La soledad es una invención moderna.
Nuestra sociedad se organiza en equipos
de solo dos personas, mejor si es heterosexualmente. Nos juntamos para
crear familias (o no), en estructuras de dependencia mutua. Dependencia
sentimental y económica, dependencia social y afectiva. Cuando estamos
sin pareja decimos que estamos solos, pero la soledad es una
invención moderna. Antes la gente vivía en grandes estructuras
familiares, en casas amplias donde convivían varias generaciones y
parientes sin la misma sangre.
La soledad nació en el seno del
Romanticismo trágico del XIX, cuando se impuso el individualismo y la
gente se encerró en sus nidos de amor para dúos diferentes pero
complementarios. Las calles y las plazas se vaciaron mientras se
llenaban los centros comerciales llenos de parejas , que son en realidad
dos soledades unidas. El derrumbe de las redes de solidaridad en la
posmodernidad nos han dejado a todos más solos y solas, especialmente
los que no tienen a alguien cerca para compartir su soledad.
El budismo con su filosofía del desapego
no entiende, sin embargo, la soledad como una tragedia: nacemos solos y
morimos solos, y los demás nos acompañan en determinadas etapas del
camino. En Occidente, sin embargo, la soledad es la gran enfermedad de
los posmodernos. Fromm hablaba de la Era de la soledad, de la época en
la que necesitamos emociones intensas, necesitamos comunicarnos y
compartir, y sin embargo lo hacemos solos desde casa, apretando el dedo
sobre las teclas de una realidad virtual.
La soledad es signo de que algo no va
bien, por eso son tan importantes los amigos de los novios en las bodas.
La soledad “obligatoria” nos baja la autoestima, nos produce tristeza,
desesperación, miedo, y nos margina socialmente un poco, porque vivimos
en un mundo de parejas. Nuestra cultura sigue promocionando el
individualismo, el miedo al otro, la desconfianza a los espacios
públicos que no estén vigilados por videocámaras. La solución a la
soledad que nos proponen en esta era del consumo es encontrar a nuestra
media naranja.
Unos dedican todas sus energías a la
búsqueda, otros se conforman enseguida, unos encuentran a la persona
ideal, otros se cansan rápido y cambian de pareja. Las separaciones y
los divorcios son más duros cuando nos hemos aislado del mundo con la
pareja; al romper nos quedamos con grandes vacíos, nos sentimos solos
“de verdad”. Las parejas de alrededor se vuelcan contigo si eres la
víctima, o te alejan si te consideran culpable del divorcio. Nuestras
estructuras familiares y sociales caen porque todos los círculos están
llenos de parejas. Uno solo desentona y desequilibra la armonía del
“dúo”.
Por
eso mucha gente busca compañía a cualquier precio y se angustia.
Mujeres y hombres cuya pasión absoluta es el amor, la conquista, el
sentirse querido, querer al otro, pelearse, reconciliarse. Hay gente a
la que se le nota a kilómetros que se encuentra sola y necesita pareja.
Gente que necesita ser amada, sentirse acompañada y protegida. Gente que
mendiga el amor y se victimiza para parecer más indefensa. Gente que se
infantiliza para crear ternura. Gente que se disfraza y se opera el
cuerpo para obtener el triunfo social de tener un hombre o una mujer a
su lado. Gente que se siente cómoda en la división de roles de género,
gente que se encierra en la pareja con candado y echa la llave al Sena
en París.
Pese a esta necesidad de “amarrar” al
otro, nos atraen de las personas su libertad, su energía, su poder.
Amamos a las personas en la medida en que son libres; lo curioso es que
cuando nos juntamos, tendemos a querer domesticar esa libertad,
apoderarnos de ella, aferrarnos con dulzura al otro para que no escape
de nuestro lado.
En este mundo unos necesitan darle un
nombre al tipo de relación para fijarla, para estabilizarla, para poder
ser comunicada al resto, y otros tienen verdadero terror a ser fijados, y
huyen espantados cuando oyen palabras que tienen que ver con esa
pretensión muy humana de definir y clasificar las cosas, las
situaciones, los romances. Es una forma de acabar con el idilio y
empezar el compromiso; todo a través de la palabra.
