dijous, 18 de juny del 2009
Cuéntame un cuento, H.R.Herzen
Hace tiempo que vivo del cuento, pero no había llegado a esa conclusión hasta recibir tus letras. Descubrí que mi vida, mi aliento, mi energía, mi sangre y mi alimento eran esas letras que forman esas palabras y esas frases que salen de las lenguas de algunas personas. Puedo dejar de comer y respirar si hasta cualquier rincón de este planeta u otro me llega el susurro de esos cuentos. Puedo volar con el canto de sirenas de esas historias. Puedo morir si sé que esos cuentos se acaban. Me encantan los cuentos, me atraen las novelas, juego con los libros de ensayo y odio las enciclopedias. Las aventuras me despistan y las historias me sacuden. Tantas veces ávido de lectura y otras sin ganas de leer ni la etiqueta, tan triste que ya me sé el final. Tantas veces con deseos de empezar a contar cuentos, fábulas y chistes como las mismas de no querer empezar el primer capítulo por no estropear lo que parecía un buen título. Si siempre me diera exactamente en el mismo lugar del muro, quizá un día lo acabaría tirando a cabezazos. Yo contaría cuentos que no conoces, pero me los dejo para lamértelos y acariciártelos, no tienen lugar en ningún teclado ni pantalla. Esos cuentos tienen veneno y son peligrosos, hace tiempo que sufro las consecuencias de querer contar cuentos a la gente que me atrae sinceramente. Empiezan siendo cuentos intensos, con música de placer y alegría y acaban por ahogar en lágrimas y estremecer por dentro. Del insomnio por gusto al frío en la noche, del cálido abrazo al rechinar de los dientes, de las ganas de ir a la cama a las ganas de ver el sol. Si no tienes unos buenos agarres, igual que sales del fango te hundes más fondo todavía. Cuanto más bella es la vida, dicen que más te parte la caída. Más vale no enamorarse de un ideal y vivir el día a día con la mayor alegría posible. Me gustan las montañas rusas, pero no las emocionales. Ya decidí hace unas cuantas lunas que no me dejaría arrastrar por la marea dramática y la depresión emocional. Si fuera tan fácil conseguirlo como escribirlo, estaría toda la vida con un lápiz en la mano o tecleando. Mis ilusiones forman parte del momento, del ahora mismo, y quizá una pizca de lo que está a la vuelta de la esquina pero no más allá de las estrellas ni las nubes. No pretendo que mi vida sea un orgasmo perenne. ¿He de dejar de leer?
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