Texto publicado en ANARQUEER N.º 1
Fanzine dedicado a realizar una lectura revolucionaria y antiautoritaria de la sexualidad no heteronormativa canalizada a través de lo queer, así como para introducir estos preceptos dentro de la diversidad teórica libertaria.
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Mucho Anarqueer en la portada y muchas referencias a una cosa y otra
en la introducción, pero que no se entiende nada, y como a sus
autores nos gusta empezar cualquier tema desde el principio,
hagámoslo pues con una introducción teórica. Así pues, ¿qué es
la anarquía y qué es lo queer?
La anarquía (de an, en griego antiguo “no”, y “arjé, que
quiere decir “poder” o “autoridad”) es un sistema teórico,
político y metodológico que propugna la destrucción de cualquier
tipo de autoridad, en especial la que ejercen las organizaciones
burocrático-represivas o Estados contra la inmensa mayoría de los
seres del planeta. Frente a esta latente opresión que vivimos día a
día (en el trabajo con el patrón, en clase con el profesor, en la
manifestación con el policía, en el juzgado con el juez, en el
banco con el oficinista, en el salón de tu casa con la televisión o
la publicidad del Internet…) y cuya única legitimidad reside en un
ejército de policías y militares armados hasta los dientes capaces
de reprimir a quien haga falta y con la fuerza necesaria, y en un
bombardeo diario de mentiras desde los medios de comunicación, la
propuesta anarquista es la de abolir cualquier tipo de autoridad y
crear sobre las cenizas de la antigua sociedad autoritaria un modelo
político basado en la igualdad, libertad plena y horizontalidad, una
economía comunista gestionada colectivamente y una sociedad carente
de prejuicios sociales frutos de la atrofia estatal. Esto es, a muy
grandes rasgos y con el posible rebatimiento desde el propio
anarquismo (pues es tan heterogéneo que ni mínimos pueden
achacársele), los objetivos del llamado “movimiento libertario”
El anarquismo suele situarse cronológicamente en el tiempo desde
mediados del siglo XIX, ya en el contexto del capitalismo y el
perfeccionamiento de los medios de control y represión que éste
concedió al Estado.
No obstante, antiautoritarios y opositores al sistema con un programa
casi idéntico al arriba comentado ya los hubo en la Antigua Grecia
(Arístipo de Cirene, Zenón de Citio…), en la Edad Media (los
milenaristas, los Hermanos Apostólicos de Dulcino de Novara…), en
la Edad Moderna (los cuáqueros norteamericanos, los Diggers
ingleses, pensadores como Étienne de La Boétie…). El actual, el anarquismo moderno, encuentra sus inicios en el
antiautoritarismo del francés Proudhon y el ruso Bakunin, a partir
de los cuales se diversificaría tanto cualitativa como
cuantitativamente desde la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) o I Internacional, agotada en 1872 tras la ruptura a
perpetuidad entre marxistas y anarquistas por motivos metodológicos.
Los lugares de más influencia anarquista serían Rusia, Italia,
Francia y precisamente la Península Ibérica, en concreto el Reino
de España. Desde finales del siglo XIX y hasta bien entrados los
años 60’ del siglo siguiente el anarquismo iba totalmente ligado
al sindicalismo, para hacer mayor incidencia dentro del proletariado
urbano, primer damnificado por la industrialización liberal. Ello
supondría que el único tema que interesaba a la mayoría de
anarquistas, tanto masculinos como femeninas, eran el obrerismo o
movimiento obrero. La AIT volvería a refundarse en 1922 ya en clave
únicamente ácrata, en el contexto de ascensión de los fascismos y
la traición del Partido Bolchevique contra todo el pueblo ruso,
pronunciada por Stalin. El movimiento obrero quedaría descabezado, y
por tanto también el anarquismo, que sufriría una mortal derrota en
su bastión, la República de España, en 1937, cuando
gubernamentales, socialdemócratas y estalinistas destruyeran a las
fuerzas revolucionarias del bando antifascista durante la Guerra
Civil Española, entre las cuales irremediablemente estaba la mayor
parte de la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo
(CNT). Tal cuchillada sería completada por Franco, tras su victoria
en 1939, y extrapolada a Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
El anarquismo pasaría a recuperarse muy paulatinamente en el Viejo
continente, mientras proseguía su reciente expansión en ámbito
Sudamericano y asiático. En los años 50’ se produce una
recomposición cuantitativa y estructural, pero las viejas teorías
perviven aún pese al cambio radical de contexto que ha tenido lugar
desde 1945. En los años 60’ nuevas generaciones anarquistas
influenciadas por la Internacional Situacionista y hartas del viejo
sindicalismo y las coordinadoras anarquistas no renovadas
protagonizarían, entre otros, el mayo francés de 1968 y se sumarían
a las acciones armadas antifranquistas y a los conflictos
anticapitalistas en Francia, Italia, Reino Unido y la República
Federal Alemana, en la llamada “autonomía obrera”, repunte
obrerista asambleario y horizontal no únicamente anarquista, así
como a respectivos grupos armados. Finalizada la experiencia autónoma
y la lucha armada, en los 90’ tendría lugar otra reestructuración
anarquista a gran escala, la última, en la cual florecen siguiendo
la estela anterior multitud de colectivos descentralizados que
abordan todo tipo de temas y desde nuevas perspectivas, a la vez que,
una vez caída la Unión Soviética, el anarquismo tiene un repunte
exponencial frente al desprestigio marxista que lo aumenta, además
de cualitativamente, cuantitativamente. Prosperarán los colectivos
tanto en la vieja Europa como en Grecia o Chile, donde en los últimos
años el clima es digno de revuelta social en la cual las fuerzas
anarquistas tienen un papel destacado.
