dijous, 19 de gener del 2012

La libertad antes que el amor entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre


La libertad antes que el amor. Su amor con Beauvoir era el amor necesario. Y todos los demás eran los amores contingentes. De toda esta complicada historia, nos quedamos con la costumbre que adoptaron durante la década de los cincuenta de pasar septiembre y octubre en Roma.

Jean-Paul Charles Aymard Sartre (1905 - 1980), conocido como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir (1908 - 1986) eran diferentes a la sociedad que les rodeaba es una obviedad, pero baste recordar que Sartre, el prestigioso filósofo y escritor francés, exponente del existencialismo, fue seleccionado como Premio Nobel de Literatura y lo rechazó explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían de desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones. 

El padre de Sartre murió de fiebre cuando él tenía 15 meses, y su madre lo crió con ayuda de su abuelo, Charles Schweitzer, quien enseñaría matemáticas a Jean-Paul y le introduciría desde muy joven a la literatura clásica. 

Estudió en París en la École Normale Supérieure, donde conoció en 1929 a Simone de Beauvoir mientras estudiaban un postgradurado de filosofía. Había mucha competencia pero el quedó el primero y ella la segunda. Sartre siempre admiró su capacidad de trabajo y le llamaba “castor” porque una de las primeras frases que dijo a Beauvoir due “usted trabaja tanto como un castor”. 


Juntos combatieron las suposiciones y expectativas de la formación burguesa y se solidarizaron con los más importantes acontecimientos de su época como el Mayo Francés, la Revolución Cultural China y con la Revolución Cubana.  Simone de Beauvoir fue profesora de filosofía hasta 1943 en escuelas de diferentes lugares de Francia, como Ruán y Marsella, hasta que la ocupación alemana en París, a causa de la Segunda Guerra Mundial, la alejó para siempre de la enseñanza. Durante ese periodo vivió en la ciudad tomada, e integró el movimiento de la Resistencia Francesa.  

Sartre medía 1,55 y tenía estrabismo, pero sus ideas y su personalidad lo hacían muy atractivo para las mujeres. Se reconocía feo, pero argumentaba como arma suprema de sus ligues "mis bellos discursos y que soy escritor". Hasta que conoció a Simone de Beauvoir sentía frente a las mujeres una "superioridad acompañada de un sentimiento". Con Beauvoir fue distinto.  

Beauvoir era más alta, 1.60 y desde muy joven decidió ignorar casi absolutamente la opinión de los demás.
Entonces empezó una relación no-monógama que no se sometería ni a la fórmula del matrimonio ni a la convivencia. Incluso acordaron que su amor sería "absoluto", de modo que su mayor valor fuese la libertad, incluso la sexual. Aunque Beauvoir declaró que Sartre fue el mayor logro de su vida, pasó a la historia como una defensora de la libertad sexual y, de paso, escandalizó a la Francia de su época con tríos y duos bisexuales. 

Mientras que para unos se trataba de una amistad ampliada, para otros, eran recíprocamente el consuelo de sus decepciones amorosas con otras personas. 

Sartre decía de si mismo que era un mal amante, no quería entregarse, ni tener hijos, menos aún casarse, pero a pesar eso, a veces dejó creer que se casaría. Sartre tuvo numerosísimas amantes, y cuando terminaba una relación amorosa las mujeres pasaban a formar parte de lo que llamó su “familia”. 

Cada vez que ella lo trataba de machista, Sartre matizaba: "Soy machista liberal". 

Beauvoir y Sartre habían acordado la plena libertad en su vida sexual y sentimental, pero convinieron en no ocultarse nada, incluso los detalles. 

Como ejemplo de esta relación una carta de Beauvoir: 

Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa, en una granja de Tignes, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: “¿De que se ríe?”. Y le contesté: “Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo”. Y replicó: “Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de besarla y no me atrevía”. Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente,
tu Castor. 

Cuesta trabajo comprender como deriva una relación que empieza con las siguientes cartas de Sartre a los 10 años de conocer a Bauvoir: 

"Si usted se acostara en este estrecho jergón, a mi lado, me encontraría muy a gusto y se me derretiría el corazón. Pero no será así y tendré que oír los ronquidos sonoros de alguien. Ay, amor mío, cómo la amo a usted y cómo la necesito. La amo con todas mis fuerzas” "Estoy algo nervioso, porque empiezo a esperar sus cartas con esfuerzo. Piense usted, por favor, que desde el sábado no he recibido ninguna. Hace diez años que la conozco y es la primera vez que ocurre esto. Amor mío, cómo me gustaría recibir noticias suyas. Mi encantador Castor, que ya me ha ofrecido diez años de felicidad, la amo a usted y la beso con todas mis fuerzas".

