Vuelvo de mis vacaciones de mes y medio en el sudeste asiático, bronceada, con los chakras abiertos de par en par y con plena conciencia de mi condición de turista occidental privilegiada, para encontrarme en mi inbox con una proposición que me sorprende: escribir un artículo sobre la pornografía en Occidente. Me sorprende que todavía interese reflexionar sobre la pornografía.
En una de las cabañas de playas
lejanas donde tuve el placer de pernoctar en mi viaje, concretamente en
Nagari Sungai Pinang, me encontré con un libro que amablemente había
dejado el occidental turista que me precedía. Un libro al que se ha
calificado como porno para mamás, best seller porno y demás porno
chorradas. Se llama 50 sombras de Grey. Me lo leí en dos tardes y ofrecí el ejemplar para la hoguera en la playa del último día. Si se califica un libro como 50 sombras de Grey como pornografía en un medio periodístico, el porno ya no tiene sentido. Me explico. 50 Sombras de Grey
no es pornografía, es una novelita rosa de pésima calidad literaria. Y
punto. Pero hoy en día está de moda llamar a cualquier cosa pornografía.
Publicar un titular en el periódico con la palabra "porno" en la
sección de cultura funciona. Ensayos sobre la experiencia pornográfica
ganan premios nacionales. Los centros de arte acogen muestras sobre la
relación entre arte y pornografía. La pornografía ya es cultura popular.
Las tesis doctorales sobre pornografía se suceden. La pornografía ya no
asusta a nadie. Las feministas hacen porno. Tu abuela hace porno.
Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía.
Se decía que generaba violencia contra la mujer. Que era sexista y
machista y que representaba a las mujeres como objetos sexuales. Ojalá.
Ojalá la culpa fuera del porno y erradicándolo acabáramos con una
sociedad sexista. Sería tan sencillo.
El feminismo
adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el
porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno. Feminismo pro-sex, movimiento postporno,
pornografía feminista, porno hecho por mujeres. Las políticas
feministas más radicales y los posicionamientos anticapitalistas
empezaron a producir material sexualmente explícito que ha tenido una
gran aceptación en el mundo del arte y la cultura. Y entonces la
industria del porno se inventó el porno para mujeres, que viene a ser
algo similar a la literatura para mujeres, es decir, un sinsentido.
Material pornográfico en el que se vende una sexualidad femenina
estereotipada y ridícula, una sexualidad en la que la iluminación es
suave y ellas llevan ropa de marca.
Afortunadamente también hay buen porno dentro del mainstream. Como dice Lydia Lunch en el documental Mutantes. Feminismo porno punk
de Virginie Despentes, si vas a una tienda de música y escoges
cualquier cosa al azar, probablemente sea una mierda. Con el porno pasa
lo mismo, hay que conocer y saber elegir. Porque la pornografía es un
reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven
reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la
mujer es asumida como parte de nuestro día a día. Esto es Occidente. Y
no hay nada mejor ahí fuera. Por eso me sorprendo cuando descubro
sociedades como los Mosuo, una sociedad matriarcal que cuenta 56.000
personas y que se encuentra entre las provincias de Yunnan y Sichuan, en
el sudoeste de China.
En la sociedad Mosuo, a las
mujeres se les construye un cuarto propio cuando cumplen los 13 o 14
años. Ese cuarto tendrá una puerta al interior de la casa y otra al
exterior. Durante la noche, ella puede invitar a quien quiera a
compartir su lecho. La única condición es que su amante se vaya al alba.
Puede tener el mismo amante durante años o puede cambiar cada noche. Se
considera que esta es su intimidad. Los hijos que pudiera concebir
durante su vida serán criados en la casa familiar. No existe el
matrimonio. No existe la paternidad tal y como la conocemos. Los hombres
ejercen de padres de los hijos de sus hermanas. La paternidad biológica
no es relevante. La palabra utilizada para denominar al padre y al tío
es la misma.
Lo que me llama la atención
poderosamente de este tipo de organización social es la libertad sexual
de las mujeres y la libertad sexual de la sociedad en general. Es fácil
darse cuenta de la utilidad primaria del matrimonio en Occidente: el
control de la sexualidad de la mujer. El hombre puede saber con
seguridad quiénes son sus hijos biológicos y así legarles su patrimonio.