El modelo queer no podría ser entendido si no nos
remontáramos al menos un siglo antes de su aparición, en torno a
finales del siglo XIX en el II Reich alemán. En 1869 el
escritor húngaro Karl-Maria Kertbeny creó la palabra “homosexual”
en un panfleto en el que se oponía a que la anexión inminente con
Prusia de su región supusiera la entrada de las leyes
“antisodomíticas” de ésta.
Antes, la “homosexualidad” había tenido varios nombres más:
sodomía, invertidismo… Respetada y promovida por griegos y romanos
(en especial la masculina), la concentración de poder de los Reinos
Medievales, imbuidos por una institucionalización de la doctrina
cristiana y un ansia de control sobre su población fomenta la
penalización de la “sodomía”, que en el siglo XIII ya es total
en todo el territorio europeo occidental, con vigilancia concreta por
parte de la “Santa Inquisición” En la Edad Moderna la opresión
consecuente fue similar, pero durante el siglo XVIII, con la llegada
del libre mercado capitalista, la transformación política derivada
endulza las penas por sodomía, como es el caso del Código Penal de
la Unión (Estados Unidos) o el Código Napoleónico que Bonaparte
extiende por toda Europa.
A lo largo del siglo XIX pensadores individuales de ámbito germano
como Hössli, Ulrisch y el citado Kertbeny reivindican su
invertidismo a nivel personal, preparando un caldo de cultivo para el
movimiento homosexual que sobrevino en Alemania entre aproximadamente
1897 y 1933 que a poco estuvo de lograr su máxima reivindicación:
la abolición del Artículo 175 del Código Penal, que condenaba so
pena de cárcel la homosexualidad. Destacan cabezas como Magnus
Hirschfeld o Adolf Brandt (éste anarquista), y organismos como el
Comité Científico Humanitario y la Liga por la Reforma Sexual. Tal
estela traspasó las fronteras alemanas; en ámbito británico serían
destacables los escritores Oscar Wilde, Roger Casement (éste
irlandés, fusilado por colaborar con el independentismo) y Edward
Carpenter; en ámbito español podríamos citar a escritores como
Luis Cernuda, Álvaro Retana o Antonio de Hoyos; y en ámbito
sudamericano al chileno Augusto d’Halmar y al uruguayo Alberto Nin
Frías.
El ascenso de los nazis al poder en Alemania supone el inicio de la
represión contra dicho movimiento homosexual, sucediéndose los
desfiles frente a sus sedes a lo largo de 1933, y finalizando con una
persecución directa, cierre de locales, detenciones e internamientos
en campos de concentración desde 1934. El Comité Científico
Humanitario se traslada a Suiza con visión de seguir operando, pero
la muerte de Hirschfeld en 1935 da al traste con tal objetivo,
disolviéndose el movimiento homosexual alemán. Estos hechos y la
Segunda Guerra Mundial suponen la cesura que separa una generación
de reivindicación homosexual de la siguiente. Hasta 1968 la creación
de otro movimiento homosexual será extremadamente lenta, destruidas
las redes creadas antes de la guerra. Los intentos de resurrección
del Comité Científico Humanitario llevados a cabo en 1949 y en 1962
por personajes destacados del mismo durante la República de Weimar
serán un fracaso. No será así en EEUU, donde la devastación del
conflicto mundial no ha llegado. Las redes en gestación antes de la
Guerra Mundial se articulan en colectivos pequeños pero activos de
liberación homosexual. En 1950, en plena Caza de brujas, Harry Hay,
miembro del Partido Comunista, funda en Los Ángeles la Sociedad
Mattachine, sucediéndose en la década siguiente su expansión
territorial por Washington, Nueva York… En dicho contexto, entre
1948 y 1953 el biólogo y sexólogo estadounidense Richard Kinsey
publica varios estudios sobre la conducta sexual humana, en los
cuales concluye la existencia de diversas identidades sexuales, según
él siete al menos, sin contar la asexualidad. Ello da un gran
impulso a la lucha que reivindica derechos y reconocimiento para la
comunidad homosexual al realizarse un estudio bajo los cánones
científicos occidentales que establece las conductas no
heterosexuales como algo normal y propio del ser humano. En la década
de los 60’ surgen nuevos colectivos de mismos objetivos,
colisionando este movimiento con el Estado cuando en junio de 1968
tienen lugar tres días de violentos disturbios entre disidentes
sexuales y policías tras el intento de desalojo del bar Stonewall
Inn, en Nueva York.
Ello sería el pistoletazo de salida de un nuevo movimiento
homosexual que a lo largo de los 70’ y 80’ consigue la
despenalización de las prácticas homosexuales en todo el ámbito
occidental tras un gran trabajo. Lo consigue mediante un pacto con
los diversos Estados en los que este movimiento aparca su
conflictividad y diversas de sus reivindicaciones a cambio de
reconocimiento legal, lográndose pues integrar en el sistema
capitalista, y desarrollando discurso eurocéntricos sobre ir a
“evangelizar” la homofobia de otras regiones mundiales. El
discurso homófobo penalizador es sustituido por el de “ahí están
los raritos gays”, no llegándose a un reconocimiento homosexual
real y social más allá que la versión carcomida que aporta el
Estado, con leyes de matrimonio monógamo, adopciones y zonas de
ghetto para lo homosexual. Además, ello se ha conseguido a costa de
la relegación a segundo plano de las lesbianas, que como mujeres
ante la sociedad ya tenían su represión y discriminación propias,
y a costa de la invisibilidad de la transexualidad, cuando no
transfobia pura y dura de propios militantes homosexuales masculinos.
