dimecres, 8 d’abril del 2015

“Yo ya no leo a Butler, leo a valeria flores”, Cristeva Cabello

Al travestismo de Guiseppe Campuzano

cristeva

Presentación Fanzine “desmontar la lengua del mandato, criar la lengua del desacato” diálogo transfronterizo con valeria flores, Tomás Henríquez Murgas y Jorge Díaz Fuentes


(Texto leído en la primera semana de diciembre de 2014 en santiago centro)

Es importante cuando lo cuir comienza a escribirse con c, cuando ya no es necesario sólo mirar hacia el norte para escribir y habitar políticas de la desobediencia sexual. A Judith Butler la pillé en un curso de la universidad. Yo estudié algo que no era ni ingeniería, ni medicina, ni derecho, por lo mismo parece que había posibilidad de introducirme al feminismo. Si no estás más condenado a la heterosexualidad. Aún tengo la fotocopia de ese libro donde aparecía esa interrogante frase “el falo lesbiano”, frase que sigo sin comprender en su absoluto, pero que promueve hasta hoy múltiples asociaciones y posibilidades perversas. Eso ocurre cuando te enfrentas a palabras desafiantes, donde el sexo interfiere la escritura objetivante masculina, cuando la “justicia erótica” es el motor de nuestra escritura como activistas no heterosexuales habitando espacios y tiempos heterosexuales. Cuando ya no lees sólo lo que te corresponde por tu género o clase.


Este libro trans andino obliga a pensar en eso que se nombra: en una cordillera de los Andes, eso que siempre vimos, eso que nos enseñaron a dibujar en nuestra educación sexista y nacionalista, esa cordillera que la imaginamos como nuestro muro, ese muro que nos da seguridad, ese muro que siempre me la hicieron pintar de azul, una tierra azul y que da orgullo. Una tierra que separa. Siempre estuvo muy presente esta cordillera cuando dibujábamos la familia, una masa infranqueable y que en el caso de Santiago nos encierra, ya que se busca vivir encerrados, asegurados. Una cordillera con nieve que pocos pueden conocer. Dos, tres, cuatro, sesenta, mil montes que como senos me los imagino trans andinos, una cordillera trans, ese lugar entremedio, esa insistencia por la separación. Imaginar una política feminista trans andina, como tránsfuga, como una política de otro tiempo significa re-escribir los territorios, encontrar espacios en nuestros contextos sudakas donde poder habitar. Unos Andes travestis, un territorio no unificado de figuraciones que trastoquen estas historias que nos imponen las biografías. “escribo desde Neuquén, pero no como neuquenina, una identificación que resisto” (24), afirma valeria adscribiendo a un feminismo que no soporta la imposición de nacionalismos, un feminismo que resiste al orgullo identitario.

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Estas lenguas trans andinas del texto, son deslenguadas porque hablan de todo, porque se cruzan entre la poesía, la política, la filosofía, la física de los cuerpos, la biografía que nos da vergüenza, (porque avergüenza reconocer ese patriarcal, colonial y heterosexual tiempo que habitamos), entre la escritura, el feminismo, las política intersex, la enfermedad y la masculinidad lesbiana. Una intensidad de debates locales que surgen por la escritura feminista, por la decadencia de un movimiento gay y lesbico que despolitiza los cuerpos o por la llegada de los cuerpos trans al colegio.

La escritura de valeria es un lugar, un hogar no femenino, sino altamente crítico. Esta disidencia andina transfronteriza donde no nos satisface nuestro origen cuestiona esos colonialismos internos que constituyen la biografías nacionalistas de la feministas que habitamos el sur. “La neuquinidad como ficción normalizadora tendió a la desactivación de los antagonismos y a la activación de una orientación homogeneizadora, y uno de los “otros” a los que impugnó en su conformación identitaria fue a los inmigrantes chilenos” (24). Se reconoce esa razón colonial argentina, la provincianeidad de ese pensamiento nacionalista que nos constituye y donde se comienzan a reconocer esos lugares de fobia racista de argentinos contra chilenas, de chilenos contra peruanos, de dominicanos contra haitianos. Ese patético odio identitario que también se puede ver entre patéticas competencias entre gays, travestis o lesbianas, es un deseo que separa en fronteras, que nos vuelve islas y que nos dice que sólo quedaría mirar hacia el norte como ejemplo de como debe la vivir. Pensar la razón colonial es pensar una razón heterosexual que nos constituye, que nos da un lugar, que nos dice qué hacer con nuestros cuerpos. Es a lo Wittig decolonial que valeria ingresa a reflexionar esa razón hegemónica. Se trata de pensar las lógicas heterosexuales que están en el colegio, en la política, en el feminismo, en como se exponen nuestras biografías. Esas lógicas que “modulan nuestra manera de pensar, sentir y actuar los cuerpos”.

