dilluns, 17 de novembre del 2014

Poligamia otoñal (I), M. Molina

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Foto: Ryan McGinley

La tensión flotaba en el ambiente como lo hace el rocío cada mañana húmeda. Hacía poco más de dos semanas que habíamos planeado esta noche a la que habíamos llamado “Afrodita call” en honor a la diosa griega que se ocupaba de la belleza, la lujuria, la sexualidad y la reproducción. Aunque la idea había sido alumbrada entre cervezas y humo de cigarros aliñados por piedras narcóticas venidas de Marruecos, cuando Lucas volvió a sacar el tema estando sobrios todos confirmamos la apetencia de implicarnos en un “ménage à trois” ampliado a cuatro. Ninguno teníamos mayor experiencia que la adquirida tras usuales relaciones heterosexuales y superficiales encuentros homosexuales resultado de altas dosis de alcohol. Los únicos lazos que nos ataban eran los de una amistad que creíamos que no se resentiría compartiendo algo más que abrazos. Y ahí estábamos con la sangre en las mejillas y toda nuestra ropa acumulada bajo un árbol, esperando a ver quién cogía la batuta y dirigía este cuarteto al que el instinto poligámico había convocado en un paisaje otoñal.

Las últimas hojas que resistían la caducidad de su existencia caían sobre nuestros cuerpos buscando sostén en los recovecos de la anatomía humana. Pablo aprovechó que una de ellas descansaba en la clavícula de Laura y empezó a acariciar su cuello, espalda, pechos y labios. Motivada por los sonoros suspiros, besé las manos de Lucas y las dirigí hacia mi tez, mientras mis dedos iban memorizando la suavidad y aspereza del cálido cuerpo que tenía delante. Afrodita supervisaba cada uno de los movimientos de pelvis, suspiros o erecciones de sus fieles, que nos negábamos a llegar al orgasmo sin tastar previamente el gusto de los otros lujuriosos que se revolcaban desnudos sobre el follaje. “¿Por qué la sociedad tacha de anormal el sexo que reúne a más de dos personas en un mismo lugar?” reflexionaba mientras Lucas se perdía entre mis piernas siguiendo el ritmo de los asilvestrados gemidos de nuestros futuros acompañantes.

republicado desde cultura copular

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