A ello se añade la mala solución del conflicto VIH-SIDA
determinante en dicha domesticación, y las diversas condenas de
otros modelos sexuales como la promiscuidad, el sadomasoquismo… A
finales de los 80’ un nutrido grupo de exmilitantes de
organizaciones ahora llamadas LGTB, varios seropositivos, trans y
mujeres desencantadas con la igual institucionalización del
feminismo se sienten descontentos, descontentas y descontentxs, y en
EEUU crean en 1990 en colectivo Queer Nation, tomando como
suyo el insulto típico homófobo del ámbito anglosajón (queer,
“rarito”, equivalente a “marica”). Se inauguran con un
panfleto a doble cara donde expresan cuán hartos están de la
situación y llamando a la autoorganización marica, bollera y trans
contra el capitalismo.
Su mensaje se extendió rápidamente por todo el ámbito europeo,
siendo completado a nivel teórico por filósofas como Judith Butler
y tomando textos de Michel Foucault o Jacques Derrida, hasta la
actualidad.
Lo Queer es todo y a la vez nada si no se explica
concretamente. Al no haber traducción literal al castellano la
situación se complica. Queer es todo lo que se salga de la
heteronormatividad. Desde el sexo anal hasta el sadomasoquismo,
pasando por la prostitución, la promiscuidad o el bukake. La
identidad de género se deconstruye frente a lo queer, pues
ésta no es más que un convencionalismo social defendido por una
retórica biologicista y cientificista más centrada en el control
sexual que en la clarificación real. El término “homosexual”,
institucionalizado y perpetuador del binomio hetero-homo queda, pues,
insuficiente. Del mismo modo el binomio mujer-hombre, que no deja de
expresar la asignación de un rol dependiendo si al nacer tenías
sólo polla, sólo coño o tenías ambos o uno fuera de la normalidad
y te mutilaron para asignarse un rol, como es recurrente en la
intersexualidad. Lo queer viene a dotar de teoría la ruptura
con los convencionalismos sexuales, dotando pues de contenido a la
mal tratada identidad trans (tanto el travestismo como el
transgenerismo o transexualidad, esta última palabra también
desfasada por lo patologizante de su creación y uso). Queer
puede ser cualquiera que entienda que el binarismo es insuficiente y
procure cuestionarlo y alejarse de él, independientemente de que en
su práctica sexual tenga tendencia hacia roles convencionalmente
heterosexuales. Y queer no tiene por qué ser cualquier
individualidad no heterosexual; de hecho la no heterosexualidad
tiende al binarismo, al igual que el resto de la sociedad a la cual
no dejan de pertenecer pese a su heterodoxia sexual. Y, para
finalizar este resumen tan explicativo como necesario, lo queer
lleva intrínsecamente un componente político partidario del
anticapitalismo y con una retórica revolucionaria de cambio social
real, sin participar de reformismos ni amarillismos, pese a los
intentos en los últimos años de institucionalizar lo queer
por parte de la socialdemocracia, hasta la fecha y afortunadamente
aún no culminados, pero en curso.
Es por ello y por su comentada metodología asamblearia, horizontal,
usando la acción directa cuando es necesario y el Do It Yourself
(Hazlo Tú Mismx) de sus publicaciones fanzineras y demás materiales
lo que nos recuerda a colectivos libertarios de liberación
homosexual que efímeramente existieron en los 70’, así como a las
propias dinámicas asamblearias y federalistas propugnadas por el
movimiento anarquista. Es por ello aquella comentada calificación al
movimiento queer de “anarquizante”. Pero en ello ya
profundizaremos más adelante en este mismo artículo.
Establecer los fundamentos teóricos e históricos de la
reivindicación no estatal y la antiautoritaria junto a la no
heterosexual no es tarea fácil, pero igualmente nos embarcamos en
ello. Sin duda son mucho más fáciles de establecer que si
tratáramos de hacer lo mismo con el marxismo, topándonos con
comentarios homófobos en la correspondencia entre Marx y Engels, en
alguna de sus obras y en otros grandes “líderes” como Lenin,
Stalin, Mao o Castro. No son falsos comentarios en defensa de la
política sexual de socialistas utópicos como el francés Fourier
los de la historiadora feminista estadounidense Saskia Poldervaart,
que en su artículo “Theories About Sex and Sexuality in Utopian
Socialism” la revista Journal of Homosexuality, 30 de
septiembre de 1995, escribe:
Se renegó de la sexualidad y del problema de la
feminidad/masculinidad como asuntos legítimos según el marxismo iba
ganado terreno. Los método del socialismo utópico —cambio de las
relaciones de producción, así como de las relaciones entre los
sexos, estudiando como problema la sexualidad, la familia y la
distinción entre lo público y lo privado— fueron reducidos por el
marxismo a la lucha de clases; el fin del socialismo utópico —nuevas
relaciones sociales entre las personas— fue restringido a un nuevo
orden económico y una redistribución de los bienes materiales.
Sin pretender ahondar en la pronunciada homofobia marxista, a la que
habría que dedicar un capítulo entero (al igual que la que tuvieron
famosos anarquistas como Pierre-Joseph Proudhon, Federica Montseny,
Camillo Berneri o Félix Martí Ibáñez, entre otros muchos), el
anarquismo, pese a la homofobia reinante en el mundo en el que es
creado, es la primera y durante mucho tiempo única ideología que da
muestras de buscar la liberación sexual y muy tímidamente la no
heterosexual u homosexual.
Si bien no hay pruebas concluyentes, pudieron ser pareja homosexual
el teórico anarquista Mijaíl Bakunin, cabeza del sector
antiautoritario de la AIT contra el marxista, y su compañero Sergéi
Nechéyev, deducible por la intensidad de su correspondencia. En la
década de 1890 Robert Reitzel, anarquista alemán heterosexual, hizo
una defensa de la homosexualidad en su periódico Der arme Teufel.
