dimarts, 24 d’abril del 2012

Judith Butler y Beatriz Preciado en entrevista con la revista Têtu

Publicada en las disidentes

Revista Têtu: Beatriz, ¿de dónde viene tu obsesión filosófica por el cuerpo?
Beatriz Preciado: En la época cuando yo estaba en un departamento de arquitectura, estudiaba con Derrida y publiqué mi primer libro, que fue sobre los consoladores, el Manifiesto contra-sexual, en Balland, en una colección editada por Guillaume Dustan. Estaba obsesionada con el problema del cuerpo y de su materialidad, y me sorprendí al descubrir el análisis performativo de la identidad realizado por Butler. Su análisis ha cambiado radicalmente mi manera de pensar los géneros y la sexualidad. Lo que yo quería desde el principio, era tomar este análisis y llevarlo al campo de la corporeidad. Comencé a tomar testosterona y quería hacer un libro sobre la genealogía política de las hormonas, a partir de la obra de Judith y de la de Foucault. Esto fue para mostrar cómo nos hemos desplazado hacia un nuevo régimen de control y de producción del género y de la sexualidad.
¿Por qué quisiste experimentar con la testosterona y contar esta experiencia en Testo Yonqui?
Beatriz Preciado: En mi generación, contrariamente a la de Butler, la testo se introdujo brutalmente en los grupos gays y lesbianos y trans de tendencia anarquista. En España, todos mis amigos comenzaron a tomarla. Yo siempre he tomado drogas, así que quería probar la testo pero al mismo no quería cambiar de sexo y firmar un contrato de reasignación sexual con el Estado, que es más bien el proceso de los transexuales. Muchos pensaban que yo iba a convertirme en un hombre instantáneamente. Como si la hormona portara la masculinidad en ella misma. Políticamente, de hecho, las hormonas son un sistema de comunicación, de circulación, son una forma de contaminación viral. Tomé mi cuerpo como terreno de experimentación. Por lo tanto, se trató de un estilo de “autoficción”, pero no en el sentido que se le da hoy en día, la del pequeño Yo, confinado a lo privado. El cuerpo tiene un espacio de extrema densidad política, y es el cuerpo de la multiplicidad. Es el universal en el particular. Sin embargo, está creciendo hoy en día el rechazar el marco médico y psiquiátrico, donde hasta ahora se define la transexualidad. Se trata de resistirse a la normalización de la masculinidad y la feminidad en nuestros cuerpos, y de inventar otras formas de placer y de convivencia.
Judith Butler: Lo que es importante, es el discurso que se está dando a las hormonas y el poder que se les atribuye. Hablamos como de algo interno que nos afecta y que se expresa en nuestras acciones, sobre las cuales no habría ninguna decisión: “Lo siento, son mis estrógenos, no mi cogito sino mis hormonas”, es algo que se oye a menudo. Claro, hay algo de verdad en este discurso, pero la verdadera pregunta es cómo se le ha constituido en verdad. Las hormonas siempre producen una situación fisiológica pero ellas son siempre interpretadas, consciente o inconscientemente, y las creencias acerca de la hormona “masculina”, la testosterona, son ilustrativas.
¿Sigues tomando testosterona hoy en día?
Beatriz Preciado: Continúo haciéndolo de manera esporádica, de momentos muy lejanos unos de otros. Para mí, la testosterona es una droga sexual. No creo en la verdad del sexo, ni masculino, ni femenino. Ni con la testosterona ni sin ella. El sexo y el género se producen en la relación con los otros. Como Judith lo ha mostrado, se trata de actos.
¿Cómo funciona el concepto de biopoder de Foucault en el farmacopoder o farmacopornografía?
