dilluns, 8 d’octubre del 2012

Explicación antropológica de la omnigamia humana, Susana Moo



Es interesantísimo imaginarnos cómo serían los hábitos sexuales de nuestros ancestros primitivos, aquellos que habitaron la Prehistoria. Hasta hace poco todas las recreaciones apuntaban a que vivíamos en clanes donde los machos dominantes ejercían su poder y fornicaban a la fuerza con las hembras, a las que arrastraban por los pelos para demostrar su hombría y consumar. Esta idea de un hombre primitivo de sexualidad embrutecida ha estado muy influenciada por la observación de la vida en comunidad de nuestros primos hermanos los chimpancés, los primeros simios que fueron estudiados por los antropólogos.

La sexualidad chimpancé es animal en el sentido en que el sexo cumple una mera función reproductiva. Se aparean y no le dedican ya demasiadas atenciones al asunto. Lo hacen multimacho-multihembra, es decir, no forman parejas monógamas. Ellas son penetradas exclusivamente desde atrás solamente cuando están ovulando. Cuando la chimpancé está fértil, se le enciende llamativamente la vulva mostrando toda la gama de los carmines chanel. Ello avisa a los machos, que se encabronan entre ellos para ser los primeros en montar. Son agresivos, peleones, territoriales y de vez en cuando asesinan a las crías para que la hembra vuelva a estar disponible y fecundarla de nuevo, esta vez con el exclusivo semen de sus propios testículos.

Es cierto que algunos modos de estos chimpancés tienen similitudes con costumbres humanas, pero sin lugar a dudas, y por suerte, nos parecemos más a los bonobos, otros primos que fueron estudiados por los antropólogos mucho después y que traen alucinada a la comunidad científica, especialmente por su comportamiento afectivo y sexual.

Los tres simios: chimpancés, bonobos y humanos, compartimos raíces y el 98% de información genética. La escisión se produjo hace unos 6 millones de años y la biología sexual de bonobos y humanos siguió rumbos paralelos. Las bonobas, como nosotras, no tienen los órganos sexuales expuestos, sus vulvas están orientadas hacia la parte frontal del cuerpo, como las nuestras, y están dispuestas para la cópula durante todo el ciclo, incluso poco después de haber parido.


Utilizan el sexo como canal de comunicación, para divertirse, para eliminar tensiones y para crear lazos, algunos muy intensos. La afectividad en la vida sexual de los bobonos es fundamental. Se besan con lengua, se miran a los ojos largamente antes de copular y también mientras copulan, se masturban a sí mismos y a los otros, conocen los encantos de la felación y del cunilingus y practican un montón de posturas, incluida la ventral-ventral (misionero). También disfrutan del sexo homosexual.

Los bonobos se organizan en matriarcados, donde el peso social de las hembras crece en función de su edad y de su capacidad por generar concordia en el grupo. Son pacíficos y muy muy promiscuos. Por ejemplo, cuando se topan con un vergel de alimentos, para evitar la agresividad que produce la excitación egoísta por ser los primeros en comer, copulan y mastican a un tiempo. Así consiguen compartir con gusto. O lo que sucede cuando se encuentran dos clanes de bonobos, que en lugar de enzarzarse en trifulcas territoriales, se montan fantásticas orgías, donde participan todos, jóvenes, viejos, fértiles e infértiles. Jamás matan a las crías ¡imposible saber si son suyas o del colega!

Ahora bien, de todas las criaturas de la tierra ninguna es tan creativa y persistentemente sensual como el sápiens, es decir, nosotros. La evolución se esmeró en potenciar nuestro dispositivo de placer sensual. Nuestro diseño es alucinante: piel sin pelo para que las caricias sean más intensas, falos inmensos -triplican a los de los chimpancés y duplican los de los bonobos, son más gruesos y más bonitos-, senos voluminosos en las hembras … todo nos avisa de que nuestras hordas primigenias actuaban de forma similar a los bonobos: libre albedrío, amor deshinibido y multiparejas, el sexo como conducto de buena convivencia. No me negareis que algo bello perdimos en el camino evolutivo.

Por favor, si todavía no habéis firmado mi manifiesto sexual, ved los videos que adjunto ¡no os los perdais!
Rutina bonoba
Solicitando mimitos
Bonobo party sex

El libro que ha inspirado esta reflexión es “En el principio era el sexo”, de Christopher Ryan, Cacilda Jetha.

republicado de susano moo

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