dimarts, 1 de gener del 2013

No lo llames Amor, llámalo adicción química; Cristina Furió


El ser humano ha desarrollado a lo largo de su evolución mecanismos para conseguir la perpetuación de la especie. Uno de estos mecanismos es el enamoramiento, un proceso bioquímico iniciado en el cerebro que activa neurotransmisores, glándulas y respuestas fisiológicas para alcanzar la reproducción. El amor es por tanto algo tan simple y a la vez tan complicado como una adicción química entre dos personas.

Está demostrado que suelen atraernos las personas con rasgos similares a los nuestros y que tendemos a elegir de manera inconsciente el olor de aquellas que tienen un sistema inmunológico muy distinto al propio, lo que evita que nos enamoremos de nuestros familiares. Antes de que nos fijemos en una u otra persona, ya tenemos construido un mapa mental que determinará qué nos hará enamorarnos de alguien. Aunque disponemos de un sistema natural para llamar la atención de otras personas, relacionado con la presencia de sustancias químicas como las feromonas cuya percepción es instintiva, las personas estamos capacitadas para comunicarnos sin hablar a través de señales corporales, que pueden centrar nuestra atención en una u otra persona por medio de la atracción sexual que provocan. De entre estas señales corporales, las que mayor influencia tienen son las miradas. Los ojos hacen evidente el instante en que se despierta el apetito sexual, ya que las pupilas se contraen o se expanden en función al placer que anticipan. Los gestos con diferentes partes de nuestros cuerpos, pueden enviar mensajes de que se está listo para el placer sexual, como ocurre en el caso de los labios húmedos y entreabiertos, las cejas ligeramente arqueadas o roces discretos de las manos.

Una de las principales sustancias implicadas en el enamoramiento es la feniletilamina (FEA), una anfetamina que el propio cuerpo segrega y que activa la secreción de dopamina y de oxitocina. La dopamina es el neurotransmisor implicado en las sensaciones de deseo y en los mecanismos de refuerzo del cerebro, responsable por tanto de repetir los comportamientos que proporcionan placer, mientras que la oxitocina está implicada en el deseo sexual. Por tanto, cuando una persona nos atrae, el cerebro produce feniletilamina (FEA), que activa a su vez la secreción de dopamina y oxiticina. Cuando comienzan a trabajar los neurotransmisores implicados en este proceso es cuando decimos que estamos enamorados. La combinación de estas sustancias hace que las personas enamoradas puedan permanecer durante horas haciendo el amor y conversando, sin sentir cansancio o sueño. La euforia, placer y excitación que nos hace sentir estar con la persona de la que estamos enamorados, nos hace necesitarla como si se tratara de la adicción a alguna droga.

En las relaciones sexuales, tras el orgasmo, el sistema límbico del cerebro libera gran cantidad de oxitocina, responsable también de la vinculación emocional de la pareja. Esta hormona actúa de manera diferente en hombres y mujeres. La oxitocina en combinación con los estrógenos en la mujer, provoca que ésta se sienta cariñosa y conversadora, mientras que en combinación con la testosterona masculina, provoca en el hombre la necesidad de dormir. El tiempo de permanencia de la oxitocina en el organismo también varía entre hombres y mujeres. En la mujer permanece activa durante días después del orgasmo, mientras que en el hombre tiene efecto durante unas pocas horas. Este hecho podría explicar la diferencia existente entre sexos en cuanto a vinculación emocional tras la relación sexual. Tener relaciones sexuales sin enamorarnos es posible, pero si se tienen constantes relaciones con la misma persona, es posible que lleguemos a experimentar una especie de adicción, ya que  biológicamente estamos preparados para experimentar unión con nuestra pareja sexual, respondiendo al vestigio primitivo de conservación de la especie. La oxitocina, tras la primera oleada de emoción, actúa forjando lazos permanentes entre los amantes, cambiando las conexiones de los circuitos cerebrales.

Cuando estamos enamorados y vemos al ser amado, se activan ciertas zonas del cerebro como el córtex anterior cingulado, que responde también a estímulos producidos por drogas sintéticas, produciendo euforia y placer. Pero además, el amor también inactiva ciertas áreas, como las encargadas de realizar juicios sociales y, por tanto, de someter al prójimo a valoración, lo que explica por qué consideramos que “el amor es ciego” y nos resulta difícil observar fallos o condenar actitudes de la persona de la que estamos enamorados.

Pero esta secreción de sustancias en nuestro cerebro que provoca el estado de enamoramiento no dura eternamente. Si la síntesis de feniletilamina (FEA) se prolongara durante mucho tiempo, moriríamos de extenuación, por lo que tras dos o tres años sus efectos desaparecen. El organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y la pasión se desvanece gradualmente. Termina la fase de atracción y somos capaces de observar los defectos de la otra persona que antes no veíamos. Es en ése momento cuando, si se han asentado sólidamente las bases de la relación, comienza la etapa de permanencia, caracterizada por un amor más tranquilo. En esta fase son las endorfinas las que toman el control, aportando sensación de seguridad y apego. Si durante la primera fase no se han establecido las bases de una relación duradera y la relación concluye, dejamos de recibir la dosis diaria de neurotransmisores, a lo que se atribuye el sufrimiento que nos causa alejarnos del ser querido.

Así pues, como vemos, el proceso del enamoramiento, así como el desamor tienen una clara base biológica, pero el hecho de entenderlo no implica la capacidad de controlarlo, por lo que el amor continuará siendo algo que escapa a nuestra comprensión.

 “El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es que esta para morir”  Jacinto Benavente 

republicado de sobremicerebro

1 comentari:

  1. ...Cuidado mi cid campeador que estoy entrando en la estapa de la cordura de Don Quijote...

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