Es por entonces cuando tiene lugar el proceso homófobo contra Oscar
Wilde en Gran Bretaña, autocatalogado él de anarquista en más de
una ocasión. En el mismo contexto geográfico y cronológico
podríamos citar al anarcoindividualista John Henry Mackay y al
mencionado escritor Edward Carpenter, que coqueteó con el anarquismo
en alguna ocasión.
En las agrupaciones surgidas en el Nueva York alternativo de inicios
del siglo XX comienza a debatirse el tema de la homosexualidad, en
buena parte por la influencia de anarquistas y feministas de ambos
sexos y géneros convencionales. Destacan la feminista abiertamente
bisexual Edna St. Vincent Millay y la anarquista lesbiana Margaret
Anderson, entre otras.
Una vez fuera de la cárcel tras varios años en ésta por intento de
asesinato, la famosa anarquista lituana Emma Goldman se pasaría por
estos círculos, llevando a cabo una defensa abierta de la
homosexualidad en público, al igual que su también encausado
compañero, Alexander Berkman. El longevo anarcosindividualista
Benjamin Tucker, uno de los primeros ácratas estadounidenses,
también se adscribió a la defensa de las relaciones entre personas
del mismo sexo.
Desde sus inicios, el movimiento de liberación homosexual solicitó
ayuda a las fuerzas socialistas, pues veían sus reivindicaciones
encajar con la redención del ser humano propuestas por el marxismo y
el anarquismo. Karl-Heinrich Ulrichs escribió en 1869 a Marx
entregándole textos sobre lo que él llamaba el uranismo (la no
heterosexualidad, en general, incluyendo la transexualidad), que
comentarían él y Engels como aberrantes. Pese a la sexofobia de
algunos textos del líder del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD)
August Bebel, éste tomaría en cuenta las peticiones de Magnus
Hirschfeld y en 1898 propondría ante el Reichstag la
introducción de una petición de anulación del mencionando Artículo
175, siendo rechazada por el resto de la Cámara. Dentro del
Movimiento homosexual alemán habría individuos no heterosexuales
que no comulgaban con la línea oficialista y en buena parte
reformista de Magnus Hirschfeld y su Comité Científico Humanitario
(Wissenschaftlich-humanitäres Komitee, WhK) y la Liga Mundial
por la Reforma Sexual, que adoptaba en diversas facetas una línea
victimista, cientificista, psiquiatrizante y complaciente con medios
burgueses aperturistas y su patologización de la homosexual para que
se sometiera a tratamiento médico en lugar de a persecución legal.
Destaca el grupo Gemeinschaft der Eigenen (GdE, “La
Comunidad de los propios”), en torno a la revista Der Eigenen,
(“El propio”), primera revista genuinamente homosexual, fundada
en 1898 y casi prohibida en 1903 por mostrar desnudos masculinos e
incluir un poema homófilo de Schiller. La línea política de este
grupo era claramente anarquizante, pues estaba formado por
anarquistas como Adolf Brand, director de la revista y seguir del
pensamiento anacoindividualista de Max Stirner, o Benedikt
Friedländer, sexólogo homosexual creador en 1906 de la efímera
escisión del WhK, la Secesión del Comité Científico-Humanitario,
disuelta con su muerte en 1908. Friedländer había escrito en 1904
Renaissance des Eros Uranios (“El renacimiento del erotismo
uranio”), generando un gran impacto, pues rechazaba la línea
oficialista y medicalizante del WhK y propugnaba la total normalidad
con el deseo humano de la homosexualidad y el “amor entre amigos”
(Freundesliebe), llegándose a considerar incluso superior a
la heterosexualidad. Una corriente interna de GdE encabezada por el
doctor Edwin Bab propugnaba la bisexualidad nata del ser humano y la
alianza con el movimiento feminista frente a algunas líneas
exclusivamente varoniles (eran muy pocas las militantes del GdE), sin
llegar a la misoginia, como ha sido acusado en cierta ocasión este
grupo.
También fue una reivindicación el estilo de vida homosexual griego
pederasta, el eros pedagógico que combinaba sexualidad
adulto-adolescente con transmisión de conocimiento, defendiéndolo
tanto Friedländer como el inglés John Henry Mackay, en lógico
trato con este grupo. También mantuvieron estrecho contacto con el
movimiento nudista, apostando no tanto por lo erótico, sino por la
salud y la propia desnudez. Muy personalizado en Brand, el grupo
tendría problemas cuando éste tuviera conflictos legales, como los
derivados de practicar el outing (revelar la homosexualidad de
cargos públicos importantes) contra el político centrista Kaplan
Dasbach, que lo ignoró, y contra el canciller del Emperador
Guillermo II Bernhard von Bülow, lo que le supuso un año de cárcel
y el cierre de Der Eigene hasta 1919, ya declarada la
socialdemócrata República de Weimar. Mientras, Brand se dedicó a
editar postales de varones alemanes desnudos con caracteres
nacionales y con nombres como Raza Alemana o Raza y Belleza, siendo
exculpado en 1916 de la acusación de “divulgación de fotografías
indecentes” alegando fin nacionalista, científico e higienista
racial. El GdE quedaría disuelto con el ascenso de Hitler al poder,
huyendo del Estado la mayoría de sus miembros. Brand evitó la
persecución homófoba desatada por los nazis al abandonar la
militancia y escribiendo una carta abierta para llegar a un acuerdo
que fue ignorado. Moriría en uno de los muchos y poco conocidos
bombardeos de las Fuerzas Aliadas contra la población civil alemana
en 1945, finalizando la Segunda Guerra Mundial.
