No quiero leyes inventadas, ni una sola artificial. Las leyes ya existen. La Tierra se desplaza alrededor del Sol con una velocidad media de 29,5 kilómetros por segundo y da una vuelta completa sobre sí misma en 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. La Luna da una vuelta a la Tierra en 27 días, 7 horas, 43 minutos y 11,5 segundos. Al paso que vamos, cualquier día un invento humano o un cúmulo de ellos alterarán hasta estas leyes espaciales. Hace rato que asquerosos poderes las quieren modificar a su gusto e interés a la vez que la mayoría del resto de la población aplaude, calla o mira para otro lado.
El día que todo se vuelva un verdadero mierdero no tardará en llegar, repito: no tardará en llegar. Y mientras tanto podemos mirarnos, tocarnos, olernos y sentirnos. Antes de que nuestros olfatos estén atrofiados por la contaminación, antes de que nuestro tacto esté dañado por el efecto de los rayos ultravioleta, antes de que la vida sedentaria nos brinde una buena hernia que no nos deje saltar uno encima del otro. Las leyes de la atracción sexual existen y aunque las de la gravedad o la termodinámica no nos dejan hacer en la cama, en la playa o en el monte todo lo que nos gustaría son esas las leyes que quiero defender.