Beatriz Preciado: Foucault ha hecho un análisis muy interesante de la producción de identidades en el siglo XIX por el discurso médico, la ley y también las instituciones de reclusión. Estas arquitecturas externas fueron controlando, regulando, disciplinando, midiendo la vida o biopoder. Esto es lo que ha permitido una comprensión extremadamente precisa del momento donde la identidad sexual ha sido inventada. También he tenido siempre la atención por el hecho de que Foucault jamás hizo una arqueología del presente, del cuerpo gay y lesbiano o de la normalización de la sexualidad contemporánea siendo que él conoció el feminismo, los comienzos del mundo gay y lesbiano, los Estados Unidos, San Francisco. Yo pienso que era muy complicado para un intelectual gay tener un discurso en primera persona en los años 70. Su análisis ha ido perdiendo credibilidad. Él dijo muy poco acerca de las técnicas contemporáneas de producción de las identidades como el cine, la fotografía, los medios masivos de comunicación, y absolutamente nada de la pornografía (excepto la del siglo XVIII). Mi objetivo era cruzar el análisis performativo de Judith con la arqueología crítica de los dispositivos disciplinarios de Foucault, y de llevarlos sobre el terreno del cuerpo, y de las tecnologías bioquímicas pornográficas. Aquí es donde entramos al farmacopoder. A partir de los años 40, el biopoder ahora toma la forma del régimen farmacopornográfico, según mi lectura. El régimen disciplinario que coincide con la aparición del capitalismo industrial estaba basado sobre la represión de la masturbación. Básicamente, la masturbación era un desperdicio de energía porque no sirve a la lógica de continuidad entre el sexo y la reproducción de la especie. Así, para vigilar el cuerpo, las técnica de control se van a miniaturizar después de la Segunda Guerra Mundial, con la invención de las hormonas las técnicas de control devienen interiores. Ya no hay necesidad del hospital, del cuartel, de la prisión, porque ahora el cuerpo mismo se ha convertido el terreno de vigilancia, la herramienta definitiva. ¿Qué es lo que se está tomando cuando se toma la testo o la píldora? Se traga una cadena de signos culturales, una metáfora política que lleva toda una definición performativa de construcción del género y de la sexualidad. El género, femenino o masculino, aparece con la invención de las moléculas. A continuación, muy rápidamente, la pornografía se estable como nueva cultura de masas, y la masturbación se vuelve una palanca de producción del capital. La mano, que no tenía un género, como el ano, es ahora potentia gaudendi o fuerza orgásmica, herramienta de producción.
Judith, tú has analizado la melancolía del género en tu trabajo, ¿encuentras que se halle en el libro de Beatriz?
Judith Butler: Algunos psicoanalistas dicen que Beatriz se imagina todopoderosa, creída, ocupando todos los lugares, en su libro. Pero lo que yo encuentro muy interesante, es que ella nos invita a un campo de experimentación entre dos extremos que son, de un lado, su posición, y del otro, aquel de la diferencia sexual defendido por los analistas. Lo que es peligroso, es pensar que la masculinidad es una cosa bien delimitada y la feminidad otra, y que ambas no pueden ser sino así. También, la melancolía de la que hablo aparece sobre todo en la formación de identidades rígidas. Si yo exclamo golpeándome con el puño: “¡Yo soy homosexual!”, u otra cosa, si mi identidad se convierte en una cosa que afirmo, que debo defender, hay entonces rigidez. ¿Cuál es la necesidad de fijarse de una vez por todas? ¡Como si yo conociera mi futuro, como si pudiera ser un todo continuo! Existen formaciones identitarias que se defienden de sentir alguna perdida, y es ésta la melancolía del sujeto homosexual la que me interesa. Tomemos ciertas formas de hipermasculinidad o de hiperfeminidad en la cultura heterosexual, ellas tienen cierto aire queer (performativas), porque son hiperbólicas. Un hombre, por ejemplo, que tenga miedo de tener el menor rastro de feminidad en él, y que viva al acecho de cualquiera de ellos. En el mundo gay y lesbiano también puede haber una cierta “policía de identidad”. Como si, en tanto que lesbiana, no seré sino lesbiana, no tendré sino sueños lesbianos, no tendré sino fantasías con mujeres. A menudo la identidad puede ser vital para hacer frente a una situación de opresión, pero sería un error utilizarlo para no afrontar la complejidad. No se puede saturar la vida con la identidad.
Beatriz Preciado: Comencé el libro con un luto, la muerte de Guillaume (Dustan), y hoy en día, hago el luto de la identidad, no seré jamás verdaderamente lesbiana, jamás verdaderamente un transexual, y este luto resulta ser realmente liberatorio. Yo pude haber decidido no tomar más testosterona, pero eso hubiera sido melancólico. La cuestión es cómo hacer el luto de la política de identidad.
Tu libro Testo Yonqui es una utopía liberadora de los géneros y de las sexualidades, y también del resultado nihilista de una época desastrosa para la ecología. ¿Cómo puede la revolución ser todavía realizable hoy en día?
Beatriz Preciado: No veo a la revolución bajo la forma viril de la lucha, de la transformación heroica. Para mí, la revolución es lo que está en el dominio de lo posible, únicamente en los microactos. Esta forma de microrevolución es posible. Después de eso, la última pregunta es cómo continuar viviendo en un mundo de guerra total en el cual vivimos. Necesitamos una nueva política de la experimentación y no únicamente esa de la representación. Yo milito para una “Propaganda for Queer Fucking”. Esta microrevolución se da en los cuerpos, la experimentación, el sexo, el placer, el consumo de drogas. Hoy en día, a partir de Judith Butler y de Donna Haraway, se debe pensar de nueva forma la noción del oikos, de la casa, que es el cuerpo, el cuerpo mundial y la tierra, es por eso que necesitamos un nuevo feminismo. Y es verdad que mi libro es quizás también el luto por el planeta, porque el resultado ecológico es muy alarmante.
