dimarts, 17 de novembre del 2009

No me lo saco de la cabeza, H.R.Herzen



A veces, demasiadas, siento que voy por un río en un bote agujereado con el que no hay opción de remar hacia ningún lugar pues no hay remos y la corriente manda. Mientras el agua sube de nivel, el único propósito es patalear o bracear contracorriente con la firme idea de volver al origen y desde allá elegir otro camino. El fin y el medio son jodidos, sólo queda resistir. Por el camino puedes lograr que tu estancia en el bote sea más agradable achicando agua y cambiando de postura y, sobretodo, no estresándose ante la visión de un aciago final. También puedes entretenerte buscando náufragas con quien darte calor y gozar con unas buenas risas. Siendo consciente de la (in)certidumbre del final puedes generar ideas con la gente recogida y no olvidarte de ponerlas en práctica sin mucha vuelta, pues el tiempo corroe. De todas maneras, parece que el mundo necesita de nuestra sonrisa, puede que incluso más que de nuestra lucha por nadar contracorriente. Por separado no son nada, la una sin la otra están condenadas al fracaso más estrepitoso y, sin lugar a dudas, la risa no deja de ser una práctica de resistencia.

Ante esas circunstancias, es lógico deducir por qué transcurren mis días sin ganas de que transcurran. ¿Tan triste es el futuro que ni siquiera soñarlo queremos? Es duro empeñarse en pensar que quizá la vida puede ser diferente si en realidad no haces más que deambular sin gritar de rabia. Los pecados capitales se materializan a nuestro alrededor sin opción a defenderse de ellos, aunque alguno de ellos tampoco es tan horrible. Pretender ilusionarse sabiendo que la desesperanza es la fuerza que nos rodea y llena los corazones pareciera de masocas. Pero como dice la Mala María, “¡deja de pensar que dejar de pensar es bueno!” y como dice un gran amor transoceánico, “desaprende a andar sin zapatos aunque a veces duela ir descalza”. Ya no sé si quisiera contarte todo lo que no supe decir, aunque definitivamente es difícil hablar mordiéndose la lengua y no hay nada que se note más que lo que se quiere ocultar.

Por eso, has de saber, o pensar, o asumir, o lo que prefieras, que soy una aventura en tu vida, un flash, un momento, un accidente, algo fugaz (pero no una estrella), más bien como un bote agujereado que ves pasar y si quieres te subes un rato pero has de saber saltar de él antes que hundirte sin flotador. Nada es para siempre. Si me buscas, huyo; si huyes, te busco. El otro día me confundí con el mandamiento jesucristiano que decía “Amaos los unos sobre los otros”. El amor es tenaz. Sin amor, no hay necesidad ni frustración ni odio ya que la ira es más intensa hacia quien se conoce.

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