En estos años también habría que citar ejemplos como el francés,
donde el escritor anarcoindividualista francés Émile Armand,
(seudónimo de Ernest-Lucien Juin) defendió la homosexualidad en su
conjunto de la defensa de la libertad sexual en las décadas de los
años 20’ y 30’, en su periódico L’en dehors. En estos años
comienza a militar el historiador y filósofo político francés
Daniel Guérin, por entonces colaborador con la CNT en plena Guerra
Civil española, entre cuyos textos tiene relevancia especial el amor
libre y la defensa de la homosexualidad, autocatalogándose él como
bisexual. En el caso ruso-polaco, habría que citar a un anarquista
emigrante alemán llamado Senna Hoy (seudónimo de Johannes
Holzmann), partícipe en el movimiento homosexual alemán entre 1902
y 1905, además del anarquista, razón por la cual hubo de huir de
Alemania buscado por la policía tras sus acciones armadas. Él mismo
no era heterosexual, rechazando la categoría de homosexual por
considerarla insuficiente. Tras algún tiempo oculto en Suiza,
emigraría a Bialystok, ciudad polaca dentro del Imperio Ruso con un
movimiento anarquista recalcitrante, en la cual organizó un grupo
armado dedicado a la colocación de bombas contra el Zar Nicolás II.
Capturado y condenado a años de prisión, moriría en la cárcel
enfermo de tuberculosis en 1914. Por último, cabría citar a
individualidades del anarquismo ibérico que propugnaron el ideal
libertario bajo una condición de heterodoxia sexual y frente al
heterosexismo típico del movimiento, como el escritor y militante de
la Federación Anarquista Ibérica (FAI) Antonio de Hoyos y Vinent, o
la poetisa Lucía Sánchez Saornil, lesbiana y militante del
colectivo anarcofeminista Mujeres Libres, vinculado a la CNT.
Pese a los nutridos ejemplos que he narrado de vinculaciones entre la
lucha homosexual y el anarquismo, la tendencia imperante hasta la
Segunda Guerra Mundial fue generalmente una sexofobia homófoba desde
varios puntos, desde el estigma social hasta la calificación de
“enfermedad” de tal tendencia sexual y la cristiana búsqueda de
su cura. Pasa ésta, tal concepción no se alteró, pero la lucha
antifascista y el reforzamiento de los Estados capitalistas y
socialistas deja al anarquismo como una fuerza residual hasta su
resurgimiento paulatino desde inicios de los años 60’. Es lógico
que el relevo socialista de la reivindicación no heterosexual lo
tome el marxismo pese a su remarcada homofobia, teniendo lugar a la
vez colectivos como la filo-comunista Mattachine Society, la
expulsión del director Pier Paolo Pasolini del Partido Comunista de
Italia o la negación de entrada al Partido Socialista Unificado de
Cataluña del escritor Jaime Gil de Biedma. Tras el fenómeno
contracultural estadounidense (que da lugar a versiones tan
antagónicas como el movimiento hippie y el punk) y el
mayo del 68 francés, junto a los Disturbios de Stonewall de 1969,
suponen un repunte de ambos movimientos. Frente al marxistizante Gay
Liberation Front de EEUU, surge en el Estado francés el Front
Homosexuel d'Action Revolutionnaire, (FHAR; “Frente homosexual
de acción revolucionaria”), más anarquizante y con marxistas
revolucionarios. Aparece al arropo de mayo de 1968, vorágine en la
cual se cuelga un cartel firmado por el Comité d'action
pédérastique révolutionnaire (“Comité de acción pederasta
revolucionario”, apropiándose del insulto típico francés
homófobo de “pederasta”) en el epicentro de la agitación, la
Universidad de la Sorbona. Con posteridad se juntan feministas del
Mouvement de Libération des Femmes (“Movimiento de
Liberación de las Mujeres”) y lesbianas escindidas de la moderada
asociación homosexual Arcadie (“Arcadia”), hartas de la
invisibilidad lésbica. A ellas se unen gays varones en 1971,
formándose FHAR. Entre éstos últimos estaba Daniel Guérin, por
entonces muy enfadado por el trato que la identidad homosexual había
tenido lugar en los medios marxistas y anarquistas, censurándole en
los periódicos y revistas anticapitalistas estudios como el de la
Escala Kinsey aplicada a la opresión homófoba de la Francia de
finales de los años cincuenta; reconociendo su bisexualidad en 1965,
diez años después y ya habiendo militado en el FHAR escribió en un
artículo del movimiento homosexual: “No hace muchos años,
declararse revolucionario y confesarse como homosexual era
incompatible”.
Hasta 1974, año de represión policial e inicio de primeras
escisiones, realizaron acciones vistosas normalmente pacíficas (no
siempre) consistentes en reventar actos antiabortistas, emisiones de
radio, congresos internacionales de sexología, varios mítines del
Partido Comunista Francés (ante las palabras de su militante
tradicional, Jacques Duclos: "¡Váyanse a que les curen, banda
de pederastas, el PCF está sano!”)… En 1976 el grupo desaparece
definitivamente ante su división lésbica, Gouines Rouges
(“bolleras rojas”) o las Gazolines, lesbianas feministas
radicales antiautoritarias famosas por reventar el funeral del
militante maoista Pierre Overney, militante maoista muerto a manos de
un vigilante de la Renault, hecho que indujo a Guérin, anarquista de
ideas cercanas al marxismo, a abandonar el FHAR, muriendo en la
década posterior.
En otros lugares ocurrirían en los años 70’ luchas parecidas, sin
tanta presencia radical y anarquista, si bien existiendo ésta. En el
caso de Alemania podríamos citar a la Homosexuelle Aktion
Westberlin (HAW; “Acción de los Homosexuales, Berlín
Occidental”), fundada en 1971 y en declive desde 1977, luchando
contra el vigente Artículo 175 (no eliminado hasta 1994, año de la
despatologización de la homosexualidad por la Organización Mundial
de la Salud) desde ópticas antipatriarcales y feministas, llegando a
contactar con el crecido movimiento okupa alemán desde finales de
los 70’ hasta su disolución total en 1994, por la comentada
despenalización.