En nuestra época posmoderna, la
principal contradicción es, por un lado, el miedo a la soledad y la
necesidad de que alguien nos asegure que va a estar con nosotros
(firmando contratos matrimoniales si es preciso), y por otro, una
defensa a ultranza de la libertad personal y los espacios propios.
Quizás por eso nos divorciamos tanto, y por eso mismo también firmamos
hipotecas que nos atan durante más tiempo del que vamos a vivir.
En el caso de las mujeres y los hombres
jóvenes, creo que estamos sumidos en la contradicción entre la necesidad
de libertad y la necesidad de afecto. Tenemos miedo a la soledad total,
pero no queremos atarnos de por vida. Las estructuras de nuestros
padres no nos sirven, y por eso estamos probando otras formas de
relacionarnos, más flexibles, más cambiantes. A veces buscamos pareja,
otras veces buscamos no tenerla; a veces soñamos con príncipes azules,
otras veces el principio de realidad se impone y queremos a la gente tal
y como es. Nos separamos, nos juntamos, nos chocamos, nos fusionamos, y
todo sucede bajo una intensidad y una velocidad que asusta a nuestros
abuelos y abuelas.
A pesar de que en el imaginario
colectivo la soledad es sinónimo de horror y vacío, la realidad es que a
todos nos gusta estar solos de vez en cuando, especialmente si tenemos
una gran pasión. Disfruta muchísimo más de la soledad la gente que se
dedica a crear (escritores, escultores, bailarines, pintores,
videoartistas, diseñadores, cineastas, dibujantes, poetas, cantantes,
músicos, coreógrafos, escenógrafos, editoras, artesanas), o la que
practica deportes, que la gente que pretende rellenar sus vacíos a
través del amor.
Disfrutan más de la soledad y de la
compañía los que aman la lectura, los viajes, los juegos como el
ajedrez o las damas, el mundo de las setas, el mundo de los pájaros, el
mundo de los videojuegos, las artes marciales, el Yoga, el Reiki, o la
meditación trascendental. También los que crean comunidades o se
insertan en alguna: por ejemplo los activistas que trabajan en
colectividad por los derechos humanos, la ciudadanía que se integra en
movimientos sociales o políticos, la gente que se une a colectivos
espirituales o religiosos, a grupos literarios, a grupos de ciclismo
urbano, a grupos de cooperativas agroecológicas.
Hay parejas que no toleran las pasiones
del otro, hay parejas que las comparten y conservan las suyas propias.
Lo que es obvio, según mi punto de vista, es que la pareja no es la
solución para la soledad y que todos necesitamos espacios compartidos y
espacios propios.
La
soledad depende mucho de cómo nos relacionamos y tejemos redes sociales
y afectivas a nuestro alrededor. Por eso si nutrimos con cariño
nuestras amistades es más difícil que nos sintamos solos o solos.
Tenemos que trabajar para cambiar esta
sociedad individualista, al fin y al cabo, somos animales gregarios que
necesitamos compañía. Sobrevivimos como especie gracias a nuestra
capacidad para trabajar en equipo y para construir relaciones bonitas
basadas en la cooperación y la ayuda mutua.
Si ampliamos nuestros círculos de
amistad, si trabajamos en equipo para lograr objetivos comunes y
solidarizarnos con los demás, la vida es menos dura, y tiene más
sentido. Todos necesitamos sentirnos útiles, sentirnos reconocidos por
nuestros aportes a la comunidad. Todos necesitamos abrazos, besos,
gestos de simpatía y de cariño. Todos necesitamos, en definitiva, querer
y sentirnos queridos.
Para evitar las relaciones basadas en la
necesidad, la dependencia o el miedo a la soledad, creo que lo
importante es fortalecer y mimar nuestras redes sociales. Antes que
buscar salvaciones individuales, creo que deberíamos emplear nuestro
tiempo y energías en la gente que tenemos alrededor: vecinos,
compañeras de trabajo, amigos, familiares… Diversificar afectos,
querernos mejor, relacionarnos con ternura y empatía, ayudarnos
mutuamente, trabajar por el bien común nos ayudará a construir
comunidades menos individualistas y más solidarias.
Coral Herrera Gómez
https://www.facebook.com/
publicado en entretanto magazine
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