Sólo conozco dos caminos,
los mismos que aprendí cuando niña.
En uno, el corazón se abre verdadero
desecho en dolores,
lágrimas y tristezas de amor.
En el otro, sobrevivir es imperativo
y la rabia alimenta la vida.
La primera alternativa me descúbre vulnerable y desnuda,
me mata.
La segunda me consume
la dulzura y el placer,
muero.
Y como, hasta hoy, me deparo
con la misma encrucijada,
elijo la vida.
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