Tendría mismas escisiones lésbicas, así como grupos
descentralizados en otras ciudades importantes alemanas. También
habría que citar en Cataluña a la Coordinadora de Col·lectius
d’Alliberament Gai (CCAG, “Coordinadora de Colectivos de
Liberación Gay”), estructura creada por militantes escindidos del
Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC, Frente de
Liberación Gay de Cataluña) hartos del reformismo y coqueteo con
las instituciones que destacados militantes suyos llevaban a cabo, en
1978. Ésta resistiría hasta su disolución en 1980 fruto de
discrepancias internas y la desmovilización producida por la
despenalización de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social,
y tendría entre sus méritos ser la primera organización de este
tipo en albergar en su seno un colectivo dedicado a la
transexualidad, el Col·lectiu de Travestis i Transsexsuals,
creado en 1979 en el contexto de exacerbada transfobia dentro del
propio movimiento homosexual. Se presentaban al público con estas
anarquizantes declaraciones:
Nos enfrentamos al sistema como un todo, no intentamos
buscar únicamente soluciones a la problemática homosexual (...),
buscamos analizar la vida cotidiana para transformarla: este es el
camino de un movimiento de liberación. Un camino que debemos
emprender ya todos los que no soportamos más esta sociedad y este
modo de vida.
Mismas palabras podrían decirse del Frente de Liberación Homosexual
de Castilla (FLHOC), creado en 1978 y autodisuelto en 1983 tras
grandes escisiones relativas a metodologías e invisibilidad lésbica,
de cuyo portavoz saldrían declaraciones sobre ésta en el contexto
de la legalización de las primeras agrupaciones gays:
A lo mejor es que no había que pedir la legalización a
ningún ministerio, sino a los homosexuales y lesbianas en general, a
los currantes a las amas de casa, a las feministas, a las prostitutas
y a los presos de Carabanchel. Es decir, no pedir la legalización a
nadie: quienquiera que nos escuche y quien esté de acuerdo con lo
que decimos, que nos apoye.
En las organizaciones tradicionales anarquistas, como eran las
anarcosindicales, la introducción de la liberación homosexual fue
un debate intenso entre el sector rejuvenecido surgido del repunte
ácrata tras mayo de 1968 y entre el sector más tradicional que
arrastraba tras sí la homofobia. Por mera ley de vida, la victoria
la obtuvo finalmente el sector homófilo, por el mero relevo
generacional (sin que por ello dejara de existir mágicamente la
homofobia ácrata, aún latente, salvo que refundada y/o en
militantes ya mayores) y por la fragmentación del movimiento
libertario en una ristra de colectivos incontable, desde grupos
barriales y estudiantiles hasta asociaciones de estudio y asambleas
por la autonomía obrera anti-sindicales. En un inicio, en los años
80’ y 90’, se introduce el debate dentro de la lucha
antipatriarcal, impulsado por una correlación de fuerzas entre las
mujeres feministas y los gays libertarios, hecho favorecido en
ambientes novedosos e inexplorados, como la prontamente recalcitrante
okupación. Es por esta época cuando al anarko-punk le surge
un apéndice: el Homocore, publicación homónima en San
Francisco en 1988 del fanzine Homocore por Tom Jennings y Deke
Nihilson, éste último por entonces militante de Industrial
Workers of the World (IWW, “Obreros Industriales del Mundo”,
organización internacional socialista de tendencia ácrata). Ello
fue fruto de la entrada en contacto con el pornógrafo gay punk
canadiense Bruce LaBruce en el Anarchist Survival Gathering
(“Encuentro Anarquista en Vivo”) de Toronto en 1987, donde éste
le ofreció su fanzine J.D.s, de subtítulo “queer punk
zine” y realizado junto a músico punk también
canadiense G.B. Jones, publicado entre 1985 y 1991.
En Homocore, de vida también hasta 1991, aparecieron
publicadas entrevistas a grupos anarco-punks como el británico
The Apostles o la cantautora Donna Dresch, trabajos fotográficos
como el del fotógrafo y activista gay Dan Nicoletta, así como
escritos y demás trabajos de Bruce LaBruce y el escritor gay ex-punk
Dennis Cooper, amenazado de muerte por la propia comunidad homosexual
“decente” de EEUU por el contenido crudo, explícito y
sexualmente sádico (punk, “basura” en general) de sus
libros.
Lo Queer nace en buena medida del punk, hecho a estas
alturas peligrosamente olvidado. Punk en inglés significa
“basura”, “escoria”, cuando se le dice a una persona. Al ser
algo que se les decía a los posteriormente llamados punks, éstos
hicieron una apropiación de insulto y lo convirtieron en su símbolo
de identidad, justamente el mismo procedimiento que emplearía Queer
Nation con la etiqueta queer. En la segunda década de los
80’, en plena crisis del VIH-SIDA, de la lucha feminista y del
movimiento homosexual, algunos punks no heterosexuales comienzan a
catalogarse como queer siguiendo la estela de la reapropiación
del insulto, dando lugar a los fanzines J.D.s y Homocore, ya
comentados. Ello explica el gusto por el fanzine de los primeros
colectivos Queer, así como su organizaciones y sus formatos
en panfletos y logos (¿a quién no le ha recordado alguna vez el
logo de Queer Nation a la firma de los Sex Pistols, y más
concretamente a su sencillo God Save the Queen!?). Cuando Judith
Butler escribe y publica en 1990 El género en disputa: el feminismo
y la subversión de la identidad, ya existe un importante caldo de
cultivo tanto militante como teórico que posibilita la aparición de
lo que ha venido llamándose “movimiento queer”.