O lo escrito por la propia Beauvoir: 

“Una gran suerte acaba de dárseme. Bruscamente, ya no estaba sola. Hasta entonces, los hombres que me habían interesado eran de una especie diferente a la mía. Me era imposible comunicarme con ellos sin reserva. Sartre respondía exactamente a mi voto de los quince años: era el doble en quien reencontraba, llevadas a la incandescencia, todas mis manías. Con él, podría simplemente compartirlo todo. Cuando lo conocí, supe que nunca más saldría de mi vida”.

Incluso Beauvoir reconoce que la monogamia no era propia de Sartre:
 
“Él no tenía vocación de la monogamia; se complacía en compañía de las mujeres, que le parecían menos absurdas que los hombres; no pensaba, a los veintitrés años, renunciar para siempre a su seductora diversidad”. 

Su amor con Beauvoir era el amor necesario. Y todos los demás eran los amores contingentes. Henriette Nizan, la mujer del que fue amigo íntimo de Sartre y filósofo, Paul Nizan, cuenta: "Se quiere hacer de ellos (Sartre y Castor) una pareja mitológica. Es cierto que existió el amor, pero también hubo cadáveres". "Sartre era menos fiel por naturaleza. Seducía mucho, sobre todo desde que llegó a ser verdaderamente Sartre". 

Incluso llegaron a firmar un contrato por dos años, en el que acuerdan que vivirían juntos durante ese período lo más íntimamente que ambos pudieran soportar. Después se separarían para reemprender, durante un tiempo “más o menos” largo, una vida “más o menos” en común. Además se comprometían a contarse absolutamente todo. 

El contrato se enterró posteriormente de común acuerdo. En palabras del Beauvoir: 
“Revisamos nuestro pacto y abandonamos la idea de un contrato entre nosotros. Nuestra unión se había estrechado y hecho más exigente que en un principio; podía admitir breves separaciones, pero no largos viajes en solitario. No nos juramos fidelidad, pero nos sabíamos el ser más importante para el otro”. 

“Éramos de la misma especie, y nuestra unión duraría tanto como nosotros”. “Lo que nos ligaba nos desligaba; y por ese desligamiento nos reencontrábamos ligados en lo más profundo de nosotros”.

Sartre era proclive a los de excitantes y somníferos, fumaba y bebía en exceso café y alcohol, y no dormía más de cinco horas diarias. Nunca desayunan juntos. Sartre prefería despertarse solo, pues detestaba que le dirigiesen la palabra por la mañana. Ambos vivían en un Hotel de París, escribían en una cafetería, leían y discutían de cine, filosofía  y jazz.  Sus alumnos escuchaban fascinados y la lucidez de ambos se hizo mitológica en Paris. Con una de las alumnas, Olga Kozakiewicz se formó un triángulo amoroso. 

Llama la atención la larga relación de Sartre con las dos hermanas Kosakiewicz, de origen ruso, primero con Olga y luego con Wanda. Se cuenta que siempre las mantuvo, lo cierto es que Sartre les conseguía papeles en sus obras de teatro.  

Beauvoir, por su parte, incluyó en sus relaciones amorosas a algunas de sus alumnas, como Bianca Bienenfeld, a quien conoció cuando ésta tenía 16 años y que también estuvo con Sartre, a Nathalie Sorokin, hija de una señora divorciada que armó un escándalo con la policía, y a Silvie Le Bon, a la que declaró su heredera. 

En 1939, Sartre es movilizado a causa de la Segunda Guerra Mundial, siendo hecho prisionero a mediados de 1940 y liberado en 1941. En 1941, Beauvoir comienza una relación con Jacques – Henri Bost, quien más tarde se casaría con Olga Kozakiewicz. Wanda tuvo un breve romance con Camus, pero todo parece indicar que todos estaban con todos. 

Durante toda su existencia, Sartre mantuvo romances con mujeres cada vez más jóvenes. Beauvoir lo admitía como una incapacidad para aceptar la edad adulta. Mientras, ella mantenía esporádicas relaciones con otros hombres y otras mujeres, algunas de las cuales eran a la vez amantes de Sartre. 

En 1945 Sartre conoce a Dolores Vanetti, norteamericana y le pagó su divorcio. Luego vino Michelle Vian, que también se estaba separando de Boris Vian. Según algunas fuentes, Michelle pudo haber abortado al quedarse embarazada de Sartre, y se cuenta éste se fue de viaje en vez de acompañarla. Aparentemente ella ya había tenido dos hijos con Vian y no quería tener otro con Sartre, luego para rematar el nudo amoroso, Michelle compaginó con otra relación con un ruso, a escondidas de Sartre, durante años.  

