las maestras,
las que nunca son nombradas,
las que toman los medios.
las que barren y reparten volantes mientras el macho líder hace discurso.
Las que ya están hartas…
Todas, mis hermanas.
Que ya toca la nuestra y no para luego.
Que hay que decir: ya, a este tiempo y a esta hora.
Que para gritar contra la opresión, no hay corrección política.
Decir: hay una izquierda machista y reaccionaria, no me atemoriza.
Me dijeron, me sugieren, me invitan a moderarme.
Pero yo, nada más no puedo.
Yo entiendo ser mujer de otra forma.
Yo quiero de otro modo hacer las cosas.
No voy a disculparme,
No puedo condolerme.
Porque tengo esta voz.
Es voz libre y autónoma.
Es voz nueva, revolucionaria.
Tengo esta voz fuerte.
Voz lesbiana, nunca más silenciada.
que frene la lengua,
que modere los actos,
que critique, que señale,
que me inconforme.
Pero, en voz baja.
Y entre nosotras.
Que los compañeros de lucha,
cualquier lucha,
se pueden sentir afectados.
Que espere, que el movimiento social,
cualquier movimiento social,
tiene planes para las mujeres,
pero, que espere,
todavía no es el tiempo, ni la hora.
El otro día me dijeron
que sea más responsable
al decir antipatriarcado,
al denunciar al que acosa,
al señalar al que desprecia.
Que cuide a los compañeros,
que sea amorosa,
que les haga sentir bienvenidos,
que mis reclamos no vayan a ofenderlos.
Me lo dijo una, que se dice compañera,
y le he preguntado.
Pero, no ha ido a ver al indio,
para decirle que denuncie bajito
al caxlan que lo desprecia.
Y no ha ido a ver al obrero,
para decirle que espere,
que sea más amable
en sus reclamos con el patrón.
Y no ha ido a ver al campesino,
para decirle que defienda su tierra
con amabilidad y sonrisa.
Pero a mí, sí ha venido a hablarme
para decirme que no vea,
que si veo no señale,
que no lo tome como ofensa.
Que comprenda.
Me dijeron.
Que finja, que no me dé cuenta
de que éste mira mis senos,
de que éste me estorba la palabra,
de que éste me llama a la elegancia femenina,
de que éstos no son de los míos.
De que dicen lesbiana, pero en voz baja.
Que por las buenas son mejor las cosas.
Que no demuestre el abuso.
Que no llame machista.
Que no use la palabra misoginia
para el que me niega.
Que acompañe al movimiento
y, por las buenas, ya irá tocando la nuestra.
Me dijeron,
y estoy pensando que no es justo.
Para murmurar el descontento,
para perpetuar los roles,
mejor me habría quedado en casa a lavar los platos.
Que nada más no puedo.
Ni he de callarme.
Ni cerrar lo ojos, ni fingir.
Ni moderar la lengua ni los actos.
Que no dejaré de criticar, ni de señalar, ni de inconformarme.
Ya hemos dado mucho.
Ya dieron bastante mis madres y abuelas.
Hemos sido tantas:
Las presas políticas,
las agredidas,
las trabajadoras,
las que sostienen la casa mientras la huelga,
las que siembran la tierra,
las sindicalistas,
las maestras,
las que nunca son nombradas,
las que toman los medios.
las que barren y reparten volantes mientras el macho líder hace discurso.
Las que ya están hartas…
Todas, mis hermanas.
Que ya toca la nuestra y no para luego.
Que hay que decir: ya, a este tiempo y a esta hora.
Que para gritar contra la opresión, no hay corrección política.
Decir: hay una izquierda machista y reaccionaria, no me atemoriza.
Me dijeron, me sugieren, me invitan a moderarme.
Pero yo, nada más no puedo.
Yo entiendo ser mujer de otra forma.
Yo quiero de otro modo hacer las cosas.
No voy a disculparme,
No puedo condolerme.
Porque tengo esta voz.
Es voz libre y autónoma.
Es voz nueva, revolucionaria.
Tengo esta voz fuerte.
Voz lesbiana, nunca más silenciada.
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