El filósofo anarquista Peter Lamborn Wilson (aka Hakim Bey) comparte su visión vitalista del amor, la fuerza que permea el cosmos y que no necesita ser buscada fuera de sí, sino ejecutada desde dentro y compartida con el mundo, entre hombres, mujeres, animales, piedras, montañas, estrellas y galaxias: el verdadero erotismo no conoce de moral ni de límites.
Hakim
Bey (nombre de pluma alterno de Peter Lamborn Wilson) es sin duda unas
las figuras más interesantes del pensamiento contemporáneo. Al margen
de la cultura oficial, Bey ha sembrado una filosofía que llama a la
rebeldía poética y que vincula la tecnología con el misticismo árabe y
las utopías piratas de siglos atrás. Sus ideas son como una
infraestructura metafísica dentro de la ideología de los hackers,
piratas cibernéticos y artistas que practican la anarquía y el
“terrorismo poético” (esa serie de travesuras estéticas). En su obra
maestra TAZ, Bey plantea una liberación socioenergética a través del
éxtasis, el caos, el erotismo, la brujería y la indivdualidad.
Una de
las propuestas más vitales de la ecología moderna –el hermetismo verde–
tiene un estimulante paralelo en las “zonas temporalmente autónomas” de
Bey, microsistemas independientes como aquellas islas de piratas –lejos
de las leyes y los monarcas– donde se forja una nueva economía
autosustentable bajo la bandera del arte sagrado y la libertad
irreprimible, llevando la sensualidad, esa conexión de banda ancha con
la tierra, a un principio eudaimónico.
Hakim Bey, consagrado al erotismo
místico sufi y al hedonismo salvaje de los poetas malditos, ha
desarrollado un marco conceptual para el amor y la energía sexual que
merece retomarse. Siguiendo el pensamiento místico de la antigua Grecia,
que concebía al amor como una fuerza de la naturaleza que poseía a los
hombres (los dioses fluyen por la sangre e incendian el corazón) o como
la energía orgónica de Wilhelm Reich, Bey llama a rendirse antre el
flujo primordial de la naturaleza para liberar al erotismo de la lógica
del mercado y de los esterilizantes de la razón.
El amour fou sólo se
cría por accidente -su objetivo principal es la ingestión de la
Galaxia. Una conspiración para la transmutación.
El amour fou implica
una sexualidad no ordinaria en la medida en que la brujería exige una
conciencia no ordinaria. El mundo anglosajón post-Protestante canaliza
toda su sensualidad reprimida hacia la publicidad y se escinde en turbas
enfrentadas: mojigatos histéricos contra clones promiscuos y antiguos
ex-solteros. El AF no quiere unirse al ejército de nadie, no toma parte
en las Guerras de Género, se aburre con la igualdad de oportunidades en
el empleo (de hecho rehusa trabajar para vivir), no se queja, no da
explicaciones, nunca vota y nunca paga impuestos.
El amor como la divinidad de la locura,
arrastrando al cuerpo del hombre como los cuerpos celestes coleccionan
lunas y cometas. Bey evoca la folie de Baudelaire, el corazón
al desnudo, la manda: “embriagaos”, conjugándola con cierta psicología
jungiana de la indviduación, arrellanádandose en la voluptuosidad de la
luz:
Siempre borracho, ya
en el vino de sus propias secreciones o en el humo de sus propias
virtudes polimorfas. No es el trastorno de los sentidos sino más bien su
apoteosis -no el resultado de la libertad sino su precondición-. Lux et voluptas.
En su texto La Revolución Feral, escribiendo
bajo su propia identidad, Peter Lamborn Wilson llama, con ecos de
Baudrillard, a desatar al erotismo de los engranes del capitalismo y a
tener relaciones eróticas no sólo entre hombres y mujeres (y hombres y
hombres y mujeres y mujeres y todas las variaciones), sino también con
árboles, flores, animales, moñtañas, estrellas y galaxias. El amor, si
es, está en todas partes.
Si hemos de
experimentar la infinita energía del amor sexual, la divinidad salvaje
de nuestros cuerpos en éxtasis, debemos de liberarnos de la economía del
amor [...]. Para liberarnos de la economía del amor, el amor no debe de
ser una escasez para nosotros. Mientras que en el cosmos salvaje
abundan los amantes, la cultura de la comodidad nos ha robado esto. Por
lo que nos queda una forma de liberranos de estas escasez de amor.
Neceistamos aprender a amarnos, descubrirnos a nosotros mismos como una
fuente de placer tal que nos enamoremos de nosotros mismos. Después de
todo, ¿no es mi cuerpo la fuente de los placeres que siento enamorado?
¿No son mis nervios, mi carne, mi piel cintilante las vastas galaxias en
las que esta energía ilimitada fluye? Cuando aprendemos a estar
enamorados de nosotros mismos, a encontrar en nosotros la fuente de
interminable placer erótico, el amor nunca puede ser escaso, porque
siempre nos tendremos como amante.
El amor así entendido por Peter Lamborn
Wilson no es una relación de intercambio, como el que ocurre entre
divisas, es una emanación omnidireccional; tampoco es un recurso
agotable, como el petróleo, es el propio ser que permea el cosmos; no
requiere de permiso o aprobación, es un flujo eléctrico incontenible. El
rapto místico sigue:
Y cuando nos amamos a
nosotros mismos, la alegría ilimitada de Eros fluirá a través de
nosotros derramándose libremente en el mundo. No suspiraremos por el
amor debido a la necesidad, sino que compartiremos nuestra vasta energía
erótica con cualquiera que se abra a ella. Nuestros amantes serán
hombres, mujeres, niños, plantas. flores, animales no-humanos, montañas,
ríos, océanos, estrellas y galaxias. Nuestros amantes estarán en todos
lados, porque nosotros mismos somos amor.
Palabras que quizás podrían encontrarse
en Rumi, Gibran o Eckhart, una política del amor cósmico, totalizante,
ecos del mistisicmo de todas las eras. No sin un cierto dejo
autosuperacional, que para algunos podrá rayar con lo cursi y con la
ingenuidad optimista –que fácilmente se entrega al amor, como si esto y
éste fuera tan simple. Y, sin embargo, parecen inobjetables,
irrefutables e irresistibles para cualquier sentimiento humano profundo,
para aquello que se apoya en la esencia incandescente de la existencia .
republicado de pijama surf
Twitter del autor: @alepholo
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