Y es un sistema relativamente reciente. Surgió con la agricultura, la
ganadería y, por supuesto, la propiedad privada. Hace apenas unos 10.000
años.
Yo creo que tener un hijo de padre desconocido supone la
acción esencial feminista hoy en día. O más bien la acción esencial
feminista sería la paternidad múltiple. Sentir como propios y cuidar de
todos los niños de nuestra comunidad. Ejercer de padres en plural.
Es fundamental que tengamos en cuenta la conexión entre capitalismo
salvaje y control de la sexualidad de la mujer. Esta crisis económica en
la que nos vemos sumergidos es una consecuencia lógica de un sistema
que ha primado la avaricia y el poder sobre la sexualidad placentera y
el bienestar de las criaturas. Como dicen Christopher Ryan y Cacilda
Jethá en su libro En el principio era el sexo
(publicado por Paidós recientemente), es nuestra condición fuertemente
sexuada lo que nos hace humanos. El resto de los animales, o la gran
mayoría, follan cuando están en celo, con fines reproductivos. Y cuanto
más abundante y múltiple es la vida sexual de una especie, más armoniosa
y pacífica es su convivencia. Se nos ha vendido el matrimonio y la
monogamia sexual como nuestro estado natural, cuando es el estado
natural del capitalismo.
La brillante teórica
española Casilda Rodrigáñez va más allá, señalando como problema
fundamental la represión del deseo materno y el estado de sumisión
inconsciente al que nos lleva. El embarazo, el parto y la crianza son
estadios sexuales de la mujer. Hay mujeres que viven partos orgásmicos,
sí, que se corren al parir. Mientras el resto de nosotras se retuerce de
dolor. Aquí hay algo que no funciona. Que no tiene sentido. Aquí hay
algo por lo que merece la pena luchar.
Vayamos a la
raíz del asunto, que no es tan difícil. Mientras nos aporrean en Neptuno
y donde haga falta, somos capaces de reconocer la violencia del estado y
no lo somos tanto para identificar la violencia que se ejerce hacia la
mujer y consecuentemente hacia nuestra sociedad. Vengo de Sumatra, en
Indonesia. He conocido una sociedad matriarcal de unos cuatro millones
de habitantes, los Minangkabau, en la que la violencia hacia la mujer es
sencillamente inadmisible. Me daba vergüenza hablar de la realidad de
mi país. En mi país a las mujeres las pegan y las violan. Las mujeres y
sus hijos son asesinadas por sus parejas. Bienvenido a Occidente.
A mí no me preocupa que la pornografía mainstream
sea sexista. Me parece lógico. Tenemos el porno que nos merecemos.
Antes yo era una chica más optimista, pensaba que creando otro tipo de
imaginario sexual, podríamos cambiar el mundo. Pero tenemos que
identificar la crisis real a la que nos enfrentamos. Un importante
hombre del país es, o al menos lo fue, un gran aficionado al sexo anal
con los miembros de su propio género, pero se vio obligado a casarse y
tener hijos para poder continuar con la carrera que le ha llevado a
donde está. Y que nos ha llevado a todos a donde estamos. Esta
organización social que vivimos en Occidente y que hemos exportado tan
eficazmente al resto del mundo está basada en la represión de nuestra
sexualidad y en la acumulación de bienes materiales a toda costa. El
dinero no da la felicidad, dicen, pero ayuda si formas parte de una
sociedad capitalista.
La felicidad es vivir en una
sociedad en la que podamos colmar todas nuestras necesidades sexuales y
afectivas, en la que se prime el bienestar de las criaturas, en la que
la acumulación indiscriminada de bienes no sea el fin último. Porque hay
para todos. No tengamos miedo. Vivamos en la abundancia. Que la
pornografía sea lo que siempre debiera haber sido, un sencillo juego que
refleja nuestra sana curiosidad por explorar el sexo.
republicado de eldiario.es
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
¿Qué te ha parecido este texto? ¿Algún comentario?