Nihili est qui nihil amat, y
así es como reparo mis zapatos empezando por quererme lo suficiente
como para no necesitar a otra persona para ser feliz. Igualmente,
reconozco que necesito a otros seres para que este tránsito donde lo
ineludible es la muerte sea más dulce y tenga un buen ritmo; también
confieso que tras cada luna necesito a menos gente para sonreír al
sol. Sobre el título del texto, me explicaré: en esto del amor, o
es libre o prefiero la muerte, paso de vivir de rodillas. Lo jodido
es decidir qué significa para mí que sea libre y llegar a un
consenso con quienes me late el corazón asumiendo el daño que nos
hacen los siglos de autoritarismo que se nos adhirieron a la piel
como lunares. Haz una encuesta en tu barrio, verás como hay
dinámicas relacionales que parecen naturales e incluso instintivas
por el hecho no menor de nacer con ellas y vernos rodeados de sus
efectos. Las valoraciones sobre el bien y el mal te las dejo a ti, yo
ya tengo bastante con lo mío.
El
otro día me preguntaban qué necesito para vivir. Mi respuesta
intentó ser lo más clara y honesta posible: «Solo necesito amor».
Creo que me faltó precisar la sentencia. Vale, y también un
cuadradito de chocolate de vez en cuando, calor agradable en invierno
y una pizca de lento y tierno sexo cuando el cuerpo me lo pide
—aunque también frenético y con las uñas en la espalda cuando
menos me lo espero—. Con eso empiezo a tener de sobras ya que la
cama me la hago en cualquier parte y alimento y agua me lo consigo
como sea. Fácil, sin lujos ni manías estrambóticas (o eso pienso
yo, claro). La vida ya me la gané cuando nací —me parece un
chiste que me pregunten “cómo me gano la vida”—, no sé por
qué me siguen poniendo pruebas. Si no me quieren aquí, que me
lleven; yo no elegí nacer aunque ya que estoy me quedo con lo que me
gusta; soy como soy. A la envidia y la hipocresía, les pongo un poco
de menta; a las incoherencias, miel y limón; a los disgustos, lo que
tenga a mano. Quizá pida demasiado, pero hace rato que dejé de
quererlo todo sin límites y asumo los equilibrios del camino con sus
contradicciones y sinsabores. Me subo a los árboles
como trepo a los amores: mientras tengan raíces, tendrán frutos y
flores.
Y
por eso hay que seguir discutiéndolo, el debate no se acaba porque
existe un malestar a veces sutil y otras muy evidente alrededor de
cómo vivimos las relaciones sexuales, afectivas, amorosas, etc.
Porque el debate sobre el amor y la libertad debe estar en las
agendas políticas de todos los colectivos revolucionarios más
incluso que la lucha de clases y al mismo nivel que el fin del
patriarcado. Ya que un día decidimos salir del armario, ahora nos
toca escapar del gueto, romper las alambradas y encender la lumbre
del derecho a disentir para dejar de tener miedo al abismo, para
salir del marco que nos aprisiona. Porque el primer carcelero somos
nosotras mismas, eres tú contigo misma; no tiene sentido quejarse de
la sociedad ni de los malos malísimos hombres-blancos-heteros porque
en general también son víctimas que no saben ni qué bus hay que
coger para salir de la confusión. En este camino del aprendizaje
constante tenemos la llave de nuestra propia jaula y aunque esté en
el fondo del mar, hay que arriesgarse e irla a buscar para no tener
excusas. A partir de entonces nos podremos ir con el sol a otra parte
y defender con mayor seguridad la supuesta obviedad: amor libre o
muerte, en mi vida y en la tuya.
solo quiero decir..hermoso..
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