dimecres, 17 d’agost del 2011

Mujeres: Lo que la Edad Media nos legó


El Medioevo o Edad Media occidental, que duró aproximadamente mil años, se caracterizó fundamentalmente por:

Establecer un poder religioso católico central, decretando que todos aquellos que no se sometieran al nuevo poder serían considerados paganos o herejes y debían ser castigados, convertidos o eliminados

La jerarquía del Monacato, es decir el prestigio de la cultura en manos de monjes, creándose órdenes religiosas muy severas, dedicadas a ser los dueños y administradores de la información y la educación.  La mayoría de los monjes eran abandonados por sus padres, donados y olvidados en los monasterios y obligados al celibato y a la castidad. Todo lo aprendido era sinónimo de estar alejado de la mujer.


Este desprecio de la mujer pasará a través de los siglos y se hará muy visible en la Edad Media donde los directores espirituales de Occidente eran los monjes, que en su mayoría jamás habían visto una mujer, ni a la madre, ya que muchos de ellos eran "oblati", niños o infantes donados a los monasterios. Para estos monjes, la instrucción para la vida se tomaba principalmente de San Agustín y pasaba a la vida diaria de las poblaciones europeas mediante las disposiciones tomadas por la creciente autoridad de la Iglesia Romana.


La demonización del sexo por parte de las más altas jerarquías clericales, tales como el propio San Agustín quien pregonaba la naturaleza inferior, utilitaria y vil de la mujer (convivió 10 años con una mujer que le dio un hijo y jamás la mencionó, amén de casarse con una niña de 12 años de alta alcurnia y mientras esperaba que creciera, se consiguió una amante). De él llega hasta el día de hoy que toda actividad sexual es pecaminosa y que sólo es lícita si es para procrear.

El Celibato sacerdotal que también surge de la demonización del sexo y la mujer. San Agustín escribía “Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer”.

La Confesión de los pecados, como invento para enterarse de la vida privada de las personas y ejercer el poder. Se inventan los libros penitenciales con la descripción de todos los posibles pecados a los que se les agregaba la pena correspondiente con la que podían redimirse.  Todo ese cuestionario parecía más bien una exposición de desviaciones sexuales cada vez más álgido y desviado, destinado a humillar a la mujer de tal manera que le hiciera perder la noción de respeto de sí misma y convertirla en fácil presa del prepotente invasor de la inviolable privacidad del ser humano.

La demonización de la mujer, convencidos de un poder maligno ejercido por ellas sobre los varones, y atribuyéndoles sexo o rituales sexuales con el diablo o los demonios. Consideradas brujas son sometidas a todo tipo de persecución, torturas y muerte en las hogueras. Según el parecer de la mayoría de los estudiosos, fue un documento emitido por el pontífice romano Inocencio VIII, la Bula “Summis Desiderantes Affectibus” (“Deseando con ardiente anhelo”) del 5 de diciembre de 1484, el que desató la obsesión de espiar la vida de las mujeres para detectar posibles brujas encubiertas lanzando así la más despiadada persecución de la mujeres en la cultura occidental.  Aunque la imagen contemporánea de la bruja es una anciana de aspecto repugnante, las así llamadas brujas casi siempre fueron mujeres jóvenes, doncellas o esposas, en nada diferentes del resto de la comunidad.

La deificación de la mujer, como la contradicción o el opuesto total a la mujer como sucia, bruja, puta, sirvienta del hombre. Surge la mujer Santa, la Virgen, la que tiene hijos sin tener sexo! La Madre, la pureza, la más alta exaltación a la mujer.

Entonces tenemos la mujer deidad, madre, buena y pura que es la sin sexo y... la mujer sucia, humillada, pidiendo perdón, implorante, castigada que es la con sexo!

En el Siglo V, el Papa León I afirmaba que "Cristo solamente fue inocente porque él sólo había sido concebido sin la suciedad y la concupiscencia de la carne”. Qué locura todo!

Esta progresiva divinización de una mujer surge paralelamente al envilecimiento y difamación de la mujer en general.

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