No sé qué estrellas se compenetraron esa noche para que mi primera vez fuera así de mágica. He tenido sexo placentero con docenas de hombres, pero nunca había disfrutado eso que alguna vez mi mente calenturienta había fantaseado. Y además los preparativos fueron tan fáciles y divertidos: una playa desierta, unos cuerpos desnudos, unos juegos para llorar de la risa, un hermoso atardecer, una exquisita cena bajo las estrellas, música desbordante y miradas cruzadas. Sólo faltaba un himno y algunos actos rituales.
Jamás había besado a otra mujer con esa pasión en mis labios; ni tampoco había deslizado mi lengua lujuriosa entre unos labios vaginales; era la primera vez que sostenía un pezón de mujer en mi boca. Y me encantó la sensación. Además, la conexión era mutua porque mi bella amante tampoco había saboreado una experiencia de ese tipo. ¿Y a quién le importa lo que yo haga con mi coño?
La fantasía incluía a un hombre que nos gustaba a las dos, aunque a mí me volvía loca. Lo divertido del caso es que yo preparé ese puzzle delicioso ya que sentí el deseo y la curiosidad de compartir generosamente mi amor y regalarle a él una sorpresa que sabría con seguridad que no rechazaría. Ya le había visto acercarse a mi amiga con esos trucos que tan bien me conozco...
Los nervios o las dudas del principio fueron el mejor condimento para luego dejarnos arrastrar por las múltiples combinaciones que cuerpos, brazos y piernas permitían sin caer del sofá. Luego en la cama tuvimos cariño, ternura y saliva de sobras, olores embriagantes, espaldas sudadas, bocas gustosas, lenguas sabrosas, ricas caricias, delicados y fascinantes dedos, flujos a borbotones. Tras subir y bajar montañas rusas de placer explosivo dormí dulcemente entre mi sol y mi luna, esencia de nuestro palpitar. El desayuno reconfortante confirmó el amor y la amistad que nos unía.
Y después de esta aventura pienso organizar todas las citas a tres bandas o las que surjan que me apetezcan, sin morderme la lengua. Y si el universo me regala otra noche con dos hombres o más dispuestos a saborearse y a comerme enterita, nunca olvidaré el momento en que decidí romper ese tabú y regar mis alas con jugo de vida. Allá donde vaya, crearé comandos que liberen cuerpos y dinamiten mentes represoras. Que tiemble el mundo: todavía me quedan fantasías por gozar y no pienso esperar. Si quieres saber más, organiza tu orquesta; búscame cuando me desees.
Sólo un dato para recordar: el desplazamiento medio de un terremoto importante varía entre 6 y 8 metros; el desplazamiento medio de una pasión se mide en kilómetros.
fue bonito, demasiado, una nueva y deliciosa experiencia, como todo lo vivido
ResponEliminaTe felicito, me das una envidia tan infinita como el placer del que hablas.
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