Somos como las plantas:
Nuestra piel es hoja y nervadura
de pasiones hermosas
que bailan sin cesar.
Somos danza y danzar en el viento
es potestad de nuestras piernas sin raíces.
Todo cambia y nada permanece.
En el otoño, el follaje se desprende amarillo;
llueve oro en el atardecer.
No habría vida sin muerte.
No seriamos cuanto somos
si la conciencia no guardara experiencias ajenas
que misteriosamente se aposentan
en el aire interior cuya esencia desconocemos.
Y, sin embargo, así como Blake dijo:
"La eternidad está enamorada de la fabricación del tiempo",
es inevitable enamorarse de la creación
y sentir el dolor de no ser inmortales.
¡Ven!
Abandona el rencor por lo incomprensible.
Porque la vida se alimenta de la vida,
hemos de arder en la pira funeraria sin perecer.
Cantos y mitos nos sobrevivirán,
como sobrevive el árbol
que talado y yerto me sirve de apoyo
para escribir esta reflexión.
La experiencia de la vida es la pasión de beberla
hasta la embriaguez.
Amar, cantar, decir versos hermosos
y luego
dormir.