Beauvoir inició, en su viaje a Estados Unidos en 1947, un romance con Nelson Algren, un escritor norteamericano. Luego Algren fue a París y viajaron juntos por Europa y Marruecos. Pero ella siempre regresaba con Sartre. Algren no quería una relación compartida ni vivida en episodios. Ella lo amaba, pero le explicó que no iba a dejar a Sartre porque éste “la necesitaba”. Entonces Nelson Algen le propuso matrimonio y Beauvoir rechazó la propuesta, contestando en una carta que “no podría vivir únicamente de amor y felicidad”. 

Los buenos lectores recordarán que la vida con Algren quedó reflejada en la novela “Los mandarines” (1954), que Beauvoir tardó siete años en escribir pero que le consiguó el premio Goncourt. Algren se enfadó porque ella había utilizado su vida personal. Ella respondió con un nuevo tomo e indiferencia. Entonces dejaron de verse. 

Después Beauvoir vivió siete años con Claude Lanzmann, ella tenía 44 años y él 27, pero además Sartre mantuvo una relación secreta con la hermana del mismo Lanzmann, Evelyn Rey, una actriz muy atractiva, rubia. Y duró tres años en secreto porque Sartre estaba al mismo tiempo con Michelle y con Wanda.
En 1949 Beauvoir publica el ensayo “El Segundo Sexo”, considerado fundador del movimiento feminista contemporáneo. Simone, al ser una mujer que ha rechazado el matrimonio y la maternidad, es duramente criticada por los sectores más conservadores. Ella arremete preguntando porqué no se le reprocha lo mismo a Sartre.  

Sartre adoptó como hija a Arlette Elkaïm, una argelino-judía que al principio fue su alumna y luego le nombró heredera de sus derechos de autor. 

En 1973, Sartre comienza a sufrir una ceguera casi total, aparentemente por el consumo de anfetamina, lo que lo obliga a depender de sus amigos, especialmente Beauvoir que escribe:
 
“Ha habido en mi vida un triunfo seguro: mi relación con Sartre. En más de treinta años, sólo una noche nos hemos dormido desunidos. Este largo gemelazo no ha atenuado el interés que prestamos a nuestras conversaciones… la desgracia es la única cosa nueva e importante que puede sucederme. O veré a Sartre muerto, o moriré antes que él. Es atroz no estar cerca de alguien para consolarlo de la pena que le causamos abandonándolo; es atroz que alguien nos abandone y calle”.

En 1980 Sartre muere a causa de un edema pulmonar. “Su muerte nos separa. Mi muerte nos volverá a reunir. Mejor así: ya es hermoso que nuestras vidas hayan encajado durante tanto tiempo”. 

El presidente Giscard d’Estaing fue al hospital y ofreció asumir los gastos del entierro. Los amigos del filósofo no aceptaron. A las cincuenta mil personas que asistieron al entierro de forma totalmente espontánea se les llamó “la última manifestación de mayo de 1968”.  

A la muerte de Sartre, Arlette y Levy se llevaron sus escritos, cartas, muebles, cuadros. Ella los papeles, él los muebles. Sartre no había hecho un testamento, lo cual hubiera sido necesario para dejar a Simone objetos que habían compartido toda la vida. Pero Arlette era la heredera oficial. Cuando Simone pidió a Arlette a través de amigos algunas cosas que consideraba suyas, como un dibujo de Picasso o el sillón de la familia Schweitzer, Arlette dijo que se las pidiera personalmente, lo cual Beauvoir no hizo.  

Al poco tiempo, Beauvoir enfermó seriamente de neumonía. 

Beauvoir murió en 1986. Ambos están enterrados en una tumba común en el cementerio de Montparnasse. 
Según la revista Le Point, Sartre era "frío en el plano sexual, machista, autoritario y celoso", mientras Beauvoir mostraba "autoritarismo, complejo de Pigmalión y libertinaje calculado"

Danièle Sallenave, autora de una biografía de la escritora titulada "Castor de guerre", dice que es hora de ver más allá de sus costumbres sexuales: "Sartre era autoritario, machista y tradicional, mientras De Beauvoir quería ser revolucionaria en todo lo relativo a su vida pública y privada". 

De toda esta complicada historia, nos quedamos con la costumbre que adoptaron durante la década de los cincuenta de pasar septiembre y octubre en Roma.

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