Con el estallido mundial repentino de los Queer con epicentro
en Nueva York con Queer Nation, los planteamientos de acción
directa asamblearia anti-patriarcal y contra el heterosexismo son
fáciles de asumir por una nueva generación de anarquistas que han
vivido la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, y con
ella el desmorone de la vía oficialista marxista-leninista.
Individualidades ácratas entran en este nuevo movimiento, ofreciendo
las perspectivas anti-estatales y antiautoritarias respectivas en un
movimiento que ya usa procederes tradicionales del anarquismo, así
como de corrientes más residuales como el comunismo consejista, el
situacionismo o la autonomía en buena parte influenciadas por lo
ácrata. No hay, pues, una “anarquización” de lo Queer,
pues los métodos son ya los antiautoritarios pese a que el discurso
no suela serlo tanto. Pero sí se dan los primeros pasos para la
“queerización” del anarquismo, proceso en el que estamos
en la actualidad.
En el ámbito punk de la autogestión y el Do It Yourself
(Hazlo Tú Mismx) surge ya a mediados de los 80’ y consolidándose
en los 90’ el Queercore, adoptándo también el nombre del
fanzine Homocore, movimiento dentro del anarko-punk que
propugna el rechazo tanto de la heteronormatividad y homofobia
insertas tanto dentro del movimiento punk y ácrata como de la
institucionalización y reformismo de los colectivos oficialistas
LGTB Entre sus directores de cine está el ya citado Bruce LaBruce o
Derek Jarman, y entre sus artistas musicales a bandas como God is
my Co-Pilot, Pansy Division o Sister Division.
Entre los grandes fanzines, muy presentes en los 90’ y con algo de
bajón con la llegada de Internet (quedando informatizados, pero sin
dejar de imprimirse), podríamos destacar al clásico J.D.s, Jane
and Frankie, Shrimp, Fanorama, Outpunk o Chainsaw. Combinan la
temática y las bases ideológicas del anarko-punk junto a
temáticas queer, produciendo un resultado cultural óptimo.
En el Estado español su influencia musical se vería en letras
anti-homófobas del grupo Me Cago en Dios o en el Queerpunk vegano y
libre de drogas Oskar con K.
A nivel militante, tendría lugar la aparición de diversos grupos de
activismo queer con un ideario libertario de fondo, en
ocasiones más explícito y declarado que en otras. Son remarcables
Queer Fist (Puño Queer), de vida en Nueva York entre
2004 y 2006, muy crítico y activamente hostil contra las
organizaciones LGTB reformistas; Bash Back, grupo similar en
Chicago activo desde 2007; Queer Mutiny (Motín Queer),
organización británica con varias secciones confederadas en el
Estado (al estilo anarcosindicalista), opuesta a todo tipo de
jerarquías, Estados, al capitalismo y a la heteronormatividad,
combinando su activismo con talleres de autodefensa, Do It
Yourself (dildos, condones…), publicación de fanzines,
jornadas de índole política y tejer redes sociales con otros
colectivos queer radicales, entre otras cosas; Queer
Ekintza (Acción Queer), grupo queer vasco próximo
a ideas ácratas, creado en 2005 en Vizcaya y funcionando hasta la
actualidad, convocante de respectivos actos contra la
heteronormatividad y la institucionalización de los grupos LGTB,
colaborando con gaztetxes… así como su participación en la
Coordinadora 28-J de Bilbao, al margen del Orgullo gay institucional
vizcaíno. A nivel internacional, la fiesta del Homocore que
ha tenido diez ediciones hasta la fecha es el Queeruption,
encuentro supraestatal de activistas queer radicales en el que
se suceden manifestaciones, conciertos, talleres DIY, asambleas…
Queeruption ahora se encuentra en un parón momentáneo desde
2007, fruto de las acciones legales emprendidas por el Estado español
contra el encuentro a raíz de los disturbios en su VIII Encuentro
(2005) contra estandartes del capitalismo rosa del Gaixample, el
barrio gay de Barcelona, proceso que a día de hoy sigue abierto. En
Madrid habría un intento a finales de octubre de 2009 que
compaginara anarquismo con liberación sexual en el Colectivo
D-Género, que tras convocar alguna acción y alguna jornada quedaría
en una aparente inactividad. Y en septiembre de 2011 se crearía el
colectivo Rebelión Consciente y la distribuidora Peligrosidad Social
que escribe y edita este fanzine, participando en el KOALA a la
espera de que este proyecto sea duradero y dé sus frutos.
La teoría política que compagina el anarquismo con el modelo queer
no es algo que suene nuevo e iluminador, sino que es fruto de la
propia lógica de ambos movimientos. Ambos surgen en el momento de
desprestigio de los modelos de lucha anteriores, tanto el feminismo y
la lucha homosexual como el marxismo-leninismo. Ambos apuestan por
una futura sociedad anticapitalista no consensuadamente definida (no,
la del anarquismo tampoco; con derribar el Estado no es suficiente).
Mientras que lo queer tiende a propugnar la auto-organización
asamblearia, la autogestión sin subvenciones ni aportaciones
“benéficas”, la horizontalidad y la acción directa
(independientemente de su intensidad), el anarquismo ha procurado
desde prácticamente sus inicios dar una respuesta a la problemática
sexual que asola las mentes y actos humanos fruto de la opresión
sexual reinante. De ello, los anarquistas fueron la primera fuerza
amplia socialista en darse cuenta, empezando a operar en tal camino,
y sembrando pues un caldo de cultivo para comenzar a abandonar en el
último cuarto del siglo XX los cánones machistas y
heteropatriarcales, proceso aún abierto.
