Da igual cuándo y dónde se haya nacido: si usted es
terrícola, seguro que alguna vez habrá oído aquello de que “el sexo anal
sólo le interesa a los hombres”. O tal vez expresado en otra de sus
cizañeras encarnaciones: ¿Por qué a los hombres les interesa tanto el
sexo anal?
El cliché encubre en sí mismo algunos de los mitos más frecuentes que circulan, de generación en generación y de un país a otro, en torno a él. Tal como los enuncia la gurú del tema, Tristan Taormino, en The Ultimate Guide to Anal Sex for Women:
- Sólo las prostitutas, los pervertidos y los frikis practican sexo anal
- Sólo los hombres gay tienen sexo anal
- Los hombres heterosexuales a los que les gusta son en verdad gays
- A las mujeres no les gusta.
El cliché encubre en sí mismo algunos de los mitos más frecuentes que circulan, de generación en generación y de un país a otro, en torno a él. Tal como los enuncia la gurú del tema, Tristan Taormino, en The Ultimate Guide to Anal Sex for Women:
- Sólo las prostitutas, los pervertidos y los frikis practican sexo anal
- Sólo los hombres gay tienen sexo anal
- Los hombres heterosexuales a los que les gusta son en verdad gays
- A las mujeres no les gusta.
El disfrute y la práctica del sexo anal no tienen distinciones de
sexo, orientación sexual, edad, profesión, clase social, edad o
religión. Los guardianes de la moral se han encargado de convertirlo en
un tabú, de perseguirlo criminalmente, de fomentar la desinformación o
de estigmatizar moralmente a quienes lo practican. También lo hicieron
con la masturbación, con el sexo oral y con la homosexualidad, porque a
los guardianes de la moral les encanta legislar en “los dormitorios de
la nación”, que decía Pierre Elliot Trudeau.
Si estamos ante el último tabú de la vieja guardia, ya va siendo hora de que pasemos a las armas. Por mi parte, nunca desperdicio una oportunidad para decir alto y claro que se trata de una práctica tan común como la masturbación o el sexo oral. Y para muchas y muchos, es incluso mejor.
Volvamos a los mitos. El sexo anal no es un patrimonio exclusivo de los gays. A pesar de lo que se cree comúnmente, se estima que sólo la mitad de los hombres gays lo han probado y menos del 30 por ciento lo practican regularmente, según datos del Dr. Jack Morin, uno de los más respetados expertos en la materia -su libro Anal Pleasure & Health fue un auténtico pionero y está considerado como "la biblia de la salud anal"- y de The Kinsey Institute New Report on Sex de June Reinisch y Ruth Beasley. De hecho, no hay pruebas o evidencias que demuestren que un grupo social en particular definido por su género y orientación sexual practiquen más sexo anal que otro.
El hecho de que a un hombre heterosexual le guste el sexo anal (tanto penetrar como ser penetrado) no esconde represiones de una orientación sexual encubierta, ni deseos ocultos. A millones de hombres les encanta recibir estimulación anal, con besos, caricias, lenguas, dedos o juguetes eróticos.
El sexo anal “bien hecho” no sólo no duele sino que se siente rico. Rico no, riquísimo. Además, desata fantasías y sensaciones maravillosas de entrega, sumisión y dominación. Pero, aunque produce unos orgasmos de órdago, no es capaz de cambiar la orientación sexual de una persona.
Este mito, alimentado por la homofobia y por las falsas creencias en torno al sexo anal, sigue impidiendo que muchos hombres heterosexuales exploren su sexualidad anal a solas o en pareja. Del mismo modo que el sexo anal “mal hecho” alimenta el mito de que debe doler y sirve de excusa a muchas personas para negarse a intentarlo.
He perdido la cuenta de las ocasiones en que he escuchado, de clientas y amigas, una historia que se repite con estas variantes: estoy esperando que aparezca la persona que lo merezca… lo haré sólo para que deje de insistirme… se lo regalaré si se casa conmigo… sé que me dolerá, pero lo haré por él: no iniciados, nerviosos y presionados por sus amantes o parejas acceden a practicar sexo anal.
