diumenge, 8 d’abril del 2012

Somos un tejido amoroso, H.R.Herzen



Somos un tejido amoroso hecho a base de conexiones y encadenamientos inesperados: unas personas aparecen en nuestras vidas para conectarnos con otras y éstas con otras y así hasta el infinito. Hay que saber agradecer lo aprendido, vivido y compartido con quienes quedan atrás y especialmente que esas personas nos hayan contactado con otras con quienes la vida se renueva y nos abre senderos mágicos con puentes de madera para cruzar ríos invisibles. El secreto es el abrazo sincero; yo huyo del golpecito en la espalda y busco los besos que dejan marca. ¿Y qué es el amor si no es estar feliz por conocer lo que otros seres te dejan ver?

Vivir debería parecerse a lo que sueñas y que tu casa tenga una huerta espléndida, chimenea para el frío y bomba de calor humana para las noches. En esa línea curva la mente se avanza al cuerpo para que los pies caminen con seguridad; los argumentos suelen sobrar pero la decisión es lo más difícil de enhebrar aunque imparable si la voluntad es firme. Una vez en su punto, todas las piezas juegan con ese objetivo y se colocan en la mejor posición. Ahí es cuando los viajes no admiten vuelta atrás y, como huracán o tsunami, no pasas desapercibida. La mezcla de sensaciones es inevitable; el miedo, la ilusión, la alegría y la incertidumbre se mueven en el mismo tablero sin orden lógico para las mentes obtusas.


Si tus dudas te ciegan, regálate una bicicleta cósmica y pedalea por el universo para disfrutar el presente y sonreirle al futuro. Protegerse demasiado puede provocar que te rompas una costilla. Cógela suave; nadie que te ame en libertad pretende robar tu autonomía ni tu necesidad de espacio. La solución está en mirar los acontecimientos con simplicidad y expresar francamente lo que sientes mientras escuchas a las demás. Tener muy claro el discurso no significa que una siempre sepa qué hacer con él.

La vida real la vemos en un espejo, nos hacemos trenzas para caminar por la selva y caminamos silbando para ahuyentar a los malos espíritus que se disfrazan de pasado rencoroso. La supervivencia no puede sustituir la vida plena y en libertad. Esta era está pariendo una nueva y necesitamos creer que podemos cambiar la realidad, por lo menos la nuestra si nadie nos quiere acompañar.

Por ahora lo más cercano a una crisis existencial es aburrirse de los caminos ya conocidos. Tras experimentar un tipo de vida y observar que la mayoría de esos caminos están agotados solo falta saber cerrar ese capítulo y estar a la espera indefinida de nuevas ilusiones. Las crisis son oportunidades que hay que vivir con paciencia y buen humor, momentos excelentes para madrugar a caminar y adelantarse al sol. Incluso para posibilitar el inicio de nuevas ilusiones hay que remar en el sentido contrario al avance del sol, afrontar los obstáculos y mirar a los miedos con los ojos bien abiertos. La posibilidad de equivocarse es más elevada que nunca porque decidimos hacer algo diferente a la norma, corremos el riesgo de meternos en un laberinto sin salida. Por si las moscas hay que clavar estacas bien fuertes para no dejarse llevar por la corriente. Si no estás dispuesta a morir por algo es que tampoco querrás vivir por nada: apártate del camino, quédate en casa, no interrumpas el paso.

Sin desprendernos de todo lo aprendido, hay que desear vivir nuevas sensaciones y buscar compañía cuando sea necesaria y deseable y la soledad cuando sea imprescindible y saludable. ¿Y qué es el erotismo si no es compartir la desnudez en una cama sin obligarse al coito? Debemos buscar a las otras personas sin absorber su energía y para multiplicar su potencial transformador. Debes acordar el andamiaje de tus principios y negociar los ajustes logísticos si estás dispuesta a subirte al barco cuya bandera ondea de las palabras a los hechos.

En ese tránsito aparecen todo tipo de ilusiones. Entre ellas hay obsesiones sanas, aquellas que te levantan por la mañana con ganas de comerte el mundo: si amas algo, desde que abres los ojos lo persigues. Para poder obsesionarse sanamente hay que perder el miedo a dejarse llevar y así profundizar en todos sus desvíos imaginables. La obsesión es un miedo más y hay que saber enfrentarse a ella; como en el aikido, hay que aprovechar su fuerza en tu provecho y no pretender eliminar a tu supuesto adversario que nunca es tu enemigo.

Luego están las otras obsesiones, las que te ciegan y te anquilosan el esqueleto, las que deberían ser nieblas pasajeras y no nieves perpetuas. La lucha callejera puede mostrarnos soluciones: una botella con gasolina, un trapo y una chispa que prenda la llama del caminar con la cabeza bien alta. Como hay de todo en este mundo, quizá haya quien necesite un remedio casero para que la sangre vuelva a alimentar su cerebro. Para evitar los escupitajos, improvisa un karaoke en cualquier parque, grita en la ducha, salta por el balcón de la represión, ponte tu ropa más sexy, vuela ligera, pero no te dejes inocular el veneno maligno que pretende que ajustes tu vida a la norma.

Si te crees suficientemente madura, salta la barrera de las prevenciones —aunque siempre quede alguna para no perder el equilibrio— y planifica el asalto al infinito, mira a tus cómplices a los ojos y expresa tus deseos y necesidades sin ansiedad ni miedo al desafío o a las contrariedades. Las contradicciones son y serán inevitables y necesarias para conocerte mejor pero nada insuperable que el amor no pueda suavizar: ¿quién no se pelea en la manera de cocinar o no sabe cómo presentar un nuevo amante a sus antiguos amantes? Ante las dudas, dile a la luna que te dé un poco de paciencia y buen humor para afrontar lo más desagradable de tu red de afectos. Mientras tanto, procuraré inventar un extraño brebaje que cosquillee tu vientre para construir relaciones sencillas y placenteras, vacuna experimental contra la rabia, la sumisión y la indiferencia; suave poción para acariciarte los pies cuando la panza te lo impida.

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