La importancia y el placer de romper esquemas tiene mayor relevancia
si lo aplicamos a la columna vertebral de toda sociedad: las
relaciones humanas. Juega con ellos, incluso con aquellos esquemas
que tú misma creaste y que consideraste inamovibles por mucho
tiempo; cuando los derrumbes te sentirás más liviana. Quien sale
ganando es el amor, ese amor sin ropa ni disfraces ni gafas ni
ungüentos. Sí, hablamos de ese amor, pobre amor, al cual en toda su
historia siempre lo han querido definir, adjetivar, encasillar y
etiquetar. El poder se lo ha querido apropiar para reglamentarlo y
otras corrientes supuestamente liberadoras también lo han maltratado
queriendo regular hasta la última coma. No dejes que nadie te
obligue nunca a callar.
Al amor hay que dejarlo libre y en paz y que cada quien lo viva como
le plazca sin hacer daño a nadie ni dejarse robar su autonomía. De
esa manera se mostrará tal y como es en su esencia y las represiones
ya no lo limitarán; su vuelo será algo mágico que te hechizará
sin remedio, sus virtudes serán sueños maravillosos y sus defectos,
retos por descifrar.
Preferiblemente hay que pactar ciertos acuerdos para cualquier
relación pero cuando no se hace tampoco hay que creer que las normas
convencionales —las que nos hacen creer que son las de siempre—
sirven para todo cruce sexoafectivo entre humanos. Uno de los dilemas
capitales suele ser el sexo con otras personas; existe la creencia
del miedo a que esas personas con quienes tienes sexo y compartes
afectos de manera regular —e incluso techo y cama— te abandonarán
y dejarán de quererte porque tienen sexo ocasional o frecuente con
otras personas. Las estadísticas nos cuentan que la mayoría de
relaciones que se pierden en la angustia del alejamiento forzado
inician ese desgarro por razones ajenas al sexo que son de mucho
mayor calado como las relacionadas con la afinidad y la falta de
proyección de una vida en común. Resumen: casi siempre dejamos de
amar a otra persona por razones que no tienen nada que ver con
mantener conductas sexuales con otros cuerpos.
El sexo con otros seres debería alimentar positivamente las
relaciones que ya tenemos gracias a la diversidad que aportan, al
rompimiento de las rutinas o al aprendizaje de nuevas técnicas
sexuales y detalles amatorios. Los regalos que se vuelven a regalar
multiplican el cariño puesto en cada gesto generoso y la ecuación
es simple: si tu amor por mí va a ser igual o mayor, debería
alegrarme de tus placenteras experiencias sexuales (o culinarias,
deportivas, académicas, políticas, musicales, etc, etc, etc.).
Preocúpate de fomentar la independencia de las personas que pasen
por tu vida, así sea un minuto, para que su crecimiento a tu lado
sea firme y real. El día que una persona pierde su autonomía
arrastra con ella la base de toda relación constructiva; así, es
preferible basar las relaciones en la interdependencia donde todos
los miembros del grupo —un grupo son dos o más miembros— aportan
esfuerzos y se benefician de los esfuerzos del resto. ¿Te has
preguntado alguna vez que si no sabes lo que quieres, quizá no
merezcas lo que tienes?
Las bases para sostener esta telaraña ojalá indestructible son la
comunicación y el amor sincero. Lo primero es complicado porque
hemos crecido en el analfabetismo funcional de la expresión tanto
verbal como no verbal: un desastre cuyo ideal camina pasos adelante y
atrás cuando menos te lo esperas. Lo segundo —donde las
estadísticas indican que inicialmente suele sobrar para ir perdiendo
fuelle progresivamente— ayuda a equilibrar cualquier desajuste
porque mira con ojos benevolentes errores y defectos, así como
enfados y distancias. Otras ecuaciones sencillas que puedes aplicar:
1) no desees para nadie lo que no quieras para ti; y 2) no exijas a
nadie lo que no quieres que te exijan a ti. Esto que parece de cajón
es mucho más complejo que las 23 palabras que lo enuncian.
Pero tampoco pienses que es imposible; ese término tiene veto en
otras esferas pero no en la imaginación de las relaciones humanas.
Puedes aplicar los nueve trucos y medio para unas relaciones amorosas
locas y libertarias pero nada de eso tendrá sentido si no te
alimentas de tus entrañas para renacer en cada baile. Ante la
incertidumbre del futuro puedes arriesgarte a jugar con nuevas
sensaciones, experimentar con la recreación de ilusiones, sumergirte
entre expectativas y esperar abstracciones de alguien siempre y
cuando no te limite ni lo vivas como una enfermedad: es más sano y
divertido verlo como un juego, un reto, una oportunidad, un
aprendizaje. Pero si ese sueño que parece tan bonito, extraordinario
y único no llega o se despista por el camino, te toca aprender —si
es que te cogieron de novata— a ponerle un poco de dulce o sal al
gusto y comértelo con cuidado de las espinas. [La experiencia dice
que es mejor dejar las espinas en el plato y si llegan a la boca,
pues las sacas con toda naturalidad, antes o después lo tendrás que
hacer —antes o después, no lo olvides— aunque hay quien las
mastica y se las traga]. Mientras tanto, sigue cantando, sigue
poniendo tus alas en juego, sigue conspirando para que otras también
puedan volar: no hemos venido al mundo a pasar frio y si ves la luna
llena igual que yo, sabrás que está llena de amor. Cuando muera, lo
haré cantando.
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