Estás luna llena,
de piel, de venas y torrentes.
Me circulan glóbulos rojos de
obscenidad:
pobre de ti, pobre de mí, pobres los
dos;
pintaré tu cuerpo de colores anónimos
y con suaves pinceles de terciopelo
eléctrico,
habré de descubrirte sobre
horizontales lienzos verticales
—la cura y la enfermedad somos
ni donante ni receptor:
cada remedio trae sus
contraindicaciones—;
y encenderán tu resplandor,
exudarás tanta luz como poros en mi
piel,
te reflejarás en el oscuro de mis ojos
nocturnos
y me hablarás nuevamente
con dulces palabras impronunciables de
placer.
Expirarás, pero nadie huele como tú.
Te regalaré glóbulos blancos
de nubes de ensueño profundo.
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