el amanecer que alumbra
las mañanas amarillas
y las tardes de color naranja,
despierto bajo la complicidad
de tus ojos palpitantes de vida
y de amores inciertos;
voy a meterme en la ducha
y voy a esperar tu asalto vespertino,
el suelo es tembloroso
y yo tengo ganas de una siesta en tu pecho
con el calor de tus manos,
y te miro…
te miro con una sinceridad descarada,
y aunque parezca mentira
te pones colorado cuando te miro
y sueño mucho…
mucho resulta ser poco
y vuelvo a despertar,
¡ qué irónico despertar!
despertar, justo,
cuando estoy a media punta de tu nariz
y a un centímetro de hacer
un trueque de saliva con tu boca.
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