(foto: A. Kharlamov)
No hay guiso, ni plato, ni alimento, ni receta hoy aquí, sólo hambre y amor, sólo dos cuerpos que se llaman nosotros, tan desnudos, sin armaduras, ni ropa, ni preguntas. He atravesado miles de días desolados, caminando entre rocas afiladas, espinos y silencio creyendo que ya no habría más pero también con la loca certeza de que estabas allí, en alguna parte, acechando como una pantera, valiente y libre. He buscado mapas en otros cuerpos aprendiendo que no hay brújulas ni rumbos cuando se quiere llegar al lugar de la piel donde nos soñaron felices, donde nos amaron por duende. He dudado mil veces de las palabras y su hilo de seda aprendiendo a resistir, resistir siempre, intentando no olvidar el idioma secreto de tu nombre. He aprendido a escribir, cocinar, beber silencio fresco en verano y caliente en invierno, a no cansarme nunca de caminar, a no cansarme nunca de nombrarte y rebuscar en el filo de sal de tantos versos aquellas voces que iban a jugar contigo en el futuro. En los mares fríos y templados, en los océanos oscuros donde duermen las tortugas y los monstruos nado contigo sin miedo, duermo contigo arropado solo con tu leve sonrisa y la seda de tu olor. Ahora sé verdad a qué sabe la vida, qué tacto de miel y mariposas tiene el origen del mundo, porque tu agua lo cura todo, refresca y alimenta y sana. Cartógrafo para ti, nunca dibujaré un mapa en el que te pierdas, ni rutas de paraíso, ni islas del tesoro, ni fuentes de la eterna juventud, ni eldorados, ninguna carta que llegue a algún destino, sólo mapas en blanco, secretos, invisibles, reales para caminar luego cogido de tu mano y no descansar nunca, no dormir, no parar, no hay reposo si tu cuerpo está cerca y su sabor me perfuma la vida.
Mi mapa del mundo.
republicado de gastropitecus glotón
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