En Testo Yonqui, las mujeres son llamadas “putas”, “perras”. ¿No juegas un poco a la “machotransbollera”?
Beatriz Preciado: Cuando digo “puta” o “perra” no hablo de ninguna manera de todas las mujeres, sólo de algunas chicas con las que he follado. Y son ellas las que me enseñaron a llamarlas así. Tú puedes imaginar que cuando llamo a Virginie Despentes mi “perra”, eso es porque ella está totalmente de acuerdo… Cuando una mujer habla de la sexualidad de forma cruda, ella es vista como masculina. Aquí, no es una fisura retórica para mí, es una forma de habitar el espacio público, y ya que está totalmente prohibido escribir de esa forma para una mujer, cuando te reapropias esos códigos en el lenguaje, estás generando una violencia, y yo, ¡reivindico ese lenguaje! Y luego, las mujeres de las que hablo retoman el insulto a su cuenta en una lógica de empowerment (reforzamiento de sí), eso que Judith llama el desplazamiento del insulto que cambia el sujeto de la enunciación que no es más víctima. Así que prefiero perra a víctima para designar a las mujeres. Judith muestra muy bien que las nociones políticas con las cuales se trabaja, que vienen del discurso política, jurídico, debemos trabajarlas continuamente con nociones que son las herramientas de normalización, esta tensión está siempre presente. Tú no puedes hacer una política completamente pura, hay siempre un momento donde puedes ser leído de manera diferente. ¿Qué sucede cuando una mujer se apropia de los códigos de la masculinidad? Me gustaría que todos los verdaderos machos vinieran a mis talleres de drag king, follaran con las chicas con las que yo follo, vinieran a los cursos de Judith: no serían más unos machos.
Judith, ¿qué piensas tú de estos términos?
Judith Butler: Mucha gente se aprisiona a sí misma en todas esas categorías, butch, fem, lipstick, macho… ¿Para qué? Ellas siguen actuando sobre nosotros constantemente, pero la pregunta interesante sería ver cómo actuamos con ellas de una manera que no nos hiciéramos ni víctimas ni aprisionadas. Apuesto que Beatriz y yo hemos ofrecido un nuevo destino sexual a todas las feministas que desean una relación sexual con el macho dominante, pero que no soportan la subordinación social a los hombres. Lo importante es no dejar creer a los hombres que poseen plenamente la masculinidad. Pero si sigue siendo pertinente hablar de dominación masculina, lo que es problemático es cuando se piensa que la dominación es lo que caracteriza a la masculinidad. Un macho, en su estereotipo, es una persona que es incapaz de enfrentarse a su propia feminidad.
Hablemos de la actualidad. Thomas Beatie, transexual estadounidense “female to male” ha dado a luz este verano a una pequeña niña. Su embarazo ha sido presentado por los medios como el del “primer hombre embarazado”. Thomas Beatie nació primero como una niña. En su proceso de cambio de sexo, ha tomado testosterona y se ha realizado una mastectomía. Ellos querían un niño, su compañera y él. Sin embargo ella había tenido una histerectomía, no podía embarazarse. Thomas, él, tuvo siempre su útero de origen, por lo que decidió tenerlo. ¿Cómo leen este embarazo en la era de la reproducción cada vez más biotecnológica?
Judith Butler: Para estar embarazada, debió tener ciertas funciones reproductivas operacionales, pero también técnicas. No es suficiente tener un aparato reproductor biológicamente femenino. La reproducción puede ser el resultado de una relación heterosexual, de una inseminación, o de una donación de gametos. Algunas mujeres tienen las funciones reproductivas, pero no son capaces de quedar embarazadas sin intervención técnica. Siempre existe la técnica, por todas partes, no hay relación sexual hetero u homo sin techné, la pornografía es una técnica. Ésta es una técnica: utilízame, hazme tu instrumento de placer, esto es lo que es una relación sexual… De lo contrario, ¡no se te daría jamás! (Risas.)
