La última noche que nos
vimos, antes de que llegaras, me concentraba en pensar —para
aminorar el susto— que quería verte con la camiseta que
precisamente tenías esa noche; solo te la había visto puesta una
sola vez, era de un tono de la escala de amarillos del otoño.
Entonces me alegré más al verte, pues no creo en coincidencias ni
casualidades. Por eso a veces no quiero entender, pero qué más no
quisiera sino acariciarte todo como lo hago con mi almohada. Los
miedos, excusas, temores, cadenas, anclajes, riesgos, seguros,
arneses y prevenciones ¿podrían desaparecer?
He sembrado
semillitas de besos, brotarán cuando mi tiempo cambie. Te regalaré
y te guardaré todos los que quieras. Por ahora solo tengo una lengua
muy pequeña y he pensado en que quiero tener una gigante para lamer
todo tu cuerpo de una buena vez.
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