La
semana pasada se realizó en Israel una marcha contra el fanatismo judío
ultraortodoxo. Una nena de ocho años fue la protagonista involuntaria
de esta disputa que se libra actualmente en Israel (que algunos llaman
religiosa). Camino a la escuela fue agredida, escupida y llamada
"prostituta" por un grupo de religiosos ultraortodoxos, por "vestirse
impúdicamente" según ellos . Casi a diario, docenas de hombres con
sombreros negros gritan y acosan físicamente a las niñas que van a la
escuela.
Días
atrás, hombres de negro le gritaron a una mujer que viajaba en el mismo
ómnibus que ellos, e intentaron hacerla bajar. La argumentación
religiosa sostiene que las mujeres deben ser separadas de los hombres,
porque podrían despertar su apetencia sexual.
Hay quienes buscan reducir este conflicto a una simple noticia sobre hábitos religiosos, pero lo cierto es que estos sucesos -pequeños en apariencia- esconden la concepción sobre la vida y el sexo que tienen en sus entrañas los regímenes autoritarios: en ellos, la vida y el sexo son sólo para procrear y para enaltecer a dios.
Ese
dios ha sido creado en los orígenes de la humanidad, producto de la
indefensión de los hombres, y sirvió (y sirve todavía) para paliar el
dolor de las enfermedades y la muerte, así como para explicar, sobre
todo, en los orígenes, los grandes misterios de la humanidad.
Esa
explicación ante lo que no entendemos o lo que nos duele demasiado,
sigue teniendo vigencia en la actualidad, porque facilita la actitud de
inclinarnos ante él, el dios que todo lo sabe y nos postra en nuestra
ignorancia eterna. Y, por sobre todas las cosas, postrarnos ante dios
garantiza que se haga su voluntad y nos impide saber cuál es nuestra
voluntad y cuáles son nuestros deseos. "Que se haga tu voluntad, así en
el cielo como en la tierra, y los humanos nos postramos ante tu
sabiduría".
Creer
en un dios poderoso es la forma de saber de su deseo y de ninguna
manera del nuestro. Ese dios poderoso en todas las religiones es un dios
masculino, lo que deja a la mujer en un lugar de sumisión y dependencia
como representante y portadora de la ignorancia y el pecado. Por eso
dicen los religiosos que deben estar aparte, tapadas y silenciadas.
La
religión judía condena el lugar al cual son sometidas las mujeres
musulmanas, pero sus religiosos llaman "prostituta" a una niña de ocho
años que va camino a la escuela. Esto nos muestra que la religión, sea
cual fuere, siente odio y horror por las mujeres pensantes y deseantes.
Si
las niñas pueden transformarse en mujeres y ser deseantes, están
mostrando la existencia de la diferencia de los sexos. Aprendimos con el
psicoanálisis que se desea lo que no se tiene. El deseo es anverso y
reverso de castración. El deseo es la expresión más libertaria que
tenemos, porque deseamos siempre otra cosa, algo distinto: el deseo
introduce lo distinto. Pero la religión odia lo extraño y extranjero. Es
por naturaleza narcisista: se quiere a sí misma tal cual es.
La
ideología no es una representación de las condiciones reales de
existencia, sino una representación imaginaria de esas condiciones, de
las relaciones de producción y de todo lo que de ellas se deriva. No es
un conjunto de ideas y espíritus, sino que tiene una presencia concreta y
material. La propia creencia de que existen ideas puras es ya
ideológica y las ideologías viven en prácticas materiales -es a partir
de ellas que se da su existencia.
La
ideología se ve determinada por prácticas e instituciones y no es una
ilusión ni un engaño. Nos interpela como libres, pero nos hace ser
dominados: se incorpora de modo inconsciente y se reproduce en la praxis
cotidiana. La ideología no es de ningún modo una deformación de la
realidad, sino más bien aquello que la hace posible. A cada miembro de
la sociedad le es asignado un lugar que la ideología justifica y
sostiene. En tal sentido, legitiman las relaciones de dominación.
La
ideología no expresa la relación de los hombres con sus condiciones de
existencia sino la manera en que viven esa relación. La relación real
está investida en la imaginaria, expresa más una voluntad o una
esperanza que a la realidad.
Enterarse
de que las mujeres son deseantes no está dentro de los intereses de los
religiosos. Si las mujeres pueden ser deseantes, también pueden ser
libres para expresar sus deseos. Eso para la religión es el fin de toda
su estructura hegemónica. Algo tan nefasto como llamar prostituta a una
niña no es un error o una desviación de algunos trasnochados, sino la
esencia de la religión y de todo régimen totalitario. De este modo, todo
permanece igual e idéntico a sí mismo, en un orden masculino y cerrado
sin ninguna diferencia.
Si
no hay diferencia, es que no ha operado la castración -ese genial
descubrimiento de Freud que es la piedra angular en la cual se fundan la
sociedad y la cultura humana a partir de la represión edípica. El
complejo de castración funda una humanidad signada por el deseo,
mientras que la protesta neurótica, perversa y fascista impone que todo
es uno y que no debe haber ningún deseo que no sea el de dios.
Los
deseos irredentos de mujeres y de hombres nos dicen que el camino es
otro. Bien sabemos que los senderos de la revolución son amplios:
tendremos que seguir creando y andando por ellos.
publicado en prensa obrera
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