Beatriz Preciado: No es el primer transexual embarazado. Matt Rice, FTM estadounidense, ha tenido a su hija pero no lo ha mediatizado. Lo que es interesante es la publicidad de esta maternidad. Fueron los medios de cierta manera los que hicieron posible la reproducción de Beatie. Si ha podido quedar “embarazado”, es porque decidió rechazar la ablación de los ovarios que acompaña el protocolo de cambio de sexo. Porque es necesario, para que la heterosexualidad continúe de aparecer como el cuadro natural en el cual el embarazo se desarrolle, hacer infértil al sujeto o al cuerpo transexual. Beatie prueba que el cuerpo es un campo de multiplicidad abierta a la transformación, su cuerpo no es ni masculino ni femenino, es un campo de implantación técnica en el cual pueden arribar cosas múltiples. Esta complejidad de técnicas aquí ligadas a la reproducción muestra que nuestros cuerpos son finalmente órganos tecnovivientes, y no unas materias primas u órganos puramente biológicos, independientes del lenguaje, de las metáforas, de los discursos. Hace mucho tiempo, en el mundo industrializado, en la era de la píldora, de la follada hetero programada por Hollywood y por la pornografía dominante, ningún embarazo era natural. A finales de los años 60, había cerca de diez millones de consumidores de la píldora, era la primera vez que un medicamento era prescrito sin enfermedad, y esta prescripción significa que el cuerpo femenino era disciplinado para ser maternal. Thomas Beatie es denunciado como antinatural, ya que sólo fue una posibilidad entre miles de casos asistidos por las técnicas, y con el riesgo de ser cada vez más frecuentes.
Otro punto muy importante de la actualidad estadounidense, el matrimonio acaba de ser abierto legalmente en California a los gays y a las lesbianas. ¿Qué piensan ustedes?
Judith Butler: Es una buena noticia, la institución del matrimonio debería existir para todo el mundo, independientemente de la orientación sexual. Es sólo un problema de igualdad en un cuadro liberal y del punto de vista de los derechos individuales. Pero eso no es suficiente. No sé por qué la institución del matrimonio debería concernir solamente a dos personas. Y no olvidemos que la institución del matrimonio controla otros derechos (la nacionalidad, el derecho de propiedad, o la visita a tu pareja en el hospital) y entonces, es preocupante. El movimiento promatrimonio nació en respuesta a la crisis del sida, el objetivo era transformar a los homosexuales en ciudadanos respetables. Pero es también muy importante separar la posibilidad de contractualizar una unión —de casarse— entre familiares. Lo que me inquieta es que el movimiento gay se ha vuelto muy conservador, centrado sobre los derechos individuales y la propiedad privada. Y esto me inquieta. Una novia, que es marxista, también me ha prevenido: si yo me caso con ella, ¡ella me pedirá el divorcio!
Tú has trabajado más recientemente sobre la guerra, la tortura en Guantánamo, y sobre lo que define al humano en ese contexto. Si yo soy torturada en una prisión por ejemplo, mi consciencia puede todavía salvarse. ¿Podemos decir que eso es lo que queda de mí?
Judith Butler: Imaginemos que estoy en la cárcel, aislada, en una posición que va en contra de mi voluntad. Queremos saber si hay algo intocable en el humano, que pueda escapar de este poder coercitivo que hace que yo no sea libre. La pregunta es: ¿cuáles son los recursos del sujeto que permiten resistir a una dominación total? En filosofía, se piensa tradicionalmente que sólo las técnicas de resistencia del sujeto le pertenecen, o que están “en él”. Eso es una suposición metafísica, y es un obstáculo para pensar el problema de la resistencia. Tal vez soy capaz de resistir, por los recursos lingüísticos que he recibido. En otras palabras, el lenguaje, el pensamiento, la poesía son los recursos que me forman, que me estructuran, y sin estos recursos culturales, yo no podría poner cualquiera de esas técnicas de resistencia para sobrevivir. La pregunta es: ¿es un Yo el que resiste o se trata de un agenciamiento —agency— de recursos a través del cual existe una resistencia? Algunos prisioneros de Guantánamo han escrito poemas para resistir. Cuando se leen sus poemas, vemos los trazos de su cultura poética que se han reunido para movilizarse contra el poder estatal. La pregunta básica sería: ¿cómo el agenciamiento de técnicas del sujeto hace posible la supervivencia? No tomemos el problema preguntando qué libertad le queda al sujeto, sino, más bien, ¿cómo la resistencia es posible? No se puede separar a los sujetos de las técnicas que les hacen sobrevivir, si les quitas estas técnicas no hay más supervivencia. La verdadera pregunta es: ¿bajo qué condiciones un Yo puede hablar?

Traducción de la entrevista realizada por Ursula Del Aguila en noviembre de 2008 para la revista francesa Têtu (n° 138).

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