Nadie me atrapa tanto como tú
y buscaré cómplices para llenarte la
cama de caramelos.
Ya se me cayeron los muros,
así es más fácil mirar el horizonte
y amarte con bastante locura y con
mucha razón.
Cuando mi piel vuelva a encontrarse con
la tuya
será una explosión de amor,
pero por ahora la vida es un tobogán infinito
en el cual no ves las curvas siguientes
ni la pendiente que te espera.
Si me dejo llevar sin frenos,
sé que la vida es una danza y
más que ganas de acostarme contigo,
deseo despertar a tu lado
para seguir volando libre.
No podría definir la alegría, el delirio, la fiebre, el invencible sentimiento de ser amada y amar a quien me ama. No sé encontrar palabras que describan este fuego, este brillo, este fulgor que me ilumina, esta cegadora luz que me señala. Porque sería inútil tratar de razonar sobre este deseo incandescente, vivo, implacable, invencible; este deseo arrasador, que se ha convertido en dueño y señor de mi vida y de mi cuerpo...
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