No tenemos ni la más remota idea de lo que son en realidad el apoyo mutuo, el cariño, la solidaridad, la ternura y la empatía porque nadie nunca nos lo ha enseñado y porque todavía no lo hemos aprendido —sin contar con que además cada cual tiene su propia idea...—. Vemos problemas en verdaderos aprendizajes, conflictos irresolubles en magníficas oportunidades, irremediables fracasos en éxitos rotundos. Y en el camino, muros que sentimos como obstáculos son más bien espejos mágicos para aprender del otro lado o para pintar alguna frase obscena como “Te amaré toda la vida” sin saber del todo qué es amar y qué es siempre.
Ahora, cierra los ojos. Hazlo, por favor. Ahora vuélvelos a cerrar imaginando que en tu vida sexoafectiva eres capaz de compartir y cruzar amantes sin malabarismos obscenos, organizar tríos y orgías sin máscaras ridículas, amar a todos y todas sin cadenas, bailar y cantar para seducir y dejarte seducir sin retrovisores, dejar volar caricias y besos a quien los quiera recibir sin etiquetas, abrazar sintiendo cada centímetro sin sonrojarte, soñar con una sonrisa en la cara sin pesadillas. ¡Imagina! Porque fantasear es el primer paso para que algo se convierta en realidad.
Y poder hacerlo abiertamente, sin esconderse, sin sábanas clandestinas, sin tener que ir a comprar hielo como excusa o inventar crucigramas para dormir al lado de quien realmente deseas en ese momento concreto. Y soñarlo libremente, sin traumas ni tristezas. Y expresarlo sinceramente, sin sufrimientos ni alejamientos. Y beberlo hasta la embriaguez, sin dolor ni celos.
Es como cuando entras en una heladería y no sabes qué gustos elegir para tu cucurucho pero tienes que escoger una, dos, tres bolas o más. No existe la palabra “equivocación” o “error” porque es un helado que seguro vas a disfrutar y porque tendrás más oportunidades de volver a elegir sabores diferentes para probar cómo saben así como sus diferentes combinaciones.
Ante la duda siempre podrás elegir horchata y leer a Eduardo Galeano: «Quiero verte y reverte y sentirte y tocarte y saborearte...». O si prefieres, granizado y seguir con el uruguayo: «Contamos las horas que nos separan de la noche que viene». Porque de entre todos los fueguitos, existen aquellos que «arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende». Quien no lo quiere entender es por eso: porque no quiere.
Y si es verdad que las fuerzas del aire, la tierra, el fuego, el mar y la luna tienen más poder que la gente humana, que hagan que los cuerpos y los espíritus de nuestros amores, amantes, amistades, cómplices y vecinas participen con nosotras de esta queimada convertida en bacanal por la vida. Y bailar en pareja o en grupo, como más te guste; y beber vino o mojito, como más te plazca; y cantar por chipirón o por camarón, nadie te lo podrá impedir. Eso sí, hay normas implacables, has de saber que las abejas se recogen a su refugio cuando llega la noche.
Esboza la vida sin más medidas que las imprescindibles para no hacernos daño —aunque el daño también puede ser abstracto, relativo y muy personal—. Imagina vivir y bañarte sin ropa siempre que tu cuerpo lo pida y que el agua esté a la temperatura ideal para ese momento concreto, viajar a todas partes en bicicleta, alimentarte del sol, la lluvia y el aire, no saber lo que significa la palabra “obligación”, volar con los ojos cerrados, que goces del sexo cuándo y cómo quieras, que la vida sea un circo cíclico con todo tipo de acrobacias, que nuestras drogas fundamentales sean la adrenalina, la oxitocina y las endorfinas. ¿Imaginación, camino o realidad? Me falta una piedrita, un pajarito y un caracol...
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