Queremos que nos quieran, pero a
nuestra manera.
Nos enamoramos, nos ilusionamos, nos
decepcionamos, frustramos, y a veces incluso pensamos que eso del
amor, de la pareja no debe estar hecho para nosotros.
Muchos de los conflictos que viven las
parejas están motivados por la frustración que uno o ambos miembros
sienten cuando esperan del otro que haga, diga o sienta en esta o
aquella situación. Pero lo que acaba sucediendo es que nuestra
pareja no hace ni dice aquello que nosotros esperamos que haga.
Interpretar e incluso adivinar los
motivos o causas que han llevado a la pareja a reaccionar de tal o
cual manera es una práctica al uso en todas las relaciones. Tendemos
a medir las conductas y verbalizaciones o no del otro por nuestro
particular patrón que no es otro que nosotros mismos, y desde ahí
comenzamos a encontrar explicación a lo acontecido: “Dice que no
le pasa nada porque seguro que está enfadado; me dice que le deje en
paz porque lo que le ocurre es que ya no me quiere…; si no me ha
cogido el teléfono seguro que es porque estaba con alguien que no
quería que yo supiera; no me dice nada porque estará pensando que
ya está harto de mi; no se fija en mi porque ya no le gusto; no me
dice la verdad para no hacerme daño…” Y así un sin fin de
pensamientos que acaban llevándonos a sentirnos tristes, rabiosos,
frustrados y sobre todo generando mucha ansiedad que favorecerá el
que nuestra actitud para con nuestra pareja sea de reproche.
Pensamos que conocemos al dedillo a
quien comparte con nosotros techo, que sabemos cómo reaccionará
ante esto o aquello; que el que ponga este o aquel gesto quiere decir
que le pasa tal o cual cosa, porque el haber compartido tantos años
juntos nos otorgan tal “arte” y curiosamente nada sabemos de sus
deseos y preferencias dentro y fuera de las sabanas, aunque a veces
sin nunca haber hablado del tema, algunos presuponen saberlo.
Lo cierto es que adivinos adivinos, no
somos. Y que aunque creamos conocer a nuestra pareja tanto como para
saber las motivaciones que esta puede tener para actuar de una manera
determinada, posiblemente en la mayoría de las ocasiones nos
equivoquemos.
Cada persona somos diferentes, y así
lo son nuestros intereses, motivaciones y la forma de sentirlo y
expresarlo. Esto todos dicen saberlo, pero lo cierto es que
interiorizarlo y ponerlo en práctica parece estar algo más alejado.
Realmente ¿resulta tan complicado limitarnos a escuchar lo que
nuestra pareja nos dice sin que esto conlleve una interpretación de
lo dicho o hecho?
Podemos pretender o exigir, que alguien
que es introvertido, que le cuesta expresar sus emociones ¿nos diga
lo mucho que nos quiere y nos echa de menos cuando no estamos a su
lado?
No deberíamos, sin embargo lo hacemos
basándonos en lo que para nosotros es lo normal. Esperamos que hagan
un despliegue de sus emociones y nos las muestren tal cual nosotros
lo haríamos, porque claro, nosotros es que sí lo hacemos… Y
cuando por respuesta obtenemos silencios inciertos lo que
interpretamos es que el amor se ha ido de la mano del deseo.
A expresar sentimientos también se
aprende, pero esto no nos lo enseñan en la escuela y tampoco los
padres suelen hacerlo, posiblemente porque a ellos tampoco les
enseñaron.
Y entonces ¿qué hacer ante la
necesidad de que nos cuenten, nos digan, hagan y nos quieran como
nosotros queremos?
Seguiremos...
republicado de sexualidad positiva
¿¿¿Yo...???: ¡voy a follarte DURO!
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