Esta imagen precisa de la prostituta, que nos gusta tanto exhibir, una mujer privada de todos sus derechos, de su autonomía, de su poder de decisión, sirve varias funciones. Principalmente mostrar a los hombres que quieren hacérselo con una puta, lo bajo que deberán caer para conseguirlo. De este modo, también se les arrastra a ellos hasta la célula familiar: todo el mundo a casa. Es también una manera de recordarles que su sexualidad es monstruosa, que crea víctimas y destruye vidas. Porque la sexualidad masculina debe seguir siendo criminal, peligrosa, asocial y amenazadora. Esto no es una verdad en sí, es una construcción cultural. Cuando impedimos que las putas trabajen en condiciones decentes, atacamos directamente a las mujeres, pero también buscamos controlar la sexualidad de los hombres. Echar un polvo cuando tienen ganas no debe ser algo agradable y fácil. Su sexualidad debe seguir siendo un problema. De nuevo, doble imposición: en la ciudad todas las imágenes invitan al deseo, pero el alivio debe seguir siendo problemático, cargado de culpa.
La decisión política que consiste en hacer de las prostitutas víctimas también cumple una función: marcar el deseo masculino, encerrarlo en la infamia. Que se corran pagando, si quieren, pero que para hacerlo tengan que meterse en el fango, la vergüenza y la miseria. El pacto de la prostitución "yo te pago y tú me satisfaces" es la base de la relación heterosexual. Hacernos creer que ese contrato es extraño a nuestra cultura es pura hipocresía. Al contrario, la relación entre el cliente varón heterosexual y la puta es un contrato entre los sexos sano y claro. Por eso, es necesario complicarlo de manera artificial.
Descarga Teoría King Kong, Virginie Despentes, Ed. Melusina, 2008
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
¿Qué te ha parecido este texto? ¿Algún comentario?