Esta escritura deslenguada intensamente feminista habla desde un lugar, un territorio político de constante cuestionamiento, un territorio que es imposible de afincar en límites, es el sur-sur, un sur transandino donde se asume y hay acumulación de una experiencia local sobre Feminismos disidentes. Este es un Fanzine, un libro, una conversación con sólo seis preguntas donde se escribe un tiempo político otro. Se asume que existe una generación de producciones y prácticas políticas disidentes sexuales y feministas.

En este texto se presentan investigaciones y se recopilan experiencias, casos muy locales, donde un feminismo se presenta ya no asumiendo un lugar de la diferencia, la igualdad de las mujeres, ni menos al que le basta con defender identidades sino que se trata de un feminismo que se instala, orienta, motiva y se escribe desde el trabajo de una crítica a un pensamiento binario, desde una disputa a las identidades masculino y femenino, es decir desde un trabajo que significa des instalar la hegemonía de la hetero normatividad, ese concepto que por primera vez se escucha y que te queda retumbando. Un “ronroneo del pensamiento” que quiebra ese modo heterosexual de pensar “cuando hablás de hetero normatividad en alguna clase, las primeras expresiones son: no sabía nada de eso, no tenía idea, no conocía”. Se afirma que hay un conocimiento o una información que se nos está ocultando, hay historias que no están siendo parte de nuestra historia, hay conocimientos excluidos como pueden ser las historias de las primeras operaciones de resignaciones de sexo o la no heterosexualidad en la educación que se mantienen como contenido prohibidos. Cabe preguntarse, siguiendo a valeria y otras feministas, ¿qué es un modo heterosexual de pensar? Uno sin preguntas, uno que asume que la identidad cualquiera sea es natural. Necesitamos entonces quebrar los modos hetero centrados del pensamiento.

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Esta lengua, que no es la lengua del amo, es una interferencia, es más lengua, es más ronroneo. No es el lenguaje transparente. No es un texto transparente, sino que es un “hablamiento” que se opone a una comunicación que produce capital. Hoy la comunicación transparente, sencilla y políticamente correcta produce capital y plusvalía cuando ciertas identidades se expresan y toman un lugar. valeria reivindica “la experimentación más torcida y desvíante.” Aquí no es necesario entender una identidad, no es el sentido buscar explicar un proceso social o una política feminista programática ¿cómo podríamos explicar la sexualidad? ¿Acaso alguien puede pretender tener la razón sobre la sexualidad? ¿Acaso alguien podrá comprender el sexo? Sí algo he aprendido es que la sexualidad es un proceso de investigación constante, nunca es idéntico, siempre supone transformaciones más cotidianas, excitantes o frustantes. Es conocimiento personal y colectivo. Pensar en las trayectorias de cada una de nuestras sexualidades como procesos no idénticos, no resumibles a categorías, supondrá reconocer un modo político feminista del cuerpo que hace que la sexualidad no reduzca su potencial político. La sexualidad no debe ni puede explicarse en palabras sencillas, esto sería traicionar nuestra política en post de la búsqueda de un exitismo pro familia, pro políticas liberales, ya que “el imperativo tiránico de ese entender supone la supresión de toda curiosidad, disloque o alboroto, todas tácticas que abisman a la propia subjetividad a la exposición de la contingencia” (15).

Considero que este texto es fundamental para la trayectoria de una reflexión feminista y disidente sexual localizada en el sur ya que aquí estos activistas, artistas y estudiantes no se entrampan en discusiones antiguas con Feminismos reaccionarios a una escritura creativa o que aún creen que el feminismo es sólo para mujeres biológicamente asignadas. Sino que la intensidad del trabajo intelectual y crítico está en proponer pautas, prácticas y ejercicios sobre cómo desmontar la lengua del patriarcado en nuestros contextos sureños y trans andinos. Es un feminismo que a través de la conversación, la revisión biográfica, la re escritura y el atentado contra la heterosexualidad busca generar transformaciones en el modo de hacer feminismo. No es un feminismo de grandes políticas, sino que como dijera Bell Hooks se trata de luchar contra “ese enemigo interno” que todas tenemos. Este texto promueve las escrituras locales disidentes biográficas, escrituras feministas donde lo cotidiano local es pensando. Obviamente debemos asumir que no se trata de una política heroica, sino de un feminismo disidente que muchas veces es “lento y solitario”, que se hace muchas veces desde la “precariedad económica” porque no sólo las ricas pueden y deben escribir. Así lo describe flores: “Escribir en el activismo feminista y de la disidencia sexual tal vez sea un oficio de riesgo. Una tarea más de abandono que de amparo, de deserción de los formatos conocidos, del desapego al ojo occidental burgués hetero patriarcal racializado adherido a nuestra retina” (19).

Es así que con un giro transandino puedo decir que ya no leo a Butler, leo valeria flores.

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