Partimos de una premisa que consideramos tan obvia como lógico, y de
la que no negamos su influencia del freudomarxismo de los años 20’
alemán (concretamente del sexólogo Wilhelm Reich): la opresión
sexual y el capitalismo han de ir de la mano, pues el capitalismo
desea seres atrofiados sexualmente para ser así más fáciles de
manipular. Nosotros cambiamos la palabra “capitalismo” por
“Estado”, pues el Estado y el capitalismo son las dos caras de la
misma moneda, no pudiendo vivir el uno sin el otro, pues el Estado
creó el capitalismo en el siglo XVIII para seguir en el proceso
expansivo que había iniciado ya en los siglos XIII y XIV, en los
que, pese a lo que se intenta decir, había más libertad que en la
actualidad. En el siglo XV y en el XVI comienza la entrada masiva del
cada vez más poderoso y dominador Estado en la vida sexual humana,
escudándose en la llamada “Ciencia”, hecho potenciado en el
siglo XIX con la articulación de los Estados liberales, mucho más
eficaces represivamente hablando que los anteriores. Y, leyendo a
Reich, también cambiamos el heterosexismo reinante en su obra por la
opresión sexual a todo tipo de identidades sexuales y de género,
pues en caso contrario no optaríamos por el modelo queer en
este ámbito.
Lo deducible de estas palabras en sencillo: lo queer no puede
existir con Estado, como pudieran propugnar algunos neomarxistas o
reformistas, pues, al ser el Estado quien lleva a cabo la opresión
sexual en sus diversas formas (opresión sexual a la mujer, a la no
heterosexualidad, binarismo de género transfóbico…), ésta
intrínseca a su existencia, la aceptación de lo queer no
sería tal, probablemente quedando a un lado su anti-binarismo y
prosiguiendo otras formas de opresión como la propiamente
autoritaria del Estado, además de seguir la opresión sexual de otra
forma parecida a la de la reelaboración de los discursos machistas y
homófobos a la vez que el movimiento feminista y homosexual iban
abriéndose paso, sin desaparecer nunca del todo estos
comportamientos. Lo que expresamos aquí no son ideas
teórico-filosóficas nuestras, pues ejemplos de ellas existen. La
primera, dejando al margen la característica homofobia que cualquier
Estado ha implantado mediante leyes a su población y la relativa
aceptación de tales prácticas en contextos en que éste no estaba
lo suficientemente articulado como para erigirse como poder (como
ocurrió en las sociedades europeas pre-estatales, o en la mayor
parte del territorio medieval desde la caída del Imperio Romano
hasta el siglo XIV), cabe destacar la homofobia reinante en los
países “socialistas” legitimados por una lectura interesada del
marxismo. Hablamos en especial de la URSS, China y Cuba en un inicio,
pues Corea del Norte tiene la no heterosexualidad en una
“alegalidad”, Vietnam no la penaliza y Cuba sustituyó su
homofobia exacerbada por matrimonios homosexuales en menos de una
década. Reich fue expulsado del KPD por criticar la política
sexófoba de Stalin desde su toma del poder en la Unión Soviética a
finales de los años 20’, tras la cual volvió a penalizar la
homosexualidad al estilo zarista, eliminar el aborto y demás
“avances” realizados en la primera década de la Revolución
Soviética en este ámbito. Reich no entendía bien cómo una utopía
socialista camino hacia el Paraíso Comunista estaba repitiendo la
sexofobia de los Estados capitalistas y del fascismo italiano,
terminado finalmente desencantado tras su expulsión.
La respuesta era sencilla: Stalin, al igual que su contemporáneo
Hitler y el Estado liberal, necesitaban producir una atrofia sexual
para dominar mejor a sus súbditos. Otro ejemplo también podría ser
la institucionalización del modelo queer que lleva teniendo
lugar en al menos el último lustro, con coqueteos entre activistas y
“teóricos” queer con líderes de partidos
socialdemócratas e instituciones del Estado. En este planteamiento
se disipa la lucha anti-binarista de la lucha queer en pro de
nuevas vías de lucha no heterosexual un poquito más radicales que
los clásicos movimientos LGTB, y por tanto fáciles de asumir por el
sistema; retórica en la que, con tristeza creemos, ha empezado ya a
entrar al menos una parte aún no mayoritaria del calificable como
“movimiento queer”.
Así pues, para confluir por fin este punto, nuestra propuesta
concluyente es la siguiente: creemos que la Revolución Sexual y la
Revolución Social deben ir irremediablemente juntas, pues una se
complementa a la otra. La Sexual en clave queer complementa a
la Social de un componente superador de la distinción entre sexo,
género y patrones de comportamiento sexual, lastre que no debe
arrastrarse al buscar un orden social nuevo, además de superar con
ella todas las fobias aún inherentes en las mentalidades tanto
ácratas como no ácratas, tales como la homofobia o el machismo.
La Social complementa a la Sexual en que la segunda quedaría coja si
no se enmarca dentro de la Revolución Global del individuo y la
sociedad en su conjunto, pues la sexualidad es un tema francamente
importante, definitorio de buena parte (por no decir casi todo) del
comportamiento humano cotidiano, y si ésta queda atrofiada o no
dotada de las suficientes herramientas de liberación global, no
sería más que una barca sin remos en mitad del océano. Una
Revolución Queer bajo un Estado superviviente no haría más
que repetir los roles autoritarios de éste, y una Revolución
Anarquista sin lo queer repetiría los roles binaristas y
sexuales creados por el Estado. Así pues, nuestra propuesta ya
mencionada desde un principio no es otra que la conjunción y
asunción de nuevas filosofías y luchas. Por una Revolución
Anarco-Queer.
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