Si crees que “sí” es la respuesta a estas preguntas, el
diagnóstico es claro: sufres dependencia emocional. ¿Y qué se entiende
por dependencia emocional? Podría explicarse, en pocas palabras, como la
necesidad de tener a otras personas (pareja, hijxs, familiares) para
poder vivir. Es decir, por ejemplo, el desear que hagan las cosas por ti
porque no confías en tus capacidades o depender de sus opiniones para
tomar tus propias decisiones. Pero la lista de síntomas no acaba aquí.
Según A.I.S. (Atención e Investigación de Socioadicciones), “es más frecuente encontrar este trastorno en mujeres que en hombres (75%)”. ¿Por qué?
Creo que no es necesario narrar la historia de Cenicienta o
la de Blancanieves. Estas princesas, como todas las que aparecen en la
inmensa mayoría de cuentos de hadas, basaron la búsqueda de su felicidad
en mantener una relación con el príncipe de turno. Unas lo hacían
huyendo y limpiando para siete enanos, otras ofreciendo su voz (qué
simbólico ¿eh?) a brujas a cambio de tener piernas, pero todas
coincidían en lo mismo: necesito estar con él para ser feliz. La
empresa Disney, entre otras muchas destinadas al (neg)ocio infantil, han
sido las encargadas de fomentar la dependencia emocional en niñas de
tantas generaciones, que más tarde serían mujeres.
Yo crecí en una familia en la que primó, por encima de
todo, el miedo. Miedo al “qué dirán”, al futuro y a las desgracias. Este
continuo estado de pánico fue inculcado a mi abuela, que a su vez educó
a sus hijas con tales principios. El miedo es un arma muy poderosa que
instituciones y élites políticas, religiosas y económicas utilizan a
favor de sus beneficios e intereses. En las esferas privadas del hogar y
la familia, el miedo se filtra a través de creencias y costumbres
patriarcales destinadas a subyugar la autoestima e integridad mental
de madres, hijas y/o esposas. Si nuestro sistema promueve un tipo de
mujer dependiente, y por ende inferior, ¿Cuáles pueden ser los
“monstruos” con los que amenazarlas? El miedo al rechazo y abandono por
no ser lo suficientemente guapa, joven o delgada es algo que atormenta
diariamente a millones de mujeres. La soledad, o mejor dicho la independencia, es una posibilidad que casi ninguna se plantea en su vida.
¿Por qué creemos que ser “madre de” o “esposa de” supone
algún crecimiento personal en la vida de alguien? ¿Sólo si aceptas el
“papel” que se te adjudicó te sentirás realizada? ¿Qué ocurre cuando te
niegas a pasar por el aro?
Es muy sencillo. La mejor estrategia para mantener sumisa a
cualquier persona consiste en prometerle su felicidad. Si las
religiones utilizan el cebo de la “vida eterna”, el patriarcado te
asegura ser “amada por un buen hombre” si, claro está, cumples
las expectativas. Detrás del proteccionismo y los falsos cuidados que se
prometen se ocultan ansias de autoridad que aparecen cuando una mujer
comienza a plantearse su rol. “¡Sin mí no eres nadie!”, te dirán.
“Tienes razón, pero prefiero ser “nadie” que ser tu sombra”. Claro está
que en el momento que dices “¡Basta!” se te tachará de loca, exagerada,
malagradecida, insoportable… Y otras tantas perlitas.
El gran problema de ser emocionalmente dependientes radica
en que nos ponemos a merced de nuestros miedos y de los caprichos
ajenos, y, por tanto, nos limitamos a la hora de alcanzar la libertad
que anhelamos. Aunque no lo creamos, nos han
encerrado en numerosas y diversas jaulas a medida que crecíamos. La
educación, la familia o los patrones culturales son determinantes a la
hora de concebir nuestra propia valía. La auténtica emancipación sólo es
posible a través de la destrucción de tales patrones de dependencia.
Para concluir, quisiera recordar que hoy en día existen
muchísimas parejas “alternativas” a este estándar amoroso. Simplemente
debemos deconstruir los valores y moldes que hemos ido adoptando a lo
largo de nuestra vida. Así evitaremos relaciones basadas en la
sumisión/subordinación y en la aprobación ajena, y superaremos ese
gigantesco temor a vivir independientemente. Entonces, seremos mucho más
libres.
Aprendamos a diferenciar entre un “te amo” y un “te necesito”.
Para más información: “Dependencia emocional” http://www.ais-info.org/dependenciaemocional.html
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(Todas las imágenes son del gran autor Quino)
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