dilluns, 1 d’octubre del 2012
Wilhelm Reich: mártir por el sexo; Susana Moo
Wilhelm Reich (1897-1957) la palmó en una cárcel estadounidense por culpa de sus investigaciones psico-sociológicas de índole sexual ¡qué brutos carajo!, ¿no deberían tener derecho los científicos a expresar los resultados de sus investigaciones? El pobre Reich murió entre rejas de un infarto, disgustado porque la Agencia de Drogas y Alimentos había dictaminado quemar sus inventos, destruir todos sus trabajos. Pero no sólo en Yanquilandia le tenían ojeriza a las ideas de Reich, ya Hitler había hecho hogueras con sus libros, y también los comunistas le censuraron y botaron del partido. Le tacharon de loco, de excéntrico pero, si tan pirado estaba ¿para qué tantas molestias? ¿qué clase de ideas tan subversivas podía tener Reich para incordiar a fascistas, a comunistas, a capitalistas?
Reich fue un médico, psiquiatra y psicoanalista austríaco que dedicó su vida al estudio. Estaba fascinado por la complejidad del sistema nervioso y por la ingeniosa disposición de los ganglios. Llegó a conclusiones como que el hombre, como todo lo viviente, necesita satisfacer el instinto sexual que la sociedad le niega, y que esa negación generalizada ha llevado al individuo en masa a un agudo conflicto. Las personas educadas en una atmósfera enfermiza en relación al sexo contraen angustia de placer -miedo a la excitación placentera- y ello repercute en la salud psíquica individual y colectiva y les convierte en caldo de cultivo de dictaduras, totalitarismos y abusos de poder.
Investigó, por ejemplo, las prácticas masturbatorias y se topó con que la mayoría de las personas no podían correrse sin fantasear, y que la mayoría de las fantasías no eran placenteras, sino crueles: soñaban con ser azotados, atados, torturados, con comer materia fecal, etc. Se encontró con multitud de corazas moralistas que acompañaban a los individuos a la cama y llegó a la conclusión de que para el hombre corriente, el acto sexual es, o un acto de mera evacuación, o una prueba de dominio. El sexo convertido en algo vil, íntimamente unido a la violencia, perdería casi todo su potencial placentero. La vivencia de esa sexualidad sería una caricatura de la verdadera sexualidad y nos convertiría en monigotes llenos de contradicciones, incapaces de entendernos a nosotros mismos, seres desvalidos que, al no poder confiar en nosotros mismos clamamos por una autoridad superior.
Fue discípulo directo de Freud, cuyas ideas le abrieron los ojos a un nuevo mundo de inconsciente, libido y neurosis. Pero después se desligó del psicoanálisis institucional porque los circunloquios de diván duraban demasiado y la cura, en caso de llegar, era lenta. Por aquel entonces, ya gran parte de los terapeutas consensuaban en que la mayoría de las neurosis tenían un origen de índole sexual, y que la satisfacción sexual llevaba a una notable mejoría en enfermedades como la histeria. Pero recomendar buenos polvos, buenos orgasmos, se les hacía cuesta arriba. Reich se atrevió. Se volcó en curar el cuerpo físico para mejorar dolencias psicológicas, implantó su propio método de trabajo: vegetoterapia. La curación consistiría en el desbloqueo progresivo de las tensiones ancladas en el organismo. Abrazaba, retorcía y estiraba los cuerpos de sus pacientes hasta que reaccionaban con llanto, risa, vómitos etc. Se dice que animaba a sus pacientes a quitarse la ropa, a levantar sus faldones y desprenderse de los refajos en terapia, lo cual dio pie a malintencionados dimes y diretes. Pero Reich metía la mano hasta donde hiciera falta porque creía ciegamente en el inmenso poder curativo del orgasmo. Tanto, como para promulgar su teoría del orgón y todo un método terapeutico basado en la capacidad orgásmica: la orgonterapia.
Antes de Reich se hablaba de potencia eyaculativa y erectiva, él incluyó el concepto de potencia orgásmica, que sería la capacidad de abandonarse al fluir de la energía biológica, de descargar completamente toda la excitación sexual contenida, y entregarse a la intensidad del placer. En el caso de impotencia orgásmica -la cual sufren, según Reich, la mayoría de los seres humanos- la energía está bloqueada y se convierte en fuente de las más diversas conductas irracionales. La salud psíquica depende, pues, de la potencia orgásmica o capacidad de placer. Y Reich inventó un instrumento para medir esta potencia: el orgonoscopio, un aparatejo que medía la energía orgónica de los pacientes.
Reich fue un idealista que creyó posible cambiar el mundo, que trabajó como un loco para mejorar a la humanidad y estaba convencido de que ello pasaba por ser genitalmente potentes. Para el individuo genitalmente potente, la sexualidad es una experiencia placentera y nada más. Pero esa satisfacción le lleva a estar contento con la vida. El deber en el trabajo queda emplazado por el goce alegre de trabajar. Si las sociedades estuvieran formadas por individuos con esa enorme capacidad de placer, sus ciudadanos serían activos participantes en el proceso de desarrollo de la responsabilidad colectiva y se fundaría un nuevo tipo de gobierno: la democracia participativa.
Según Reich, urge una reforma sexual radical. Para enfrentarnos a una reforma social radical tendríamos que cargarnos entre 4 y 6 millones de años de errores, tantos como los que lleva vigente el patriarcado y su supremacía de los valores económicos de poder.
Todo, todo, lo hemos hecho fatal: las Iglesias “hay sólo un paso entre la dictadura de quienes representan a Dios en la tierra a la de quienes desean reemplazarlo”, la familia tradicional autoritaria: “familitis” que potencia la domesticación sumisa del individuo, y por supuesto la pornografía y la sexualidad de burdeles que promueve el gangsterismo sexual.
Seamos responsables de una vez, recuperemos la capacidad de amar, de orgasmar.
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Bibliografía básica:
La Función del Orgasmo. Wilhelm Reich.
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En España hay muchos centros que trabajan siguiendo la metodología de Reich, por ejemplo:
Clínicas Reich
Fundación Wilhelm Reich
republicado de erotómana
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