ilustración de joan turu |
No tengo más bandera que las estrellas
y la almohada me receta soledades
que desobedezco sin remedio;
mi cuerpo te busca y me toco los pezones
mientras sueño que roncas en mi cama
y me estremezco sólo de pensarte.
Te vas pero sigues en mi piel,
en mi cuarta u otra dimensión,
entre protones y electrones de delirio,
más acá de paredes y ventanas,
de pantallas y espejismos:
ya me olvidé de las prevenciones.
Los titubeos golpean anclajes
—un viejo cascarón que poco protege—,
busco un hueco donde nadie me mire
y desaparezco,
me agarro a un silencio que libere
aunque sé que la piel es la mejor estrategia;
como preferible es que me regales
una mañana, o una siesta, o una merienda
para mirarte
y decirte todo lo que te amo,
y la almohada me receta soledades
que desobedezco sin remedio;
mi cuerpo te busca y me toco los pezones
mientras sueño que roncas en mi cama
y me estremezco sólo de pensarte.
Te vas pero sigues en mi piel,
en mi cuarta u otra dimensión,
entre protones y electrones de delirio,
más acá de paredes y ventanas,
de pantallas y espejismos:
ya me olvidé de las prevenciones.
Los titubeos golpean anclajes
—un viejo cascarón que poco protege—,
busco un hueco donde nadie me mire
y desaparezco,
me agarro a un silencio que libere
aunque sé que la piel es la mejor estrategia;
como preferible es que me regales
una mañana, o una siesta, o una merienda
para mirarte
y decirte todo lo que te amo,
y así tejer los hilos de esta pasión
que no comprendo
—que es igual que amarte a escondidas
y saber que estás aunque no pueda tocarte—
que disfruto conociendo,
que exploro,
que deseo,
que mantiene viva una llama
que acabará ganando la batalla
a la inexperiencia deseante.
que no comprendo
—que es igual que amarte a escondidas
y saber que estás aunque no pueda tocarte—
que disfruto conociendo,
que exploro,
que deseo,
que mantiene viva una llama
que acabará ganando la batalla
a la inexperiencia deseante.
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