El resultado es rara vez feliz y cuando te lo cuentan parece que sonara de fondo música de película de terror: la pareja se lo ha pasado en grande y a ellos les duele. Lo dicen o se callan, pero desde luego se niegan a volver a intentarlo. Y si lo intentan de nuevo, será siempre bajo la presión de la pareja de turno y con un miedo al dolor que en nada propicia la dilatación.
La aparición en sociedad de la mujer que disfruta del sexo anal –curiosa y ávida por iniciarse, atenta a descubrir nuevas técnicas y juguetes, la que lo pide abiertamente y con frecuencia, la que lo disfruta aún más que la penetración vaginal– es un fenómeno más bien reciente, que al parecer no ha sido suficientemente publicitado y cuya visibilidad merece todo nuestro esfuerzo.
Curiosamente, quienes sí van ganando visibilidad desde hace unos años son las mujeres que practican el “Date la vuelta, Paco, que me pongo yo”. En inglés, a esta práctica se le conoce recientemente como Bend Over Boyfriend o Pegging, término ganador del concurso propuesto por el consejero sexual Dan Savage para buscarle nombre al asunto.
Da gusto verles llegar en pareja a la boutique erótica: alegres, decididos y ya emocionados ante la idea de adquirir un arnés y un dildo para que ella lo use con él. Llevo años viéndolo y todavía me alegra el día. En esta pareja ni ella se siente violentada por usar un pene de quita-y-pon, ni él se siente vulnerable o súbitamente marica por desear ser penetrado con un dildo… al fin y al cabo, al otro lado de la silicona está la mujer que desea y que es cómplice de sus deseos.
Ese intercambio de roles, que implica un traspaso de poder y una comunión de intimidad con el otro, es una auténtica bomba de excitación. Y cuando se vive sin miedo y sin prejuicios, nos regala experiencias sexuales trascendentes. Esas que no sólo te alegran el día: esas que sencillamente nos vuelven mejores amantes.
publicado en blog eros
Si estamos ante el último tabú de la vieja guardia, ya va siendo hora de que pasemos a las armas. Por mi parte, nunca desperdicio una oportunidad para decir alto y claro que se trata de una práctica tan común como la masturbación o el sexo oral. Y para muchas y muchos, es incluso mejor.
Volvamos a los mitos. El sexo anal no es un patrimonio exclusivo de los gays. A pesar de lo que se cree comúnmente, se estima que sólo la mitad de los hombres gays lo han probado y menos del 30 por ciento lo practican regularmente, según datos del Dr. Jack Morin, uno de los más respetados expertos en la materia -su libro Anal Pleasure & Health fue un auténtico pionero y está considerado como "la biblia de la salud anal"- y de The Kinsey Institute New Report on Sex de June Reinisch y Ruth Beasley. De hecho, no hay pruebas o evidencias que demuestren que un grupo social en particular definido por su género y orientación sexual practiquen más sexo anal que otro.
El hecho de que a un hombre heterosexual le guste el sexo anal (tanto penetrar como ser penetrado) no esconde represiones de una orientación sexual encubierta, ni deseos ocultos. A millones de hombres les encanta recibir estimulación anal, con besos, caricias, lenguas, dedos o juguetes eróticos.
El sexo anal “bien hecho” no sólo no duele sino que se siente rico. Rico no, riquísimo. Además, desata fantasías y sensaciones maravillosas de entrega, sumisión y dominación. Pero, aunque produce unos orgasmos de órdago, no es capaz de cambiar la orientación sexual de una persona.
Este mito, alimentado por la homofobia y por las falsas creencias en torno al sexo anal, sigue impidiendo que muchos hombres heterosexuales exploren su sexualidad anal a solas o en pareja. Del mismo modo que el sexo anal “mal hecho” alimenta el mito de que debe doler y sirve de excusa a muchas personas para negarse a intentarlo.
