dimecres, 18 de gener del 2012

Cuando el sexo es adicción, Aloyma Ravelo


De acuerdo al comentarista estadounidense, Martin Hutchinson, habría que hacerse la pregunta siguiente: ¿Es una condición psicológica genuina o una excusa fácil?



Según se puede apreciar sin grandes esfuerzos, se pretende sumar el sexo a esa lista de adicciones que aniquilan a la gente, como es el juego de azar, el frenético afán de consumismo, las drogas, y otras dependencias que se hallan en la lista de cuestiones a las que algunos pacientes dicen tener una profunda sumisión psicológica.

En los Estados Unidos, particularmente, señala Martin, es una condición que empieza a tomar alcance y propaganda con ciertas celebridades a quienes han ingresado en clínicas muy costosas para ser tratadas por su necesidad de sexo compulsivo.


Otra pregunta obvia vale: ¿será verdad o detrás hay otras mil razones?

El asunto es que esta moderna “adicción” está calando en muchas personas y no son pocos los escritos relacionados con el asunto.

La realidad es que muy diversos especialistas en psicología, psiquiatría y sexología, se oponen a tratarlo como una enfermedad o padecimiento.

Sin embargo, instituciones médicas respetables como la Clínica Mayo ofrece consejos sobre la adicción al sexo en su sitio en internet, describiendo a los adictos como gente que pasa “excesiva cantidad de tiempo” en actividades vinculadas al sexo y descuidan otros aspectos de su vida diaria.

Tema de discusión
Realmente, habría que empezar a cuestionarse cuánto es “mucho tiempo dedicado al sexo” porque si hay algo en los seres humanos tan cambiante, personal y dinámico eso es su sexualidad.

He recibido muchas cartas de jóvenes y no tan jóvenes que tienen sexo diariamente. Esto puede parecerle a un especialista de la Mayo como una especie de adicción, vaya usted a saber.

Hay quienes, en cualquier parte del mundo, practican el sexo tántrico, una filosofía oriental de comportamiento sexual que exige un mínimo de tres horas para cubrir con éxito las sucesivas etapas. Disfrutan por largo tiempo de caricias y embelesos mientras comen y beben agua, nada de bebidas alcohólicas.

Los practicantes de tan sensuales maneras de relajarse, consideran el tantrismo una forma sana de relacionarse, que eleva el espíritu. Y ciertamente daño no hace y resulta ser una gran fuente de placer.
Las horas o el ritmo de una persona dedicado a las fragancias sexuales, no marcan de manera alguna el límite entre la adicción o el comportamiento sano.

Otras cartas de lectores de mi blog, sin embargo, señalan la falta de apetito sexual. Y es que el asunto de la libido humana se mueve en una larga cuerda que va desde deseos esporádicos hasta deseos cotidianos; desde muchos deseos hasta casi ninguno.

Desde mi experiencia en el diálogo de la correspondencia con  personas de muy diversas edades, considero muy poco frecuente quienes manifiestan deseos sexuales compulsivos, y terminan en manos de un terapeuta porque, sin dudas, cualquier cosa en exceso daña, entorpece la dinámica de la vida y necesita atención y tratamiento.

Sobre lo excepcional que resulta esta persona con una frecuencia al sexo tridimensionada, el doctor Geoff Hackett, presidente de la Sociedad Británica de Medicina Sexual, considera esto como algo muy extraño en el Reino Unido. Dice: “Sería muy difícil para un paciente que percibe padecer de este  problema, encontrar ayuda en el NHS (sistema de salud público).

Tal vez haya dos o tres personas en toda Inglaterra que poseen  el conocimiento necesario para tratarlo”.
Hackett es del criterio, como otros tantos especialistas europeos, que este es un fenómeno que tiene que ver particularmente con la percepción cultural y no con un desorden  psicológico.

Del calor al frío
Es conocido que la cultura, las tradiciones, la idiosincrasia de un país, aportan una manera de ver y sentir la sexualidad y hasta los deseos sexuales.

Incluso en este sentido, se habla de países con poblaciones más “frías” o más “ardientes”. El Caribe, por ejemplo, tiene fama de ser sublime eróticamente, donde la sensualidad y hasta el goce andan contoneándose por las calles. Está a flor de piel.

Todo este sentir más o menos palpable o totalmente oculto, está mezclado a dogmas, prejuicios, sentido de la moral, religiosidad, y otros ligamentos que aflojan o aprietan amarras en el imaginario colectivo, con respecto a la manera de percibir y asumir la sexualidad.

Quizá la nueva oleada de la adicción al sexo, sea igual que otras acciones que involucran la vida sexual de las personas, y forme parte de un negocio lucrativo.

Mientras tanto, lo más importante sigue siendo el conocimiento que en materia sexual cada quien debe poseer para no ser objeto de engaños, terapias innecesarias, dinero gastado en vano y manipulaciones que no prodigan felicidad, precisamente.

* Periodista cubana, master en Salud Sexual y Reproductiva.

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