Son los rayos invisibles que me duelen y me escuecen, la verdad más absoluta de la ira cotidiana. No quisiera verte cerca cuando explote mi conciencia, no seré yo quien pretenda ser más ni menos. Recordando cuantas veces soñé con la vida breve tropecé con el misterio del azul más infinito. Parece no tener sentido pero avanza lentamente, como dice el dragón dentro de ti, “suele ser pronto para recordar”. Nadie quiere morir, sobretodo la gente que espera llegar algún día al paraíso. Por suerte, ¿suerte?, nuestro destino, escrito o no, será el mismo: la muerte. ¿Pero hay alguien qué quiera vivir eternamente? Vaya fanatismo del sadomasoquismo. Vivir ahora es seguir muriendo y yo nazco cada noche como muero cada día.
Nadie puede verse pequeño, nadie se puede infravalorar. Como dicen, uno es tan grande como el enemigo que eligió para luchar. Aportamos lo que somos y lo que aportamos nos acerca a otras personas que reflejan eso mismo. No hay techos en la vida, sólo en las casas, que son refugios de esta miseria cotidiana, nunca trampolines al vacío. Los dientes son importantes para comer y para morder a quien más deseas, pero no son imprescindibles. La lengua, como el gota a gota, mella cualquier roca.
Si quisiera saber qué es el ego, ya me habría rajado el pecho, abierto la cabeza y escupido desde lo más hondo. Somos espejos que reflejamos lo que nos ofrecen y cosechamos lo que sembramos. Tú sabrás si siembras odio o amor, si das o retienes. Ese es nuestro lugar, el que pintamos, el que cantamos, el que escalamos. Lo descubrirás sin freno, sin límite, sin casco, sin ropa.
Nunca esperes nada de nadie pues morirse es de sabios ni condiciones la vida de nadie pues el golpe es proporcional al entusiasmo que albergas. Ese error es trágico, es la mecha que prende la cuerda floja de las relaciones, el cañón del hombre-bala que lo lanza donde nadie ve ni oye, pero sí siente y padece. No ofrezcas miedo y no lo recibirás. Los molinos de viento son bonitos de lejos, terribles de cerca, fascinantes con los ojos cerrados. El mundo está lleno de consejos, quémalos, no sirven de mucho.
Mis límites son las personas físicas. Y es triste verse torcido, rarísimo, un bicho malo, un espiral inquieto que daña y ensombrece, una entrada sin salida. Parecer una nube grande, grandísima, grandiosa, que fascina y tapa el sol es una asquerosa mierda enorme. Ser un misterio es una defensa, no siempre y no sólo por mí mismo. El misterio acerca, atrae y ciega. Atrapa, si te dejas.
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