He perdido la cuenta de las ocasiones en que he escuchado, de clientas y amigas, una historia que se repite con estas variantes: estoy esperando que aparezca la persona que lo merezca… lo haré sólo para que deje de insistirme… se lo regalaré si se casa conmigo… sé que me dolerá, pero lo haré por él: no iniciados, nerviosos y presionados por sus amantes o parejas acceden a practicar sexo anal.
El resultado es rara vez feliz y cuando te lo cuentan parece que sonara de fondo música de película de terror: la pareja se lo ha pasado en grande y a ellos les duele. Lo dicen o se callan, pero desde luego se niegan a volver a intentarlo. Y si lo intentan de nuevo, será siempre bajo la presión de la pareja de turno y con un miedo al dolor que en nada propicia la dilatación.
La aparición en sociedad de la mujer que disfruta del sexo anal –curiosa y ávida por iniciarse, atenta a descubrir nuevas técnicas y juguetes, la que lo pide abiertamente y con frecuencia, la que lo disfruta aún más que la penetración vaginal– es un fenómeno más bien reciente, que al parecer no ha sido suficientemente publicitado y cuya visibilidad merece todo nuestro esfuerzo.
Curiosamente, quienes sí van ganando visibilidad desde hace unos años son las mujeres que practican el “Date la vuelta, Paco, que me pongo yo”. En inglés, a esta práctica se le conoce recientemente como Bend Over Boyfriend o Pegging, término ganador del concurso propuesto por el consejero sexual Dan Savage para buscarle nombre al asunto.
Da gusto verles llegar en pareja a la boutique erótica: alegres, decididos y ya emocionados ante la idea de adquirir un arnés y un dildo para que ella lo use con él. Llevo años viéndolo y todavía me alegra el día. En esta pareja ni ella se siente violentada por usar un pene de quita-y-pon, ni él se siente vulnerable o súbitamente marica por desear ser penetrado con un dildo… al fin y al cabo, al otro lado de la silicona está la mujer que desea y que es cómplice de sus deseos.
Ese intercambio de roles, que implica un traspaso de poder y una comunión de intimidad con el otro, es una auténtica bomba de excitación. Y cuando se vive sin miedo y sin prejuicios, nos regala experiencias sexuales trascendentes. Esas que no sólo te alegran el día: esas que sencillamente nos vuelven mejores amantes.
publicado en blog eros
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponEliminaA mi me gustan esas cosas para el machote de turno, y más me gusta si ese machote me pone el culo rojito porque hice algo mal, y después arrodillada le pido perdón sollozando aunque no sepa que es lo que hice mal, que para eso es mi hombre, mi macho, mi amo. Paa ponerme en mi lugar, en mi lugar de hembrita sumisa y pasiva y besarle y lamerle los pies toda entregada a mi hombre dominante, que lo que el me haga es siempre por mi bien. O acaso no es mi bien, cuando después de ponerme en mi lugar, y yo toda calentita justamente por eso, porque me somete y hace conmigo lo que quiere, me desato toda henchida de mi orgullo de hembra viciosa y grito como una loca mientras el me penetra por todos mis aujeritos: dámela toda papito!!, cojete a tu hembrita!!, haceme mamita!! o, para esto naciii.. matame si no te sirvooo!!.. soy tu esclavaaa!!.. soy tu putita viciosaaa!!!.. Ahhh!!!... y mi lechita moja el piso, mientras el me llena con su lechota la boca para que me la trague toda... o el culitoo...
ResponEliminaQue lindo es ser una hembritaaa!! no hay nada mas lindooo!! me gusta mucho ser lo que soy... cómo disfruto de ser nada más que una hembra, aunque no tenga un conchita, pero de cabeza y de corazón soy más hembra que ninguna. Y cuando de un macho se trata nunca me hice la fina, porque si es bien hombre para mí es hermoso aunque tenga una cicatriz enorme en la cara y sea lo que las taradas dicen un tipo feo, no hay hombre viril que sea feo, nunca dejé a ninguno de a pié y si le gusta enfiestarme con otros amigos.. yo agradecida, o si le gusta cojerme para que otros me vean también, más caliente me pongo y más sacada que no hay orgullo más grande que sentirme una putita reventada! Besitos a todas las mariquitas.