Si esperabas resolver esa duda, quizá hoy no sea el día. Las palabras limitan y reducen lo que sentimos cuyo producto hay que multiplicarlo por 7.000 millones de personas (también podríamos añadir a otros seres vivos o inertes) que tenemos nuestra propia concepción de abstracciones como “amor” o “libertad”. Hay tantas formas de amar que parece un analfabetismo agudo reducirlo todo a “amor”, aunque también refleja una extraordinaria capacidad de condensar una infinita y variada cantidad de sensaciones en una sola palabra. La evidente contradicción del amor es su inverosímil coherencia.
Un símil apropiado es el concepto de color. Cuentan que los esquimales pueden distinguir hasta 30 tonalidades del color blanco porque están rodeados de él y las diferencias imperceptibles para otros ojos son significativas en su retina. Pero la cosa se complica aún más porque realmente el mundo es incoloro. El color es una sensación producto de nuestro cerebro a partir de un objeto sobre el que incide la luz: un objeto lo vemos blanco porque refleja todo el espectro visible y lo vemos negro si no refleja nada del espectro visible.